Amelia Xhu, es la joven y única sobrina del Patriarca de la familia Xhu, quien la ha criado desde su niñez. Al cumplir los 23 años, Amelia fue obligada por su tío a tener citas a ciegas con hombres que no conocía para que pudiera asentarse y tener algo de vida amorosa, y quien sabe, hasta casarse y tener hijos.
Sin embargo, cada cita a ciegas terminaba en fracaso cuando los hombres escuchaban a que se dedicaba, estos huían inmediatamente con excusas al saber su profesión. Finalmente terminó frustrada y se dio por vencida con su vida amorosa.
Pero lo que no sabía era que un pequeño descuido la llevaría a conocer al hombre con quien había soñado en incontables ocasiones.
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Otra cita fracasada.
Amelia Xhu miró boquiabierta como su cita a ciegas salía corriendo -¡Lo siento mucho, olvide que tengo algo muy importante que hacer!- Grito el joven en voz alta mientras se alejaba como si alguien lo persiguiese.
-Ahí va otra cita fracasada. No sé que me dirá mi tío sobre esto.- Murmuró la joven en voz baja, apoyando su barbilla en su mano, viendo como aquel hombre subía a su coche y conducía lejos del restaurante.
Ya estaba acostumbrada a este tipo de situaciones, desde hace tres largos meses, su tío tuvo la increíble idea de que ya era hora de que tuviese algún novio, que se embarcará en una relación amorosa y se casará. De hecho, ella también considero esa idea, pero cada vez que pensaba en su trabajo, desechaba la idea completamente.
Ella tomó su bolso y se preparo para irse, soltando un suspiro, miró la silla donde se había sentado 40 veces en lo que iban de estos 3 meses. Aunque se sentía cansada de eso, tenía que complacer a su tío, quien siempre cuido de ella desde la muerte de sus padres.
Amelia salió del restaurante con una expresión seria, no importa qué, esa era la expresión que siempre tenía en su rostro. Al principio pensó que tal vez se debiera a eso, sin embargo, a la cuarta cita comprendió que a los hombres no les agrada el tipo de mujeres marimachos como ella. Ya que según su tío, resultaba muy poco femenino.
La mirada de la chica cayó sobre el museo ubicado delante del restaurante en el que su tío arreglaba las citas para ella -¿Cuánto tiempo tengo de no visitar el museo?- Dijo en voz baja la joven con un tono de crítica.
Desde su juventud, fue muy fanática de los libros de historia, leyó bastante a cerca de ello en su adolescencia. Aunque le agradaba, no le llamaba demasiado la atención como para dedicarse a ello, no era más que leer libros y aprender un poco.
Amelia ingreso en el museo, con intensión de distraerse un poco por su fracaso número 41, tal y como lo había hecho en los últimos meses. La joven pagó su entrada y se dirigió inmediatamente a la zona de historia de la realeza, sus ojos cayeron sobre los retratos de los emperadores y príncipes que marcaron historia en el pasado.
Finalmente, su mirada cayó sobre el único marco que no tenía retrato, más que un simple nombre "Matthew Liang" y un título "Famoso Comandante del Ejército Oscuro". Era lo único que tenía.
-Ese tipo debió ser alguien demasiado distanciado o frío, no permitió que hiciesen un retrato sobre él. Es tan egoísta, apuesto a que era feo.- La expresión sería de Amelia mostró algo de lástima, sin duda, era una lástima no llegar a conocer al famoso comandante que defendió al país en la Dinastía Yuan. Pensaba lo mismo cada vez que veía aquel marcó.
Dejando la curiosidad por aquel ser olvidado y desconocido, miró unos que otros retratos de príncipes famosos, emperadores y emperatrices que contribuyeron a sus esposos.
Al cabo de un rato, Amelia se sentó en una banca en el pasillo de historia real, mirando detenidamente el único marcó sin retrato del Comandante del Ejército Oscuro. De alguna manera volvió otra vez al mismo lugar, como lo había hecho en incontables ocasiones.
Desde que ingreso por primera vez a este museo, siempre miraba detenidamente este marcó, pensando detenidamente como podría ser la apariencia y el carácter de aquel hombre. Lo pensaba tanto que en cientos de ocasiones soñó con como podría ser aquel hombre, el hombre que no tenía absolutamente nada en su historial.
En la cartelera de presentación no decía si tuvo alguna esposa, hijos o parientes, lo único escrito en ella era su título y nombre. Eso la hacía sentirse curiosa, a pesar de saber que no era más que un ser olvidado y desconocido para el mundo.
Había ideado incontables rostros y cuerpos que pudiesen representar a ese antiguo comandante, si tal vez podría ser un hombre de mediana edad, uno de treinta y tantos o veinte y tantos años. Sin embargo, esas conjeturas de imágenes que creaban su mente no la satisfacían.
El hombre parecía no tener a nadie, ni siquiera una concubina ¿Entonces porque ella sí tenía que casarse?¿No era mejor quedarse sola, como aquel comandante? Para Amelia, eso era lo más factible.
Nunca le fue bien con los hombres y sus citas a ciegas siempre terminaban mal. Sentía que ya era hora de dejar eso atrás.
Con aquellos pensamientos en mente, cerró los ojos y soltó un suspiro, cuando de repente, sintió algo vibrar en su bolsillo. Ella sacó su celular y se puso de pie mientras respondía la llamada.
-Hola, tío ¿Cómo estás?- Saludo la joven sabiendo de quien se trataba, sus pies se movieron rápidamente hacia la salida.
-Querida Amelia ¿Qué tal te fue en tu cita?¿Encontraste al indicado?- La voz cariñosa de su tío vino desde la otra línea, sonando preocupado pero a la vez como si pidiese chisme.
Cuando la madre de Amelia falleció, el hermano mayor de la mujer se hizo cargo de la niña, y ya que él no tenía hijos, la trato como su propia hija. Siendo la única hija de su adorada hermanita menor, siempre se esforzó mucho por darle todo lo mejor a su sobrina bajo el apoyo de su esposa.
Gracias a este tío y a su esposa, Amelia logró sobre llevar la muerte de sus padres, quienes fallecieron de forma prematura en un accidente automovilístico.
-Es lo mismo de siempre, mi profesión es un desagrado para ellos. Tío, quiero darme por vencida con esto de las citas.- Hablo la joven en voz baja, saliendo de la recepción, sus ojos se cerraron y suspiro un poco, tratando de hacer que sintiera su frustración.
-Querida, ser una luchadora de Artes Marciales mixtas causa malas expectativas en los hombres. Te hace ver poco femenina, ya que es una práctica que realizan normalmente los hombres. Pero como a ti te hace feliz, esta bien, ya no te obligare a seguir asistiendo a esas citas, a cambio, tienes que cocinar nuestro platillo favorito para la cena.- Dijo el hombre de mediana edad con seriedad, apoyando la decisión de su sobrina con sinceridad.
Simplemente no tenía el corazón para hacer que su sobrina dejara de lado algo que le apasionaba tan solo para buscar otra cosa. Estaba bien con lo que su sobrina desidiese.
-¡Gracias, Tío, eres el mejor!- Exclamó contenta la joven, mostrando una sonrisa alegre y emocionada. Ella miro a ambos lados de la calle y colocó su pie en la carretera, lista para pasar.
-Entonces comprare los ingredientes, regresaré a casa temprano, espera...- Con una sonrisa, la chica dio aviso, sin embargo, antes de que pudiese terminar, el fuerte pitido de un coche resonó de la nada, seguido de los gritos de la gente.
Los ojos de Amelia se abrieron como platos cuando el automóvil apareció de repente ante sus ojos a toda velocidad.
"Juro que me fije a ambos lados antes de cruzar ¿Entonces por qué...?" Un fuerte estruendo hizo eco en la carretera cuando el automóvil coliciono contra Amelia, quien rodó al menos unos 10 metros sobre la acera antes de detenerse, boca abajo y mirando a la nada con los ojos muy abiertos.
La sangre salía lentamente de su cuerpo, tiñendo la acera de rojo y rodeandola.
-¡AMELIA!¿QUÉ FUE ESO?¿QUÉ ACABA DE PASAR?- En la mano casi destruida de la joven, yacían el celular, intacto, de él, la voz del tío de la chica aún se hacía presente.
Las lágrimas brotaron de los ojos de Amelia, no podía sentir absolutamente nada en su cuerpo, sin embargo, el dolor mental era insoportable.
-Ti~tío... Lo... lo sien...to... no podré... llegar a casa hoy...- Las gotas de sangre salieron de sus comisuras con lentitud, tratando de forzar una sonrisa, dos lágrimas se deslizaron por sus mejillas antes de que su respiración se detuviera por completo.
"Matthew Liang..." Fue el último pensamiento que tuvo antes de morir.
Ya poniéndome sería, está buenísima la guerra pero aún no acaba 🥺 todo puede pasar, ese desgraciado infeliz príncipe tenía todo planeado, al sentirse acorralado se volvió más peligroso, falta que llegue nuestro Matthew y se armé más el desmadre