El sol comenzaba a bajar, tiñendo el cielo de tonos dorados y lavanda que entraban por los ventanales del restaurante.
La reunión había concluido de forma armoniosa, con acuerdos firmados y nuevos caminos trazados.
Pero más allá de los contratos y las palabras formales, había algo en el ambiente que no se había dicho… y que sin embargo, todos habían sentido.
Ailín fue la primera en levantarse. Se acercó a Isac con una sonrisa tranquila, algo más suave que las que le había mostrado en días anteriores.
Sin decir mucho, le tomó la mano por un breve instante.
—Fue un gusto compartir esta comida con ustedes.
Espero que podamos vernos más seguido.
Isac asintió, aunque por dentro sentía que cualquier palabra suya se iba a quedar corta.
Le sostuvo la mirada un segundo más de lo necesario, pero luego apartó los ojos con una sonrisa leve.
Amara se acercó a Mariel, tomándole ambas manos con delicadeza.
—Estoy feliz de que hayan aceptado.
Y aún más de conocerlos.
Tienen una luz distinta, y eso no se enseña… se nace con ella.
Cuídate, querida. Esto es apenas el comienzo.
Mariel la abrazó con respeto y agradecimiento sincero.
—Gracias por creer en nosotros.
Lo honraremos.
Finalmente, quedó Thierry.
Se había mantenido en silencio los últimos minutos, observando, midiendo… sintiendo.
Cuando se acercó a Mariel, lo hizo con calma.
—Fue un placer conocerte. Y aún más… descubrir tu forma de ver el mundo.
Eres diferente. Eso se nota.
Mariel lo miró, con una sonrisa breve, un poco nerviosa.
—Gracias.
Fue un gusto conocerte también.
Gracias por la oportunidad.
Thierry quiso decir algo más.
Quiso preguntarle por la historia detrás de esa mirada serena que lo descolocaba sin razón aparente.
Pero se contuvo.
Porque sabía que si hablaba ahora, no lo haría como empresario…
Lo haría como hombre.
Y no estaba seguro de si era el momento.
—Te veré pronto y espero con ansias probar el siguiente postre. —dijo finalmente, con una media sonrisa.
Mariel rió suave, bajando la mirada apenas.
—No te decepcionaré.
...----------------...
Y mientras el auto los llevaba de regreso a casa, Mariel miró por la ventana, acariciando inconscientemente su collar.
No sabía aún lo que se estaba gestando… pero su corazón, de forma suave, ya empezaba a latir distinto.
El auto se detuvo frente a la pequeña casa, y el silencio que los recibió fue como un suspiro largo y necesario.
Isac cerró la puerta tras ellos, y ambos caminaron lentamente hacia la entrada como si no quisieran romper la calma del anochecer.
Al cruzar el umbral, Mariel se quitó los zapatos, estiró los brazos y soltó un suspiro suave.
—Estoy agotada… pero feliz.
Fue… una reunión distinta. Más humana de lo que esperaba.
Isac dejó las llaves sobre la mesa y se apoyó en el respaldo del sofá, observando a su hermana.
La expresión de ella era serena, pero él notaba los pequeños detalles:
la forma en que acariciaba su collar, cómo se quedaba mirando al vacío por segundos.
—Sí, fue un buen comienzo.
Pero ahora… hay algo que debemos hacer antes de que se nos olvide. —dijo él, con tono serio.
Mariel lo miró, extrañada.
—¿Qué?
Isac cruzó los brazos.
—El hechizo, ya pasamos demasiado tiempo sin reforzarlo. Si vamos a estar más cerca de ellos, y si ese Thierry se sigue acercando como hoy…no podemos arriesgarnos a que algo se note.
Mariel abrió los ojos, como quien recuerda de golpe algo importante.
—Tienes razón…Mis ojos casi brillaron con la luz del ventanal y tu aura estaba más densa.
Isac asintió en silencio.
—Sí.
Así que mejor lo reforzamos ahora.
¿Tienes la piedra de niebla y las gotas de luna?
Mariel fue a su habitación y sacó de una pequeña caja de madera dos frascos, uno de vidrio opaco y otro con líquido plateado.
Volvió con ellos en las manos y se sentaron juntos sobre una alfombra tejida por Luciana.
Los dos cerraron los ojos, respiraron profundo y comenzaron el canto.
Era un hechizo antiguo que encontraron cuando eran niños y luciana les platico de su mundo, sencillo en palabras, pero fuerte en intención.
No borraba quiénes eran… solo cubría con un velo sus verdades más profundas.
Lo suficiente para moverse entre humanos sin levantar sospechas.
Cuando el aire en la habitación se tornó más liviano y una brisa invisible rozó sus mejillas, supieron que el hechizo estaba completo.
Mariel abrió los ojos lentamente.
—A veces me pesa tener que ocultarlo…pero entiendo que es lo necesario no es por miedo. Es por protección.
Isac se acercó y le revolvió suavemente el cabello.
—Y cuando sea el momento…cuando estemos listos, entonces dejaremos que vean quiénes somos.
Pero no antes.
Mariel sonrió y asintió.
Y esa noche, mientras se acostaban,
el hechizo de niebla protegía sus formas,
pero no podía ocultar lo que ya se estaba despertando en sus corazones.
...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...
El amanecer llegó con un cielo despejado, y la brisa fresca que entraba por las ventanas llenaba la casa con una sensación renovada.
Mariel se despertó temprano, repasó su lista mental de tareas y eligió un conjunto elegante pero cómodo, en tonos suaves.
Su cabello caía en ondas naturales, y sus aretes de perlas azul profundo seguían adornando su rostro con discreta belleza.
Isac, por su parte, eligió una camisa gris clara y pantalones azul oscuro.
Ambos se movían con tranquilidad por la cocina, compartiendo un desayuno sencillo: pan tostado, frutas y un poco de té.
Nada fuera de lo común, excepto la energía ligera y emocionada que vibraba en el aire.
—¿Estás lista? —preguntó Isac, terminando su segundo té.
—Lo estoy. Y ¿Tú? —le respondió ella con una sonrisa tranquila.
—Siempre. Aunque… —bajó la voz mientras miraba por la ventana—No esperaba que él viniera personalmente.**
Justo entonces, un auto negro se detuvo frente a la casa.
Mariel se levantó y acomodó la caja con algunos bocadillos recién preparados, pensados como una especie de bienvenida simbólica para el equipo.
Isac la siguió, y ambos salieron justo cuando Thierry bajaba del auto.
El empresario vestía un traje oscuro sin corbata, con el primer botón de la camisa desabrochado y un reloj plateado simple en la muñeca.
Apenas puso los pies en la acera, levantó la mirada… y la vio.
Mariel sonrió con naturalidad.
Pero los ojos de Thierry, por un breve instante, se iluminaron.
No fue un destello exagerado.
Fue una expresión leve, tan fugaz como real: una mezcla de asombro, agrado y algo más profundo.
Isac lo notó.
No dijo nada, ni frunció el ceño.
Solo lo observó, y lo guardó en silencio.
—Buenos días. —dijo Thierry con una voz más suave de lo usual, como si esa mañana se hubiera levantado diferente.
—Buenos días. —respondió Mariel, ofreciendo la caja
—Trajimos algo para compartir con el equipo. Nada demasiado elaborado… solo algo hecho en casa.
Thierry tomó la caja con cuidado, sin apartar del todo la mirada de ella.
—Seguro que será perfecto.
¿Listos para su primer día oficial?
—Siempre. —dijo Isac, subiendo al auto tras su hermana.
Mientras el auto arrancaba rumbo a la sede de D’Argent,
el silencio entre los tres no era incómodo, sino lleno de pensamientos.
Unos más evidentes.
Otros, aún ocultos.
Pero todos latiendo con fuerza.
...----------------...
El trayecto fue tranquilo, y aunque casi no cruzaron palabras, la tensión se sentía más como expectativa que incomodidad.
Thierry conducía con seguridad, y de vez en cuando, observaba a Mariel por el espejo retrovisor.
Ella, por su parte, miraba la ciudad a través del cristal, repasando mentalmente cada paso que daría ese día.
Cuando llegaron al edificio, el mismo donde habían firmado el contrato, todo parecía distinto.
Thierry los condujo por un pasillo lateral que daba acceso a un ascensor exclusivo.
Subieron al sexto piso, donde un ala completa del edificio se destinaba a nuevos proyectos creativos.
Al abrirse las puertas, lo primero que sintieron fue el aroma a café recién hecho y masa dulce.
Lo segundo, las miradas.
Había unas ocho personas en el lugar: diseñadores, asistentes, jefes de marketing.
Todos detuvieron lo que hacían al ver a Thierry entrar con Mariel e Isac.
—Buenos días. —saludó él con voz firme pero tranquila—
—Como les comenté por interno, hoy se integran oficialmente Mariel e Isac, creadores de Dulce Herencia.
A partir de ahora, trabajaremos con ellos para el desarrollo exclusivo de postres para nuestras experiencias premium.
Quiero que los apoyen en todo lo que necesiten.**
Mariel dio un paso al frente con una sonrisa sincera.
—Un gusto conocerlos.
Esperamos que esta colaboración sea tan dulce como nuestros sabores.
Eso provocó una risa ligera en el grupo, relajando el ambiente.
Isac solo asintió con un gesto amable, observando cada rostro con la calma de quien prefiere analizar antes de hablar.
Una joven de cabello corto y gafas redondas se adelantó.
—Hola, soy Dana, responsable de marketing visual.
Y también, amante del azúcar.
Cualquier cosa que necesiten para diseño, fotografía o difusión, pueden venir a mí.
—Y yo soy Marcos, jefe de logística.
Si algo falta, yo lo consigo. O al menos, lo intento.
Así, uno a uno, fueron presentándose.
Había calidez en el ambiente, y una sincera curiosidad por conocer lo que Mariel e Isac tenían para ofrecer.
No eran solo reposteros. Traían consigo una esencia distinta, algo que incluso los más escépticos podían percibir.
Thierry los acompañó hasta el laboratorio de pruebas —una cocina moderna y luminosa equipada con todo tipo de utensilios, hornos y vitrinas— y dejó la caja de tartas sobre la isla central.
—Este espacio es suyo.
Queremos que se sientan cómodos para crear, probar, equivocarse y volver a intentar.
Aquí no se les exige perfección… solo autenticidad.
Mariel acarició con los dedos la superficie del mármol y exhaló con tranquilidad.
—Gracias por este espacio.
Lo haremos valer.
Y mientras Thierry los observaba desde la puerta,
no solo vio una marca nacer…
sino algo más.
Algo que, aunque no podía nombrar aún, lo seguía llamando sin remedio.
...----------------...
La cocina era amplia, iluminada, con estanterías impecables, hornos digitales y una isla central que parecía pedir ser usada.
Mariel caminó lentamente por el espacio, reconociendo cada rincón como si pudiera leer sus posibilidades.
Isac, más práctico, ya había abierto el refrigerador para ver los ingredientes disponibles.
—Tenemos de todo.
No hay excusas. —comentó él con una media sonrisa.
—Entonces, manos a la obra. —respondió Mariel, ya arremangándose el vestido para atarse el delantal.
El primer menú no debía ser pretencioso, sino memorable.
Una muestra de lo que podían lograr con pocos ingredientes y mucho corazón.
Mientras Isac preparaba una base de bizcocho suave con esencia de vainilla floral, Mariel comenzó con su especialidad:
una crema de cítricos con toque de lavanda y merengue caramelizado.
Después al otro lado de la isla, ambos dibujaban ideas en papeles improvisados con lápices de colores, probaban texturas, discutían proporciones.
Dana entraba y salía con su cámara, tomando fotos mientras reía entre comentarios de:
“¡Esto va a romper redes!”
y “¡Voy a engordar con ustedes, y lo acepto!”.
El ambiente era vibrante. Creativo.
Y conforme el día avanzaba, el aroma a mantequilla dorada y ralladura de limón impregnaba el lugar.
A eso de las cinco de la tarde, los hornos se apagaron, las mangas se bajaron y los suspiros comenzaron a escucharse.
Isac se sentó en una de las sillas, estirando los brazos.
—Creo que si sigo de pie un minuto más, me desarmo.
Dana asomó la cabeza desde la oficina contigua.
—¡Hora de un descanso! Vamos por algo de comer.
¿Se apuntan?
—¿Nos invitas a nosotros también? —preguntó Mariel con una sonrisa entre curiosa y cansada.
—Por supuesto. Somos equipo, ¿no?
Isac miró a Mariel, quien asintió encantada.
Ya se estaba limpiando las manos cuando la puerta principal se abrió y una figura bien vestida apareció en el umbral.
—¿Qué están planeando sin mí? —preguntó Thierry con una media sonrisa, como si lo hubieran convocado mentalmente.
Dana alzó una ceja.
—¿Nos estás… espiando, jefe?
—Solo pasaba por aquí. —dijo Thierry con fingida inocencia—
—Y escuché la palabra “comer", así que… me uno.
Si me invitan, claro.**
Isac rodó los ojos con una sonrisa sutil.
—¿Tenemos opción?
—No. —respondió Thierry con tranquilidad.
Mariel solo rió.
...----------------...
El restaurante era amplio, elegante y con ventanales que daban a una avenida principal repleta de luces nocturnas.
Mesas con manteles blancos, música suave de fondo y camareros que se movían con precisión y discreción.
Thierry caminó al frente, guiando al grupo con la seguridad de quien conoce el lugar de memoria.
Se dirigió directamente al anfitrión y murmuró con voz firme:
—Mesa VVIP, a nombre de D’Argent.
El gesto fue automático.
El personal se movilizó de inmediato y los condujo a una sección apartada del restaurante, más íntima, con una vista panorámica de la ciudad.
Las sonrisas del equipo lo decían todo.
—Wow, esto sí que es nivel. —murmuró Dana mientras se acomodaba.
—Espero que la comida sea tan buena como la vista. —añadió Marcos, hojeando el menú con emoción.
Mariel se sentó entre Isac y Dana, aún con una mezcla de alegría y sorpresa por lo bien que la noche estaba fluyendo.
Pero justo cuando tomó el menú… sintió una leve vibración en el lóbulo de su oreja.
No fue molesto.
Fue… familiar.
Su corazón dio un pequeño vuelco.
Con delicadeza, llevó una mano al arete y su sonrisa se suavizó.
—Disculpen… voy al baño un momento. —dijo con naturalidad mientras se levantaba con calma.
Nadie sospechó nada.
Thierry la siguió con la mirada, y aunque no dijo nada, sus ojos permanecieron en la dirección en la que ella había desaparecido unos segundos más de lo necesario.
Mariel entró al baño, cerró la puerta tras ella y se aseguró de que no hubiera nadie.
Luego, con una ligera presión sobre la perla del arete derecho, susurró:
—¿Valen? ¿Ciel?
—¡Maaaaarieeel! —respondió una voz alegre al instante.
Era Ciel, emocionado como si la hubiera estado esperando todo el día.
—¿Estás bien? ¿Comiste? ¿Estás feliz? —preguntó todo de golpe.
—Ciel… estoy bien. Estoy justo por cenar.
¿Y tú? ¿Todo bien allá?
La voz de Valen llegó después, más tranquila, más firme.
—Solo queríamos escucharte.
Sabíamos que hoy era importante, y Ciel estaba inquieto.
Dijo que sentía que tu energía estaba diferente.
Mariel se apoyó contra la pared, conteniendo las lágrimas.
No de tristeza, sino de ternura pura.
—Estoy bien. Hoy firmamos el contrato, empezamos a trabajar con el equipo…
y Thierry… el nieto de la señora Amara, ha sido muy amable.
Es mucho que procesar, pero… lo estamos haciendo bien.
—Sabíamos que lo harías. —dijo Valen con orgullo—Mamá está bien. Papá Garrik dice que te extraña.
Todos nuestros padres y hermanos te extrañan.
Y estamos cuidando de tus flores favoritas.**
Mariel cerró los ojos por un instante, como si pudiera sentirlos a todos abrazándola.
Su hogar. Su mundo. Su esencia.
—Gracias por llamarme.
No saben lo mucho que significa esto para mí.
Denle un beso a mamá de mi parte.
—¡Yo se lo doy! Pero que no sea en la mejilla, ¡yo se lo doy en la frente! —gritó Ciel con entusiasmo, haciendo reír a Mariel.
Con un “los amo” sincero y suave, cerró la conexión con un toque sobre la perla.
Suspiró hondo, se recompuso frente al espejo, y salió del baño.
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Comments
Mitsuki G
En verdad tengo sentimientos encontrados primero si quería que Mariel encontrará a alguien más cuando pensé que Caleb andaba de cama en cama hasta que sin querer embarazo a alguien pero ahora que se que es un plan malvado de un ambicioso y un tonto con poco cobarde no se que pensar no quiero que Mariel lo perdone tan fácil pero tampoco quiero que lo mandé a volar ya que si lo hace ese mal hombre ganará y eso no quiero que gane ese par de ambicioso ya que si lo deja ellos ganarán y no se si pueda quedarse con los dos ya que este Thierry se nota que es alguien que vale la pena no puede ser con su madre y quedarse con los dos? por lo menos este Isac no va tan mal su alma gemela se ve que no le es tan indiferente
2025-04-05
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