El Dolor y Olvido.

Melisa estaba sentada en la camilla del hospital, su corazón latiendo con fuerza mientras miraba la puerta. Habían pasado horas desde que Alicia le sacó sangre y envió las muestras al laboratorio. Aunque intentaba mantenerse tranquila, la espera la estaba matando.

—No puede ser embarazo… no hay forma murmuró para sí misma, cruzando los brazos con fuerza. Alexander siempre fue cuidadoso. Siempre usamos protección. No hay manera de que esté embarazada… ¿verdad?

El silencio de la habitación la abrumaba. Cada segundo que pasaba parecía una eternidad. Finalmente, la puerta se abrió y Alicia entró con un sobre en la mano. Su expresión era seria, casi solemne.

—Meli… dijo suavemente, acercándose a ella.

—No Melisa negó con la cabeza, interrumpiéndola antes de que pudiera continuar. No puede ser. No es posible.

Alicia extendió el sobre hacia ella.

—Mis sospechas eran ciertas. Estás embarazada.

Melisa sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. El mundo pareció detenerse por un momento. Miró el sobre sin atreverse a tocarlo.

—No… no puede ser repitió, esta vez con menos convicción. Alicia, Alexander y yo siempre usamos protección. Siempre.

Alicia suspiró y se sentó a su lado, colocando una mano sobre la de Melisa.

—Mel, ningún método es 100% seguro. Lo más probable es que en algún momento el preservativo se haya roto sin que se dieran cuenta… y aquí estás.

Melisa bajó la mirada hacia su vientre, llevando una mano hacia él casi instintivamente.

—Un bebé… susurró, como si las palabras fueran difíciles de pronunciar.

Para su sorpresa, la idea no la aterraba como había imaginado. En lugar de miedo, una calidez extraña comenzó a extenderse dentro de ella.

—Voy a ser mamá… dijo en voz baja, casi como si estuviera probando las palabras.

Alicia sonrió suavemente y le apretó la mano.

—Sí, amiga. Y sé que serás una increíble madre.

Melisa esbozó una sonrisa tímida.

—Cuando llegue a casa, le diré a Alexander… Espero que lo tome bien.

Mientras tanto, en casa, el sol apenas comenzaba a salir cuando Alexander despertó. Se estiró en la cama, notando la ausencia de Melisa. Sonrió al recordar que aún estaba en su turno.

—Voy a sorprenderla con un desayuno especial murmuró para sí mismo, levantándose de la cama.

Como no sabía cocinar, decidió comprar comida en una cafetería de lujo. Se vistió con rapidez y, antes de salir, se agachó para mirar a Michiru, quien estaba acostado en su camita.

—Ya vengo, gatito. No me extrañes demasiado dijo con una sonrisa.

Michiru le lanzó una mirada de indiferencia, y Alexander rió.

—Voy a comprar comida para tu ama… nuestra princesa. La voy a sorprender.

Con esa idea en mente, salió de casa y se dirigió a una cafetería de primera clase.

Todo iba bien, hasta que un dolor de cabeza insoportable lo golpeó de repente. Alexander se tambaleó y apoyó una mano en la pared. Su visión se nubló, y sintió como si miles de imágenes golpearan su mente al mismo tiempo.

—¡Que demonio hago aqui! exclamó en voz baja, casi como si estuviera recordando algo que había estado oculto durante mucho tiempo.

Vio flashes de su pasado: su padre, su madrastra Débora, el día en que descubrió que ella lo había asesinado, los documentos que había conseguido para desenmascararla, el momento en que lo secuestraron… y su escape.

—Salté de la cajuela de aquel auto… ¿y luego qué? murmuró, confundido.

Se miró a sí mismo, notando su ropa.

—¿Por qué estoy vestido así? ¿Dónde he estado todo este tiempo?

—Señor, ¿se siente bien? la voz del dueño de la cafetería lo sacó de su trance.

Samuel frunció el ceño.

—¿Dónde estoy?

—En una cafetería en el centro de New York. Entró aquí tambaleándose. Le hice oler alcohol para que reaccionara.

Samuel respiró hondo, tratando de ordenar sus pensamientos.

—Mi padre… mi hermano… esa maldita mujer… Tengo que volver a España cuánto antes dijo en voz baja, casi para sí mismo.

Se metió la mano en el bolsillo y encontró dinero.

—Parece que al menos no estoy completamente perdido murmuró.

Entonces Samuel (Alexander) le pide al señor de la cafetería.

—Un capuchino, por favor le dijo, quien asintió y se dirigió a preparar la bebida.

Samuel aprovechó para revisar su teléfono, pero lo encontró apagado y sin batería.

—Tengo que llamar a Gabriel dijo en voz baja, recordando el número telefónico de su amigo de confianza.

Gabriel Sotomayor era la única persona en quien confiaba completamente. Había sido él quien le ayudó a recolectar pruebas contra Débora antes de su secuestro.

Tomó su café rápidamente y salió de la cafetería con un solo objetivo en mente: conseguir un boleto de avión a España.

Caminó unas cuadras hasta encontrar un locutorio. Marcó el número de Gabriel y esperó con ansiedad.

—¿Sí? respondió una voz al otro lado de la línea.

—Gabriel, soy yo.

Hubo un silencio incómodo.

—¿Samuel? ¿Dónde diablos has estado todo este tiempo?

—Es una historia muy larga de contar, pero escúchame: Necesito que me envíes mis documentos de manera virtual. Estoy indocumentado y necesito arreglarlo para viajar de inmediato a España.

—¡Dios! Pensé que estabas muerto.

—No hay tiempo para eso. ¿Puedes enviarme los documentos o no?

—Sí, sí. Dame unas horas. ¿A qué correo los envío?

Samuel le dio la información y colgó. Su plan era volver a España, destruir a Débora y reclamar lo que le pertenecía.

Lo que no sabía era que, al hacerlo, estaba a punto de dejar atrás a la mujer que lo amaba… y al hijo que jamás recordaría haber concebido.

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Comments

GALATEA CORAZÓN ❤️🇨🇴🇨🇴❤️

GALATEA CORAZÓN ❤️🇨🇴🇨🇴❤️

Primera vez que leo en una historia que al recuperar la memoria, pierde los recuerdos que adquirió durante la amnesia. 🧐🤔🫨🇨🇴

2025-03-24

0

Lisseth 👩🏽

Lisseth 👩🏽

😳🥹🥹🥺🥺 no pobre Melissa cuando llegue a la casa y no lo encuentre 😭😭

2025-03-19

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