A los dieciocho años, me vi obligada a casarme con Aureliano Estrada, un hombre poderoso, atractivo e inteligente, pero también un despota que se había encaprichado conmigo. Lo odiaba profundamente, ya que su ambición me había obligado a renunciar al amor de mi vida, Marcos Villasmil, el chico más guapo y dulce que jamás había conocido. Nuestro amor era real y puro, pero mis padres no lo aceptaban; al menos eso me hacían creer. Cada día en la vida con Aureliano se sentía como una prisión dorada. Aunque tenía todo lo que muchos desearían: una mansión, fiestas lujosas y la admiración de la sociedad, mi corazón seguía anhelando la libertad que había perdido junto a Marcos. La sombra de su recuerdo me seguía, recordándome lo que realmente importaba: el amor verdadero y la felicidad genuina. Mientras navegaba por esta nueva vida impuesta, comenzaba a cuestionar mis decisiones y a buscar maneras de recuperar el control sobre mi destino. Sabía que no podía seguir viviendo así, atrapada entre las expectativas de mis padres y el dominio de Aureliano
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Capítulo I Sueños interrumpidos
Punto de vista de Veronica
Siempre soñé con casarme vestida de blanco, caminar por un largo pasillo con mi hermoso vestido, luciendo como una princesa de cuentos de hadas y que al final del pasillo y frente al altar me estuviera esperando el amor de mi vida. Sin embargo, ese sueño estaba por convertirse en mi peor pesadilla, ya que si estaba vestida de blanco, si parecía una princesa y si caminaba por un enorme pasillo, pero al final de este no me estaba esperando mi príncipe azul, al final de este me esperaba el mismísimo demonio. Aureliano Estrada, solo con pensar su nombre una corriente eléctrica atravesaba mi columna vertebral.
Intente de todo para no verlo mientras caminaba; sin embargo, su aura imponente me obligaba a mirarlo, sus ojos oscuros como la noche misma se imponían sobre mi, su rostro me infundía un gran temor. Estaba perdida en un laberinto sin salida. Las lágrimas se fueron acumulando en mis ojos amenazando con salir sin control.
El pasillo se hacía cada vez más estrecho, al menos eso sentía yo, con cada paso que daba caminaba hacia mi tumba y solo porque mis padres decidieron venderme al mejor postor. La tristeza al recordar cómo estuvieron las cosas lleno mi alma, y ahora estaba condenada a la infelicidad perpetua.
Dos semanas antes
“Hija, te hemos pedido que vinieras, ya que tenemos una noticia que darte”, dijo mi padre Carlos Méndez. Él era un hombre temerario que no le importaba venderle su alma al diablo con tal de obtener lo que quería. Pero aún así yo lo amaba mucho.
“En dos semanas te casarás, es un tema que no tiene discusión. Así que no ruegues y mucho menos te niegues”.
El mundo se me vino encima después de escuchar aquellas palabas. Mi padre no estaba jugando, él hablaba en serio. “¿Qué?, vas a permitir que me case con Marcos, papá eres el mejor te quiero mucho”, pero mi sonrisa y emoción solo duraron unos segundos.
“Eso ni en sueños, tu no te casarás con ese perdedor. No te crié para que terminaras siendo la esposa de un pelafustan que solo quiere entrar en nuestro círculo social gracias a ti”, señaló mi padre furioso.
“¿Entonces con quien piensas casarme?, ¿a caso te sientes con el derecho de decidir sobre mi vida?”, por primera vez en la vida me rebela contra mi padre, no permitiría que me hiciera esto, no le permitiría que me obligara a casar con un desconocido.
“Más te vale que te hagas a la idea que serás la esposa de una de las familias más adinerada del país y se podría decir que del mundo, y si tengo derechos sobre tu vida, para algo te crié”, mi padre se había caído del pedestal donde lo había puesto toda mi vida.
“No me voy a casar con nadie, no pueden hacerme esto, ya no soy una niña y puedo decidir con quien quiero pasar el resto de mi vida”, mire a mi madre quien permanecía inexpresiva, no podía entender como permitía que me hicieran esto.
“¿No piensas decir nada?”, finalmente le pregunte murándola a los ojos.
“La decisión está tomada, te casarás con quien tu padre eligió para ti y no hay vuelta de pagina”, la determinación en las palabras de mi madre me hicieron temblar de miedo. Sus palabras fueron dagas que atravesaron mi corazón haciéndome perder la poca esperanza que tenía de que alguien me protegiera y me librara de este absurdo matrimonio.
“¿Al menos puedo saber quien será mi esposo, perdón mi carcelero?”, pregunte con sarcasmo.
“Por supuesto que lo sabrás, él viene hoy a formalizar el compromiso. Así que alístate rápido que tu prometido no tarda en llegar”, mi padre lo único que hacía era dar órdenes, no entiendo en qué momento se volvió un tirano. Con lágrimas en los ojos me disponía a salir de la sala, pero antes mi padre se detuvo.
“Si piensas en escapar o hacer algo para que esta boda no se lleve a cabo, déjame advertirte que tu amado Marcos paragara las consecuencias, en este momento está detenido y si muevo un solo dedo su vida acabará, así que más te vale te comportes y puede ser que después de tu boda lo deje en libertad.
Las palabras de mi padre volvieron a hacer eco en mi mente, el mundo a mi alrededor se detuvo y las lágrimas que contuve durante todo este tiempo finalmente salieron, nunca imagine que mi padre fuera tan cruel y que jugara de esta manera con la vida de las personas. Sentía una gran impotencia, quería salir corriendo, pero ya no solo mi vida estaba en juego. Ahora la vida de Marcos mi gran amor también lo estaba.
Resignada a mi destino fui hasta mi habitación entre al baño y dejé que el agua cayera sobre mi, ya no había vuelta, tenía que someterme a la decisión de mis padres y casarme con ese desconocido.
Tras estar una hora bajo el agua, salí de la ducha con el corazón tan arrugado como mi piel, busqué en mi armario un conjunto negro que reflejara la oscuridad de mi alma, era un símbolo de las pérdidas que estaba teniendo: mi libertad y el amor de mi vida.
Después de verme en el espejo me di cuenta de que las tinieblas se habían apoderado de mi y que ni la noche más oscura podía compararse con la oscuridad que amenazaba con adueñarse de todo mi ser.
Una hora después mi madre, Catalina Garcia fue a mi habitación, “¿qué haces vestida así?”, pregunto con asombro.
“Solo me vestí para un funeral, el funeral donde ustedes están enterrando todos mis sueños”, respondí llena de resentimiento e impotencia.
“Deja el melodrama y ve a recibir a tu prometido, y mejor sonríe, pues ya sabes lo que pasará si tu novio se entera de lo que está pasando”, esa mujer ya no parecía la misma que me había criado, la mujer que había conocido durante todo este tiempo siempre me apoyaba y me daba ánimos para seguir adelante, en cambio esta que estaba frente a mi era fría u calculadora, no la podía reconocer.