Milena es una hermosa joven, buena hija, que sueña con un futuro prometedor en Italia. Las cosas no fueron fáciles al inicio pero salió adelante de la mano de un encantador piloto que la supo enamorar. Luego de cinco años de feliz matrimonio y dos hijos, un día ella descubre que su amado esposo le ha sido infiel desde el noviazgo. Luego de los primeros caóticos días, después de enterarse de las infidelidades, ella planea con mucha frialdad la manera de salir fortalecida de su divorcio. Ella le enseñará a Gabriele su esposo, la importancia de la fidelidad en un matrimonio. Le hará pagar el engaño que sufrió y lo hará vivir en la tristeza, el arrepentimiento y la soledad. No le quedarán más ganas a Gabriele de volver a burlarse de una mujer. Cuando quiera volver a recuperar a su esposa, ya ella no estará ahí más para él. Ella ahora le pertenece a otro que sí la hizo única y especial. ¿Podrá Gabriele recuperar su mujer algún día? ¿Fue domado el infiel? ¿Lo amará aún Milena?
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EL DESCUBRIMIENTO
Hoy, justamente hace un año, mi mundo se desplomó en menos de un minuto. Recibí una llamada telefónica que le dio un giro de 180 grados a mi vida. Fue un cambio total con respecto a la dirección que llevaba hasta ese momento.
Mi Gabriele, mi amado esposo, me estaba siendo infiel en ese momento luego de cinco años de feliz matrimonio y dos de noviazgo. Yo nunca sospeché de alguna infidelidad pues Gabriele lo era todo para mi. Éramos el uno para el otro.
Mi mejor amigo, mi apoyo, el padre y esposo más abnegado. El amante más complaciente, dulce y romántico. ¿Cómo era posible que tuviera otra? ¿En qué momento me engañaba si cuando no estaba en casa estaba trabajando, ya sea con sus padres o volando pues es piloto comercial?
Por otra parte, no había la posibilidad de que la secretaria que me llamó me estuviera mintiendo, pues en primer lugar ella es una mujer seria y muy madura. Y lleva un buen tiempo trabajando para esa compañía.
En segundo lugar, me dio datos precisos fáciles de comprobar. No se iba a exponer a un despido por estar inventando cosas tan graves. Aún a riesgo de meterse en problemas, ella decidió que era hora de hablar y por eso con plena seguridad me llamó.
Sentía en mi estómago arder en una mezcla de emociones tales como la ira, tristeza, confusión y desconfianza. Yo lo amaba tanto y confiaba en él plenamente. Me había hecho a la idea de que “estaríamos juntos hasta la muerte”. Y ahora aquella frase dicha el día de nuestra boda, ya no tenía sentido.
¿Qué iba a hacer luego de recibir aquella llamada? Habían dos personas que a partir de ahora serían mi paño de lágrimas: Mi madre y mi mejor amiga. Las llamé y les pedí venir de inmediato a casa.
Le pedí a la señora que trabaja en mi casa, cuidar de mis dos pequeños. Darles de comer, cuidarlos y dejarme hablar a solas en el despacho de la casa sin interrupciones. Mientras llegaban esas dos mujeres lloré, lloré de dolor y de frustración.
Mirando desde la ventana del despacho hacia la parte trasera de mi casa me hacía las mil y una preguntas. ¿Por qué? ¿En qué fallé si yo solo vivo para él, para nuestros hijos? ¿Desde cuándo me engañaba? ¿La amaba más que a mi? ¿Era con ella así como lo es conmigo? ¡Qué agonía tan desesperante! ¡Qué sensación de pérdida tan dolorosa!
Definitivamente yo no estaba preparada para enfrentar una situación de tal magnitud. Creo que nadie en el mundo se prepara para recibir un derechazo a su felicidad, a su paz, a su tranquilidad. Y sin embargo acá y en cualquier parte del mundo ahorita mismo millones están siendo traicionados cruelmente. No seré yo la primera en enfrentar un fracaso matrimonial, un rechazo a su entrega más pura y leal. Una patada a su confianza y a su amor.
Mientras el mundo sea mundo siempre van a existir la infidelidad y las traiciones. Tanto hombres como mujeres no valoramos a quien tenemos al lado. Si se presenta alguno con algo que nos atrae quitamos ese freno que nos impide ser leales y empieza el flirteo.
Si a veces no se dio la infidelidad no es porque los dos se hayan retenido sino porque a uno no le gustó algo del otro. Afortunado el cónyuge que se salvó. ¡Qué tristeza! Hoy día, quizás más que nunca, hay mucho coqueteo. En las películas, series, publicidad eso es lo que vende: La provocación insinuante.
Y yo que pensaba que mi Gabriele era incapaz de mirar a otra como me mira a mi. Pensé que solo tenía ojos para mi, como me lo demostró cuando intentó conquistarme durante dos años. Durante ese tiempo vivió para enamorarme hasta que lo logró.
No quiero imaginarlo haciendo eso por otra mujer. No quiero imaginarlo haciendo el amor con otra. ¡No, no, no esto no puede estar pasando! ¡Oh Dios, que esto sea una pesadilla y esté por despertar! Mi Gabriele es solo mio y yo soy de él.
En cuanto entraron mi madre y mi amiga Omaira, les pedí sentarse y escucharme con mucha paciencia pues el asunto no era solo que me escucharan llorar y lamentarme sino tomar decisiones dignas, propias de una mujer inteligente, discreta y prudente, como me había sentido siempre.
El objetivo de esta conversación según creía yo, era encontrar mis fallas, repararlas y recuperar el amor de mi vida. Recuperar al padre de mis hijos. Retenerlo en casa con mi amor, no podía visualizar mi vida sin él. Haría lo que fuera para que se alejara de aquella cruel mujerzuela que me lo quería arrebatar. l
—Madre, Omaira, me acabo de enterar que Gabriele me es infiel.
—¡Hija! No puede ser, Gabriele te adora. Yo no lo diría con tanta firmeza, hay gente muy chismosa que le molesta la felicidad de los demás. Gabriele es muy guapo, piloto, un caballero, buen padre. ¡No creas todo lo que te digan hija! Ten cuidado, no vayas a botar por la borda un matrimonio tan hermoso.
—Milena, pienso igual que tu madre. En el tiempo que llevo conociendo a Gabriele solo lo he visto enamorado como un loco de ti. Te admira, te complace en todo, adora sus hijos. Se ha enfrentado a tanta gente por ti. Se casó contigo a pesar de la oposición de su familia. No, no lo veo ni remotamente siéndote infiel. Yo de ti, averiguaría muy bien lo que está sucediendo.
—Madre, Omairita, yo pienso igual que ustedes, sin embargo la llamada de la secretaria también es un hecho. No es un invento. Al igual que ustedes, tengo tanta evidencia del amor de Gabriele que me es difícil aceptar la posibilidad de una infidelidad. ¡Pero esa llamada! ¿Desean beber algo?
—Sí hija, sirvenos un trago doble o triple. Esto no se aguanta a palo seco y va para largo esta conversación.
—Madre, quién iba a imaginar que yo, tu hija mayor, nacida en la pequeña ciudad de Masaya, a 28 kilómetros de Managua en Nicaragua, iba de grande a ser una arquitecta con sueños grandes. ¿Recuerdas todo lo que sufrimos para poder pagar mis estudios?
—¡Por supuesto hija! Tu padre y yo solo teníamos un rancho con algunos animales. Mientras tu y tu hermano cursaron estudios básicos pudimos pagar. El problema fue cuando decidiste ir a la Universidad. Era muy costosa y no podríamos comprarte una computadora ni alguna otra cosa que te pidieran.
—¿Y entonces cómo hicieron Milena para pagarte tus estudios?
—Verás querida Omaira amiga mia, toda mi familia: primos, tíos, abuelos y vecinos sabiendo de esta necesidad y para agradecer a mis padres a quienes amaban tanto, se reunían todos los meses y allí en una cajita dejaban su contribución y siempre era suficiente.
— Así por casi cinco años. Mi casa siempre estaba llena de gente que venía en busca de consejos, de huevos, de leche, de frutas y mis padres los llenaban de amor y cuidados. Gracias a todos ellos culminé con éxito mi carrera. Luego para agradecer y devolver toda esta bondad me comprometí gratis con toda esta gente para trabajar para ellos. Así, por un largo tiempo restauré sus casas, remodelé y reparé el pueblo, impartía gratis lecciones de matemáticas o albañilería.
—Luego de casi dos años, sentí el deseo de dejar Nicaragua e ir, ya sea a los Estados Unidos, o a Italia. Había estudiado inglés e italiano, por lo cual estaba preparada para ampliar mis horizontes. Con un dolor muy grande pero con las alas dispuestas a volar me decidí por Italia. Y así llegué un día a este país, sin imaginar todo el cúmulo de cosas tanto feas como buenas que me esperaban al llegar a este país.