La verdad que quema.
El silencio que cayó tras la declaración de la mujer embarazada era tan denso que se podía cortar con un cuchillo.
Mariel tenía los ojos fijos en Caleb, la respiración contenida, y una punzada en el pecho que dolía más que cualquier herida.
Él seguía sin decir nada, el abrazo aún presente en su piel, pero la mirada… rota.
—Mariel, espera… —susurró Caleb, dando un paso hacia ella—. No es lo que piensas.
Ella no respondió. Solo lo miraba, sus ojos grandes llenos de confusión, rabia contenida y… decepción.
—¿Entonces qué es? —preguntó ella finalmente, con la voz quebrada—.
¿Qué se supone que piense cuando aparece una mujer embarazada reclamándote como el padre de su hijo… justo después de que me abrazas como si no hubieras roto nada?
—¡Porque no te mentí sobre lo que siento! —soltó Caleb, desesperado—¡Mariel, no fue amor, no fue elección! Fue un error… manipulación. Hay cosas que no puedes entender aún.
La mujer embarazada se echó a reír con ironía.
—¿Así le vas a vender la historia? ¿Que soy solo una "consecuencia"? Qué fácil borras lo que has hecho, Caleb. ¿Y delante de ella? Qué cruel.
—¡Tú cállate! —rugió Isac, interponiéndose de pronto entre Caleb y Mariel, con los ojos encendidos de furia.—¿Te das cuenta de lo que hiciste? ¿De lo que estás haciendo? Cinco años sin dar señales, y vienes con tu traje caro, un bebé en camino y media historia entre los labios… ¿Y pretendes que ella entienda sin cuestionarte?
Caleb intentó mantener la compostura, pero su mandíbula se tensó.
—No le estoy ocultando nada por conveniencia, Isac. Estoy tratando de protegerla. Hay cosas… cosas que ustedes no saben, que nadie sabe. Y si hablo sin cuidado, puedo ponerla en peligro.
—¿Ponerla en peligro? —bufó Isac, sin moverse un centímetro—¡Tú ya la pusiste en peligro cuando no regresaste! Cuando la dejaste esperándote día tras día como si no valiera nada.
Mariel respiraba con fuerza, su pecho subía y bajaba agitado. El collar de perlas que Valen le dio temblaba contra su piel.
—¿Entonces qué es ella para ti? —preguntó finalmente, señalando a la mujer con el mentón—.
—¿Y ese bebé? ¿También lo estás protegiendo con silencio? ¿O solo soy yo la que no merece saberlo todo?
Caleb dio otro paso, su mirada entre el ruego y la desesperación.
—Te lo contaré todo. Te lo juro, Mariel. Solo… no aquí afuera. No ahora. Dame una oportunidad para explicarte.
La mujer rodó los ojos, cruzando los brazos.
—Claro, amor, ve con ella. Yo solo estoy aquí, dándole vida a tu hijo mientras tú corres detrás de tu pasado.
Isac gruñó, furioso.
—Un comentario más, y juro que no me contengo.
Mariel levantó una mano. Su voz, temblorosa pero firme.
—Basta. Porfavor.
Mañana… nos vemos, ahora no quiero verte. Los tres. Y más te vale, Caleb, que me digas toda la verdad. Porque si no… esta vez seré yo la que desaparezca. Y no volveré.
Y sin esperar respuesta, se giró y entró a la casa, con el corazón hecho trizas… pero con la dignidad intacta.
Apenas la puerta se cerró detrás de ella, Mariel dejó caer la fachada que había sostenido con tanto esfuerzo.
Sus pasos vacilaron, sus piernas temblaron, y cuando llegó al centro de la sala, simplemente cayó de rodillas.
Las lágrimas brotaron sin freno.
Gotas silenciosas al principio, pero luego sollozos rotos, desesperados.
Toda la esperanza acumulada, toda la ilusión protegida durante cinco años… se rompió en su pecho como cristal.
—¿Por qué…? —susurró entre sollozos—¿Por qué me abrazó así si estaba con otra? ¿Por qué me miró como si aún me amara… si ya había elegido a alguien más?
Isac no dijo nada al principio.
Simplemente se acercó, se agachó y la envolvió en sus brazos.
La sostuvo fuerte, apretándola contra su pecho mientras ella temblaba entre lágrimas.
—Llora, hermana. Sácalo todo. Estoy aquí.
Mariel se aferró a él con fuerza, como si estuviera ahogándose y su hermano fuera la única tabla a la que podía aferrarse.
—Me mintió, Isac… —dijo entre sollozos—Me miró a los ojos y me mintió. Me abrazó con esos brazos que ahora acarician a otra mujer. ¿Cómo pude ser tan tonta… tan ingenua?
Isac apretó los dientes, sintiendo su propia rabia hervirle en las venas.
El pecho de su hermana se sacudía contra él, y su olor a tristeza era casi insoportable.
—No fuiste tonta. Solo fuiste leal. Leal a un lazo que él no supo cuidar.
La acarició suavemente el cabello.
—Pero si él cree que va a romperte con una mentira… no me conoce.
Y si vuelve a acercarse con falsedades… esta vez no me contendré.
Mariel rió entre lágrimas, ahogada, rota, pero aún así sonriendo.
—Tú siempre querías pelear, incluso cuando éramos niños.
—Y tú siempre me dabas razones para hacerlo. —respondió él con una sonrisa triste.
Se quedaron así por un largo rato.
Hermana y hermano.
Uno desmoronándose.
El otro sosteniéndola como la roca que siempre había sido.
Y aunque el dolor no se fue…
por primera vez desde que cruzaron el portal, Mariel se permitió llorar.
Y sanar.
...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...
Las puertas del penthouse se abrieron con fuerza, y Caleb entró como una tormenta.
Arrojó el saco contra el suelo, el reloj contra la mesa, y su celular rebotó en el sofá con un golpe seco.
El cristal del ventanal reflejaba su rostro desencajado, los ojos encendidos de ira, el pecho subiendo y bajando como si estuviera conteniendo una explosión.
—¡Maldita sea, Estela! —rugió, girando sobre sus talones al escuchar los pasos elegantes tras él.
—¿Qué demonios te hizo pensar que era buena idea seguirme hasta allá?
Estela entró con la misma calma con la que una víbora se arrastra por la hierba, sus tacones resonando sobre el mármol.
Acariciaba su vientre con aire teatral, la sonrisa apenas contenida.
—Fui a marcar mi territorio. —respondió sin pestañear—Tú puedes mentirle todo lo que quieras, pero ella tiene que saber que tú ya no eres suyo.
El estallido fue inmediato.
Caleb cruzó la distancia en dos pasos, y la acorraló contra la pared.
Su mano se cerró alrededor de su cuello, firme, sin apretar del todo, pero dejando claro su mensaje.
—No vuelvas a hacer algo así. Jamás.
—Y no olvides… que tú no eres más que el resultado de una trampa.
—Ese niño que llevas, no fue concebido por amor. Ni siquiera por deseo.
Los ojos de Estela se agrandaron un segundo, pero su sonrisa no desapareció.
—¿Y qué vas a hacer, Caleb? ¿Asfixiar a la madre de tu hijo? ¿Crees que eso hará que ella te mire como antes?
Caleb la soltó con brusquedad, como si quemara.
Se alejó de ella, pasando ambas manos por su rostro, completamente agotado de contener el veneno.
—Te metiste en mi vida con mentiras… y ahora cargas con una vida por tu ambición.
—No me obligues a hacer lo que juré no volver a hacer nunca más.
Estela se arregló el cuello del vestido con elegancia, orgullosa incluso en el miedo.
—Pero no puedes negarlo, Caleb. Ahora estamos unidos. Para siempre. Y si no es por amor… será por el hijo que llevo.
Él no respondió.
Solo la miró una última vez, el odio y el desprecio tan evidentes que el aire se volvió pesado.
Y luego se encerró en su habitación, dejando a Estela en medio del salón, con la sonrisa vacía… y una victoria que sabía amarga.
...----------------...
El eco de la puerta al cerrarse aún resonaba en el penthouse cuando Estela se dejó caer en el sofá con un suspiro dramático.
Su mano temblorosa buscó su teléfono entre los cojines, y cuando lo tuvo, comenzó a sollozar suavemente, dejando que las lágrimas —reales o no— resbalaran por su rostro perfectamente maquillado.
Teatral. Deliberada. Letal.
Con un dedo delicado marcó un número que tenía memorizado desde niña.
Uno que rara vez usaba… pero que nunca olvidaba.
El tono sonó solo una vez antes de que una voz áspera, profunda y carente de compasión se escuchara al otro lado.
—¿Quién se atreve a molestarme a esta hora?
Estela apretó los labios, bajando el tono hasta hacerlo temblar.
—Papi… snif… papi, soy yo… —sollozó—
—Caleb… Caleb me lastimó.
—Me empujó, me gritó… todo por esa mujer. ¡Por ella! ¡Me va a quitar lo que es mío!
Hubo un largo silencio al otro lado.
—¿La muchacha del otro mundo?
—¡Sí! ¡Esa! Ella volvió, papi, y él ya no me mira igual… tienes que ayudarme.
Tienes que protegerme. ¡Tienes que proteger a tu nieto! —susurró con voz rota, acariciando su vientre con una mezcla de falsa ternura y cálculo meticuloso.
—Caleb te prometió protección. Si rompió ese trato, ya no lo necesito de mi lado. —la voz al otro lado se volvió más fría, más peligrosa.
Estela sonrió suavemente, aún llorando.
—Él ya no es confiable. Pero yo sí, papi. Yo te pertenezco. Y ese bebé también.
Una pausa. Luego, la voz se volvió grave, casi gutural.
—Dame tres días. Quiero un informe completo de esa mujer…
su historia, su debilidad… y su familia.
Y Estela… no llores más. Papá se encargará de todo.
Ella colgó con una sonrisa perversa, limpiando sus lágrimas con calma.
Luego miró al techo del lujoso penthouse, saboreando cada segundo del caos que estaba por desatar.
—Vamos a jugar, Mariel. Pero esta vez… tú vas a perder.
...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...
La casa estaba en silencio, y la noche avanzaba despacio mientras la respiración de Mariel se volvió suave y acompasada, su cuerpo agotado por el impacto del día, finalmente cediendo al sueño.
Isac la sostuvo con cuidado.
Su hermana, tan fuerte y decidida… ahora descansaba rota entre sus brazos.
La cargó con ternura, cruzando el pasillo hasta la habitación que habían limpiado juntos la noche anterior.
La acomodó sobre la cama con delicadeza, arropándola como solía hacer cuando eran niños y ella tenía pesadillas.
Se quedó allí un instante, solo mirándola.
—No dejaré que te hagan daño. —susurró.
Con pasos silenciosos, Isac fue a su mochila y sacó un pequeño estuche de cuero.
Dentro reposaban los aretes de perlas azules que Ciel les había entregado antes de partir.
Los tomó, se colocó uno, y presionó el centro con dos dedos mientras cerraba los ojos.
—Ciel… soy yo. ¿Me escuchas?
El sonido fue leve, como si las olas respondieran primero.
Luego, la voz clara del pequeño tritón resonó en su oído:
—¡Isac! ¿Todo está bien? ¿Mariel está bien?
—Está… descansando. Pasamos por algo complicado.
Necesito pedirte algo. Urgente.
—Dime. Lo que quieras.
Isac respiró hondo.
—Préstale el arete a papá Garrik. Necesito hablar con él.
Hubo una breve pausa al otro lado.
Luego, pasos rápidos y una voz lejana diciendo “¡Papá, es Isac! ¡Te busca!”
A los pocos segundos, la voz profunda de Garrik retumbó al otro lado del canal.
—¿Hijo? ¿Qué ocurrió? ¿Dónde está Mariel? ¿Está bien?
Isac apretó los ojos con fuerza. Solo escuchar la voz de su padre lo hizo sentir un poco más fuerte.
—Está bien, papá. Pero no completamente. Necesito tu consejo… y tu fuerza.
—Caleb no es quien pensábamos. Y aquí hay más cosas que huelen mal.
Garrik guardó silencio un segundo.
—Dime todo, hijo. Desde el principio. Esta vez, si tengo que cruzar a ese mundo… no dudaré.
Isac asintió, apretando el arete en su oído mientras miraba por la ventana, donde las luces de la ciudad no dejaban dormir.
—Te lo contaré todo, papá. Pero prométeme algo…
si llega el momento… no me detendrás.
Y del otro lado, la voz del lobo alfa respondió, grave, decidida:
—Nunca lo haría. No cuando se trata de proteger a los nuestros.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 23 Episodes
Comments
Mitsuki G
Así que esa golfa deseaba lo que había logrado este Caleb para eso lo engatuzo lo drogo lo más seguro para embarazarse y como no es útil solo para chillar con su padre para tener todo lo que quiera y no entiende a Caleb si ve que solo es un juguete de una víbora consentida de su padre manda a todo a volar deja esos negocios que no le sirven en el mundo de Mariel y va con ella como Luciana dejando todo atrás y vivir solo ahí y manda a volar a esa víbora solo le quita el niño y se van todos a su mundo total no creó que la víbora logré ir a ese mundo y que sea sincero diga que es el jueguete de esa planean quitarle el niño y sin importar perder lo de ahí ya que ahí no está su gente y dejarlo a los otros que estaban con él en verdad puede más las ganas de quedarse lo suyo lo material que él amor de mandar todo por alguien en otro lado
2025-04-01
2