"En medio de una bulliciosa ciudad, donde el susurro de personas apresuradas y luces parpadeantes, el tiempo parecía desvanecerse para dos almas destinadas a encontrarse sin saberlo. Ella, una joven hermosa de mirada perdida, llevaba sobre sus hombros el peso de un pasado difícil. Él, un hombre inteligente, magnate de los negocios, caminaba por las calles escondiendo un dolor profundo teniendo la certeza de que su vida cambiaría de manera inesperada".
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Capitulo I Primer encuentro
El reloj de la torre marcaba las ocho de la mañana cuando sus caminos se cruzaron por primera vez. La esquina de una calle abarrotada de transeúntes fue testigo de aquel primer encuentro, cuando sus miradas se cruzaron creando una conexión inexplicable de la que aún no tenían conocimiento.
La joven esquivo la mirada de aquel desconocido quien la observaba alejarse con una mirada profunda, en su interior sabía que ella le cambiaría la vida. Él, continuo su camino con pasos firmes y elegantes, la confianza que irradiaba no dejaba que los demás vieran el gran dolor que ocultaba en su interior.
A lo lejos Aurora Nava miraba el auto en el que el desconocido se marchaba, con cierta intriga lo siguió observando hasta que esté desapareció en una esquina no muy lejana.
"¡Aurora!, no te quedes atrás niña tonta, ¿acaso piensas que yo llevaré las compras?". El grito de Lucrecia saco a la joven de su encima miento.
"Lo siento, ya me apuro". Respondió la joven tomando las bolsas que Lucrecia le estaba entregando.
"Siempre andas soñando despierta, es hora de que madurez y te des cuenta de que nunca dejaras de ser una pobre huérfana que solo vive por la caridad de la familia Ledezma". Regaño Lucrecia quien era la madrastra de Aurora.
Sin decir una palabra más, Aurora camino hacia el auto de Lucrecia con la mirada llena de tristeza y el peso del mundo sobre sus hombros. Mirando por la ventanilla del auto Aurora pensaba en su vida cuando era pequeña, recordaba lo hermosa que era su madre y lo feliz que se veía junto a Francisco su padre, los tres eran realmente felices. En un abrir y cerrar de ojos habían llegado a la mansión Ledezma, ver el jardín principal la trajo de vuelta a su oscura realidad y al hecho de ella nunca podría escapar de ese cautiverio.
"Baja las compras y llévalas a mi habitación". Ordeno Lucrecia con voz fría y llena de soberbia.
"Sí, señora". Aurora vio la gran cantidad de bolsas que su madrastra había comprado, suspirando profundamente entro a la casa.
La mansión Ledezma era impresionante, desde que entrabas a la propiedad un hermoso jardín con caminos empedrados, rodeados de rosas blancas y olores que te llenaban de paz, te daban la bienvenida. En medio del jardín se encontraba una fuente con esculturas blancas que daban un toque de sofisticación. Al entrar a la casa quedabas impactado con la impresionante arquitectura y decoración de la sala principal, estaba adornada con muebles de alta gama y pinturas de artistas reconocidos.
Las escaleras que llevaban al segundo piso cuyos barandales eran de un delicado vidrio le daban un aire de sofisticación y modernización única, el buen gusto reinaba por todos lados.
"Aurora cuando termines de subir mis cosas, preparas el almuerzo, seguramente Miranda llegará con hambre". Ordeno Lucrecia sin voltear a ver a su hijastra.
"Como ordene la señora". Respondió Aurora cansada de todo eso.
Aurora no pensaba pasar toda su vida siendo una criada en esa casa, ella pensaba que al cumplir su mayoría de edad podría escapar del yugo de sus verdugos y al fin poder estudiar y superarse.
"Otra vez soñando despierta, eres tan patética". — la voz burlona de Camila la hija la hija de Lucrecia se escuchó desde la puerta de la habitación de su mamá.
"Al menos tengo sueños, ¿tú qué tienes?". Respondió Aurora con sarcasmo.
"Al menos tengo sueño". Se volvió a burlar Camila remedando a Aurora.
"Tengo cosas que hacer, permiso". Aurora salió de la habitación de Lucrecia, tenía que preparar el almuerzo, Camila había llegado antes a la casa y no quería más problemas.
Cuando estaba en la cocina olvidaba los problemas, los malos tratos, para ella cocinar era su pasión, como buena soñadora siempre imaginaba que tenía su propia cocina y que era reconocida a nivel mundial, solo deseaba que su cumpleaños número dieciocho al fin llegará y pudiera alzar el vuelo como las aves del cielo. La vida no había sido justa, su madre murió cuando ella tenía cinco años, su padre se olvidó que tenía hija y solo se dedicó a los negocios, dos años después que murió su esposa se volvió a casar con Lucrecia quien tenía una hija un año mayor que ella, desde ese entonces la vida de la pobre niña cambio radicalmente.
"Te dije que el almuerzo tenía que estar listo para cuando llegara Camila". Los gritos de Lucrecia resonaron por cada rincón de la elegante cocina,dejando a la joven casi sorda.
Aurora, brinco, del susto llevando sus manos al pecho.
"No sabía que regresaría temprano a casa". Contesto Aurora mirando al suelo.
"Eres, una inútil, por eso tu padre no te quiere y prefiere estar de viaje todo el tiempo". Lucrecia disfrutaba con el sufrimiento de Aurora, la joven no entendía el por qué de ese odio tan grande que la esposa de su padre sentía hacia ella.
Con lágrimas en los ojos ella termino de preparar el almuerzo, puso la mesa y sirvió los platos, mientras Aurora se esmeraba por dejar todo impecable, Camila solo se limitaba a buscar información en su teléfono.
"Mamá la familia Santos anuncia el regreso de Sebastián Santos". Expreso, Camila con disgusto.
"Tranquila hija, ya veremos la forma de esquivar ese compromiso". Respondió Lucrecia con una sonrisa ladina, mirando fijamente a Aurora.
"Más te vale madre, según dicen Sebastián Santos es un hombre cruel y viejo". Comento Camila con asco.
Mientras Camila hablaba a Lucrecia se le había ocurrido un plan, la familia Santos había pedido un compromiso con una hija de la familia Ledezma y Aurora era una Ledezma, aunque siempre la presentaban como Nava, ella realmente llevaba el apellido de su padre, mataría dos pájaros de un solo tiro, por un lado, liberaría a su hija de ese ridículo compromiso y por el otro se deshace de Aurora para siempre amarrando a la mocosa a un matrimonio forzado y a una vida aún más infeliz de la que ella le hacía vivir día a día, sonriendo con malicia Lucrecia devoró el almuerzo que le había preparado Aurora.