*Amor sin edad * es una novela romántica con toques de comedia, que narra la historia de Juliana, una joven soñadora que se enamora de Francisco, el mejor amigo de su padre. A través de situaciones cómicas y agridulces, Juliana enfrenta la realidad de un amor aparentemente imposible, marcado por la diferencia de edad. Francisco, un hombre encantador y seguro de sí mismo, se ve atrapado en un dilema emocional cuando empieza a notar los sentimientos de Juliana.
La historia también introduce a Nicolás, un amigo cercano de Juliana, quien confiesa su amor por ella, creando un triángulo amoroso lleno de humor, malentendidos y momentos tiernos. A lo largo de la novela, los personajes reflexionan sobre el amor, el destino y las decisiones que nos llevan a encontrar la felicidad, todo envuelto en un tono ligero y entretenido.
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Capítulo 1: Un Encuentro Inesperado
Juliana se despertó esa mañana con una sensación de nerviosismo que no lograba explicarse. Tal vez era el hecho de que su padre le había mencionado, de pasada, que Francisco, su mejor amigo de la universidad, vendría a cenar esa noche. Francisco, a quien Juliana recordaba vagamente de su infancia, pero de quien no había vuelto a saber nada en años. Su padre había hablado de él en varias ocasiones, describiéndolo siempre como un hombre exitoso, inteligente, y con un sentido del humor mordaz.
"Seguramente será un tipo aburrido", se dijo Juliana mientras se miraba en el espejo, alisando su cabello castaño. A sus diecinueve años, la idea de cenar con un grupo de adultos no le parecía la manera más divertida de pasar la noche, pero por su padre, haría el esfuerzo. Además, no quería dejarlo solo en medio de la conversación, así que decidió acompañarlo.
A medida que el día transcurría, Juliana intentó concentrarse en sus estudios universitarios, pero su mente seguía divagando. No sabía por qué, pero la llegada de Francisco le despertaba una curiosidad inexplicable. Tal vez porque, por mucho que su padre lo describiera, para ella seguía siendo un misterio. En su mente, lo imaginaba como un hombre serio, con traje impecable y una mirada severa. Definitivamente, alguien inalcanzable y fuera de su mundo juvenil.
Cuando llegó la hora de la cena, Juliana se encontraba frente a su armario, debatiéndose entre varios conjuntos. "Es solo una cena familiar", se repitió a sí misma, optando por un vestido sencillo pero elegante. Al fin y al cabo, quería causar una buena impresión, aunque no supiera por qué.
La casa estaba impecable gracias a los esfuerzos de su padre, que no paraba de dar vueltas, asegurándose de que todo estuviera en su lugar. La mesa estaba puesta con esmero, y el aroma de la comida recién hecha llenaba el ambiente. Justo cuando Juliana estaba terminando de arreglarse, escuchó la puerta principal abrirse y la voz profunda de su padre saludando con entusiasmo a su amigo.
Juliana respiró hondo y se dirigió al salón. Lo primero que vio fue a su padre, que sonreía ampliamente mientras abrazaba a un hombre que le devolvía la sonrisa con la misma calidez. Francisco no era exactamente como lo había imaginado. Sí, llevaba un traje, pero no era rígido ni severo. Su cabello estaba ligeramente despeinado, y su sonrisa tenía un toque de picardía que la sorprendió. Era atractivo, más de lo que Juliana había esperado, y sus ojos brillaban con una chispa de humor mientras conversaba con su padre.
"Juliana, ven aquí, quiero que conozcas a Francisco", la llamó su padre, interrumpiendo sus pensamientos.
Con una sonrisa un tanto nerviosa, Juliana se acercó, sintiendo cómo sus mejillas se encendían ligeramente. Francisco la observó con interés, y cuando sus miradas se cruzaron, Juliana sintió un cosquilleo extraño en el estómago.
"Así que tú eres la famosa Juliana de la que tanto me ha hablado tu padre", dijo Francisco con una voz profunda y amable. "Has crecido mucho desde la última vez que te vi".
Juliana no pudo evitar una pequeña risa nerviosa. "Sí, eso parece. Es un placer conocerte, Francisco".
Mientras se dirigían al comedor, Juliana no podía evitar sentirse consciente de cada uno de sus movimientos. ¿Por qué de repente se sentía tan nerviosa? Su mente se llenaba de preguntas, pero no encontró ninguna respuesta clara.
Durante la cena, la conversación fluía fácilmente entre su padre y Francisco, con Juliana participando de vez en cuando. Aunque intentaba concentrarse en la comida, se sorprendía a sí misma observando a Francisco, notando cómo se reía de las bromas de su padre, cómo gesticulaba al hablar, y cómo, de vez en cuando, sus ojos se posaban en ella con una expresión de interés genuino.
Todo iba bien hasta que, en un momento de la cena, Juliana decidió servir más vino en su copa. Quiso ser rápida para no interrumpir la conversación, pero en su apresuramiento, la botella resbaló de sus manos, y antes de que pudiera reaccionar, un chorro de vino tinto salió disparado directamente hacia Francisco, empapando la manga de su impecable camisa blanca.
Hubo un silencio de unos segundos en la mesa. Juliana se quedó paralizada, con la boca entreabierta, incapaz de procesar lo que acababa de hacer. El rostro de su padre también mostraba sorpresa, pero fue Francisco quien rompió el silencio, soltando una carcajada que resonó por toda la habitación.
"Bueno, no he esperado un recibimiento tan… entusiasta", bromeó Francisco, sacudiendo la manga mojada.
Juliana, entre apenada y divertida, se levantó rápidamente de la mesa. "¡Lo siento tanto! Déjame ayudarte a limpiarlo", dijo, aunque sus manos temblaban ligeramente por la vergüenza.
Francisco la detuvo con una sonrisa. "No te preocupes, Juliana. Es solo una camisa. Creo que tu padre tiene razón, eres una joven con mucha energía".
A pesar de sus palabras amables, Juliana no pudo evitar sentir un ardor en las mejillas que no desapareció durante el resto de la cena. Sin embargo, algo en esa situación cómica pareció romper el hielo entre ellos. La conversación se volvió más ligera, y Francisco hizo varios comentarios para que Juliana se sintiera más cómoda, bromeando sobre su torpeza de una manera que ella encontró encantadora.
Cuando finalmente llegó el postre, Juliana ya no estaba tan preocupada por su error. De hecho, había empezado a disfrutar de la compañía de Francisco, aunque cada vez que él le dirigía una sonrisa, su corazón daba un pequeño salto.
Al final de la noche, mientras se despedían en la puerta, Francisco se inclinó ligeramente hacia Juliana y le susurró en tono de complicidad: "La próxima vez, tal vez debas dejarme servir el vino". Su tono era suave, casi como si estuviera compartiendo un secreto con ella.
Juliana sonrió, sintiendo que su corazón latía más rápido de lo que debería. "Lo tendré en cuenta", respondió, intentando mantener la compostura.
Cuando Francisco se fue y la puerta se cerró detrás de él, Juliana se quedó quieta por un momento, tratando de asimilar lo que acababa de suceder. Sentía una mezcla de emociones que no lograba entender del todo. Había algo en Francisco que la intrigaba, algo que hacía que quisiera conocerlo más.
Su padre interrumpió sus pensamientos, dándole un pequeño golpecito en el hombro. "Parece que te ha caído bien Francisco", comentó con una sonrisa.
Juliana sonrió, aunque su mente todavía estaba un poco aturdida. "Sí, es… diferente a lo que esperaba".
Mientras se preparaba para irse a la cama, Juliana no pudo evitar pensar en Francisco, en su risa, en su amabilidad, y en cómo, a pesar de la diferencia de edad, se había sentido cómoda a su lado. Pero también sabía que no debía hacerse ilusiones. Francisco era un hombre maduro, un amigo de su padre, y ella solo era una chica joven. Por mucho que su corazón empezara a latir un poco más rápido cuando pensaba en él, sabía que era un amor condenado desde el principio.
Sin embargo, mientras se acurrucaba entre las sábanas, Juliana no pudo evitar sonreír al recordar el tono suave de Francisco al despedirse. Quizás, solo quizás, esa noche había sido el comienzo de algo más, aunque fuera un simple amor platónico.
Y con ese pensamiento, Juliana se dejó llevar por el sueño, con una mezcla de nerviosismo y emoción por lo que podría depararle el futuro.
Cada autor tiene el derecho de contar la historia que desea, y la ausencia de contenido sexual no desmerece la obra. Es esencial respetar el trabajo ajeno, especialmente si una novela no se ajusta a los gustos personales. Criticar sin comprender la intención detrás de una obra suele provenir de quienes no han experimentado el reto de escribir. La literatura es un arte en todas sus formas, y cada historia tiene su lugar y propósito.