La mañana amaneció clara y vibrante.
El aire olía a esperanza y azúcar.
Mariel e Isac se despertaron temprano, empacaron cuidadosamente todos los postres y utensilios, y caminaron hasta el cruce de la avenida principal, justo donde las cafeterías y boutiques comenzaban a abrir sus puertas.
Colocaron su mesa bajo un toldo blanco, decorado con flores secas y un cartel escrito a mano que decía:
“Dulce Herencia – Repostería casera con alma”
Las tartaletas brillaban con frutas frescas, las galletas de lavanda desprendían un aroma delicado, y los pastelitos de limón, glaseados con un toque dorado, atrapaban miradas con solo pasar.
Mariel atendía con una sonrisa dulce pero firme, mientras Isac ofrecía muestras con el carisma de un vendedor nato. En menos de una hora, ya tenían varios clientes habituales preguntando por el horario de atención.
—¡¿Esto lo haces tú sola?! —preguntó una mujer mientras probaba una galleta.
—Con ayuda de mi hermano. Pero sí, recetas familiares. Todo hecho en casa.
—¡Quiero encargar una caja completa para la próxima semana!
Risas, elogios, ventas constantes.
Era un éxito rotundo.
Isac, con las manos llenas de billetes y sonrisas, murmuró:
—Mamá va a desmayarse de orgullo cuando le contemos.
La tarde llegó y el último pastelito fue entregado.
Mariel respiró profundo, con el corazón hinchado de felicidad.
Estaban por recoger, cuando la sombra de una figura alta y elegante se detuvo frente a su mesa vacía.
Un hombre de traje oscuro, cabello peinado hacia atrás y un aire de arrogancia estudiada, los observaba en silencio.
Su mirada no era curiosa, ni amable. Era calculadora. Fría.
—Vaya… así que esto es lo que hace la hija del otro mundo mientras mi hija sufre en casa. —dijo con voz grave, educada… pero cargada de veneno.
Isac se tensó de inmediato.
Mariel también, reconociendo al instante a ese hombre de la descripción de Caleb.
—¿Usted es… el padre de Estela? —preguntó Mariel, con voz firme.
—Eres lista. Has causado más problemas de los que imaginas, jovencita.
Y este jueguito de postres caseros… no durará mucho.
Isac dio un paso al frente, los ojos resplandeciendo con furia.
—¿Vienes a amenazarla?
—No, no… solo vine a observar.
Y a recordarle que no todos los cuentos terminan felices.
Algunos terminan… en deuda. Y traición.
Mariel lo sostuvo con la mirada, sin retroceder.
Su voz fue tan suave como un susurro… pero firme como un trueno.
—Dígale a su hija que yo no lucho por lo que me pertenece, el solo viene a mi sin rogarle, Caleb es mío, podre sonar arrogante pero si yo quiero lo retengo a mi lado y cuando no lo quiera se lo cedere a su hija, yo no necesito de trucos baratos para retener a un hombre. Caleb es mi alma gemela y eso nadie lo cambiará.
Y usted…si cree que esto es solo un juego, entonces aún no conoce a una hija del clan Lican.—dijo mientras el color de sus ojos cambiaba a un dorado brillante.
El hombre sonrió, como si le divirtiera el desafío.
Se giró y se marchó sin decir más,
pero Mariel e Isac sabían que esa visita no era el final…
Era solo el principio de algo más grande.
...----------------...
La noche había caído, y Mariel dormía profundamente tras un largo y exitoso día.
El cansancio de su cuerpo venció incluso a sus pensamientos, y por fin, encontró descanso en la calidez de las sábanas.
Isac, en cambio, no podía dormir.
Sentado al borde de la cama, con el ceño fruncido y los brazos cruzados, pensaba en aquel hombre de mirada venenosa, que había aparecido justo cuando el negocio empezaba a florecer.
El padre de Estela.
Frío. Peligroso. Y ahora… interesado en su hermana.
No.
No iba a quedarse de brazos cruzados.
Sacó con cuidado el arete de comunicación.
Lo sostuvo entre sus dedos, susurrando con voz baja para no despertar a Mariel.
—Ciel necesito hablar con nuestros padres. A todos.
La conexión se activó, y uno a uno, las cinco voces familiares aparecieron como si estuvieran en un círculo invisible: Kael, Lior, Rhazan, Tairon y Garrik.
—¿Pasó algo? —preguntó Kael de inmediato.
—¿Mariel está bien? —agregó Garrik, su voz tensa.
Isac asintió, pero no sonrió.
—Está bien… por ahora. Pero alguien vino hoy.
Después del primer día exitoso en la avenida, justo cuando ya habíamos vendido todo… apareció él.
El padre de Estela.
Un silencio incómodo se apoderó del vínculo.
Los cinco hombres se tensaron al instante.
—¿Qué dijo? —preguntó Rhazan, su mirada aguda como una hoja afilada.
—Insinuaciones. Veneno. Amenazas veladas.
Dijo que Mariel había causado más problemas de los que imagina…
y que su “jueguito” no duraría mucho.
Tairon frunció el ceño.
—No me gusta eso. Puede descubrir como mariel viajo a la Tierra.
—Y si conoce los portales, sabe cómo llegar hasta aquí. —agregó Lior, con preocupación.
Garrik apretó los dientes.
—¿Y Mariel? ¿Lo enfrentó?
—Con más fuerza que muchos guerreros. No retrocedió ni un paso.
Pero por eso mismo… sé que están empezando a mover piezas.
Y no quise decirle nada aún. Ella necesita tranquilidad.
Kael asintió, con su porte de líder.
—Hiciste bien.
Nosotros nos prepararemos. Si ese hombre cruza una línea más… no tendrá escapatoria.
—Y si se atreve a poner un dedo sobre Mariel… —gruñó Garrik—que los dioses le tengan piedad, porque yo no.
Isac asintió con respeto.
—Gracias. No quería quedarme callado.
Solo… estén alertas. El juego comenzó.
—Y no lo vamos a perder. —dijo Kael.
La conexión se apagó.
Isac guardó el arete y volvió a mirar a su hermana, dormida.
Aún no sabía todo lo que estaba en juego.
Pero cuando lo supiera… no estaría sola.
Jamás.
...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...
El sol del mediodía caía con intensidad sobre la ciudad, pero en la esquina donde se encontraba la mesa blanca de “Dulce Herencia”, el aroma a tartaletas, galletas y pasteles seguía atrayendo a los transeúntes.
Mariel, con su vestido claro y una trenza que le caía sobre el hombro, atendía con una sonrisa tranquila a cada cliente.
Su habilidad con los sabores y su carisma natural habían ganado ya varios rostros conocidos.
—Una tartaleta de frambuesa y una galleta de lavanda, por favor.
—¡Claro! ¿Desea una bebida para acompañar?
Todo marchaba perfecto… hasta que Isac se acercó con el rostro ligeramente preocupado.
—Se nos acabó la mantequilla, la harina y casi todas las frutas.
Voy al supermercado antes de que sea más tarde.
Mariel alzó una ceja.
—¿Solo vas tú?
—Sí. Es cerca y tú puedes manejar esto sola un rato, ¿no?
Solo… mantente alerta.
Ya sabes. Por si alguien indeseado decide aparecer otra vez.
Ella asintió, tomando una servilleta con elegancia.
—Estaré bien.
Haz lo tuyo y vuelve rápido.
Isac sonrió con cariño, pero sus ojos aún tenían un leve brillo de preocupación.
Apretó ligeramente el collar con perlas que Valen le había regalado a Mariel, asegurándose de que ella lo llevaba puesto.
—Si pasa algo… solo háblale. Él vendrá.
Mariel sonrió con suavidad.
—Lo sé.
Ve tranquilo.
Y así, Isac desapareció entre la multitud.
Mariel quedó sola, rodeada de aromas dulces, flores secas decorativas, y una caja de madera que ya casi no tenía cambio.
Continuó atendiendo con elegancia, hasta que los clientes comenzaron a disminuir por el calor.
Quedó sentada bajo el toldo, abanicándose con una caja vacía mientras observaba la avenida.
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Comments
Mitsuki G
En verdad les estaba yendo mejor ahí en la avenida que se vendió todo pero ahí va el ambicioso arruinando el momento con sus amenazas aunque me agrado mucho que los padres están atentos a todos y están para ellos para cualquier cosa ya que un sujeto así es capaz de todo
2025-04-04
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