Anabel es una joven hermosa y feliz , llena de esperanzas y sueños que se verán truncados , al verse obligada a contraer matrimonio con un desconocido.
Sumérgete en la maravillosa historia de Anabel , vive con ella sus alegrías y desdichas ...
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Margarita delata a Anabel.
Los recién llegados se presentaron ante los padres de Anabel. El hombre habló - Buenas tardes, yo soy Andrés y ellas son mi esposa Rocío y su hermana María, mi cuñada. Hemos venido a visitar a mi primo García, pero al ser la primera vez que venimos aquí, nos hemos perdido. Su hija nos ha dicho que usted puede guiarnos.
El papá de Anabel también se presentó - Yo soy Juan y ella es mi esposa Rosaura, a mi hija Anabel supongo que ya la conocen. Pero por favor no se queden parados, entren y siéntense.
Andrés - No queremos molestar, nos gustaría proseguir nuestro camino cuanto antes.
Rosaura - De ningún modo, son nuestros invitados, descansen coman algo y después mi marido los lleva a la hacienda. Anabel hija , acompáñame a la cocina.
Andrés y Rocío eran encantadores, personas sencillas y amables, en cambio, María tenía una actitud más altanera, los miraba por encima del hombro y escudriñaba cada detalle con atención.
Pero al entrar en la chabola se quedó sorprendida por lo limpio y ordenado que estaba todo. Nada más atravesar el umbral de la puerta un aroma a lavanda inundó sus fosas nasales.
Al cabo de un rato, Anabel volvió con una bandeja, en la que llevaba algunos platos, con frutas de temporada, varios tipos de queso y una hogaza de pan casero. Dispuso todo en la mesa, de manera ordenada y volvió a entrar en la cocina, para volver con una cafetera humeante y algunas tazas, una jarra de leche hervida y un queso fresco aliñado con especias y hierbas aromáticas, un frasco de cristal con miel pura de abejas y unas pastas rústicas con harina integral y arándanos.
Eran alimentos sencillos, pero su modo de presentarlos era digno de las mejores revistas de gastronomía.
El matrimonio se deshacía en elogios hacia la joven, viendo que era claramente ella la artífice que hacía de una chabola un hogar acogedor. En cambio, María seguía observando todo con atención y saboreando cada bocado sin decir palabra.
Estuvieron un buen rato charlando animadamente, a Rocío le fascinaba saber más cosas sobre su estilo de vida que era totalmente distinta a la vida en la ciudad. Le sorprendía la enorme fuerza de voluntad de esas personas para poder desempeñar un trabajo tan duro y sacrificado. Se sintió secretamente agradecida por no vivir en esa situación y tener una vida mucho más fácil que esas pobres personas.
Llegó el momento de despedirse, pero antes prometieron que volverían a saludarles antes de volver a la ciudad.
Anabel recogió todo de la mesa, guardo cada cosa en su sitio y lavó los platos y tazas. Después se fue a lavar la ropa de los bebés que se estaba acumulando.
La inesperada visita de los forasteros, fue una distracción agradable, por un momento dejó de pensar en el tema que la atormentaba.
Pero su madre vino a recordarle sus miedos.
Rosaura - ¿ Dónde está tu hermana?
Anabel - En casa, cuidando a los niños.
Rosaura - Te he dicho muchas veces que tiene que empezar a hacerse responsable de todas las tareas y tu deber es enseñarle,, ya no es una niña y muy pronto tendrá que hacerlo todo ella sola.
Anabel - De momento sigo aquí y lo hago encantada.
Rosaura - Ese es el tema del que vengo a hablarte. Ya eres toda una mujer y necesitas un marido. Manuel espera una respuesta. Vendrá en un par de días.
Anabel - Antes muerta y lo digo en serio.
Rosaura - La decisión ya está tomada. De nada servirán tus berrinches.
La mujer soltó la bomba, se puso de pie y se fue, dejando a su bella hija inundada en lágrimas.
A los pocos minutos vino su hermana Margarita enfadada.
Anabel - ¿ Qué haces aquí? Tú odias salir de casa.
Margarita - Me manda mamá, dice que tengo que ser yo quien lave la ropa. Ella pariendo mocosos sin cesar y a mi toca criarlos, es injusto.
Anabel - No hables así, Margarita, ella es nuestra madre y esos mocosos nuestros preciados hermanitos.
Margarita - No sabes cuánto te odio Anabel, por tu culpa ella espera que sea como tú, que trabaje dentro y fuera de casa, mientras ella solo sabe traer al mundo más bocas que alimentar.
Anabel - Pero ... Hermana...
Margarita - Lárgate de aquí, no soporto verte delante mía. A ver si ese viejo pervertido te lleva ya con él.
Esta fue la gota que colmó el vaso para Anabel, siempre supo que su hermana sentía muchos celos de ella. Por eso siempre lo hacía todo para ganarse su cariño, pero oír de sus labios estas crueles palabras justo después de la conversación con su madre, era demasiado.
Ya no había vuelta atrás, corrió hacia el bosque en busca de unas hierbas venenosas, las escondió entre los pliegues de su roída falda, más tarde haría una infusión bastante concentrada con ellas y se la tomaría antes de dormir, con suerte ya no volvería a despertar.
Volvió a casa y las escondió bajo su almohada. Todavía tenía que hacer una sopa para la cena y acostar a los niños.
Esperó ansiosa a que se durmieran todos, para hacerse la infusión. Pero cuando fue a coger las hierbas, sus padres y su hermana estaban de pie junto a su lecho, que no era más que un colchón de paja cubierto por una manta de lana gruesa.
Su padre le mostró las hierbas - ¿Buscas esto? Margarita, ya puedes retirarte , gracias hija por avisarnos.
Acto seguido le dio una bofetada que la hizo perder el equilibrio y caer al suelo.
Rosaura - Nos has decepcionado, mala hija. Me avergüenzo de ti. No solo nos has querido desobedecer, además quieres cometer un pecado mortal.
Anabel reunió las fuerzas que le faltaron durante toda su vida, para enfrentar a sus padres - ¿Acaso no es un pecado lo que me quieren hacer ustedes? Se lo advertí madre, y se lo repito ¡ANTES MUERTA!
Juan - Ingrata, no eres más que una egoísta, incapaz de mirar por el bien de su familia.
Anabel - Pues aplíquese el cuento usted mismo, nadie a se ha esforzado más por esta familia que yo y así es como me lo agradecen mis propios padres vendiéndome como si fuera un trozo de carne.
Juan nunca antes le había levantado la mano a su hija, y lejos de arrepentirse, le dolieron tanto sus palabras que se desató el cinturón y la golpeó sin clemencia.
A la mañana siguiente, Anabel se despertó sin hablar con nadie, atendió a sus hermanitos y se fue a trabajar fuera de casa, no quería verle la cara a su hermana y a su madre. Se arrepentía de haber mimado tanto a esa demonia ingrata, cargando con todo el trabajo para librarla a ella.
Pero Margarita no había tenido suficiente al chivarse de su hermana y ser la culpable de la paliza que le dio su padre.
Margarita - Buenos días, hoy papá ha salido más temprano. Ha ido a buscar todas esas hierbas, por si se te ocurre volver a intentarlo.
Anabel - Me alegro, así tú no tendrás escapatoria cuando te llegue el turno. Deseo con toda mi alma, que cuando yo desaparezca ocupes mi lugar.
Margarita se rió con burla .
Anabel - Tú ríete, pobre tonta. Si no les cuesta deshacerse de mí que soy el pilar y el sustento de esta familia¿Crees que se apiadarán de una inepta como tú que no sirve para nada?