No nos hablamos varios días. Mike ni me miraba, me ignoraba y refunfuñaba, tiraba las cosas, comía solo en su litera, hacía sus informes sin decirme nada y hasta se atrevió a configurar un ordenador que estaba descompuesto, terminándolo de estropear por completo.
-¿Eres tonto o qué? Esa consola es la que nos mantiene en flote-, me enfurecí porque Mike había des configurado todo el programa y ahora el Navigator corría el riesgo de perderse en el espacio.
Mike estaba turbado pero no me dijo nada. Simplemente se dio vuelta y me dejó con todo el embrollo.
Configurar un ordenador cuya red está programada desde la administración espacial en la Tierra es cosa de magia. Imagínense. Las órdenes son vinculadas con el mando principal en la ciudad, para que el Navigator pudiera cumplir con su misión. Estuve horas de horas solucionando el problema, revisando los sistemas, reprogramando el software y añadiendo informaciones que pude rescatar antes que se hicieran polvo por culpa de Mike.
Dimitar celebraba eso. -Si se quedaban varados en el espacio, yo te rescataba a ti y dejaba que Mike se fuese hasta Earendel ja ja ja-, dijo divertido, refiriéndose a la estrella que se encuentra a casi trece mil millones de años luz de distancia de nosotros.
-Ya te he dicho que estoy enamorada de Mike-, me molesté con Zhekov.
-Ese tipo es un atorrante, tú te mereces algo mejor, como yo, je je je-, decía Dimitar riéndose.
Metida en medio de esa pelea, era poco o nada lo que podía hacer con mis investigaciones. De la Tierra me presionaban de la comisión de calentamiento global porque querían datos exactos sobre la capa de ozono y los rayos ultravioletas para la convención que se haría en breve en Estocolmo.
-Te comportas como un chiquillo-, le reclamé, entonces, a Mike. Él estaba mandando unos informes a Hamilton.
-Tú eres muy coqueta, primero Dimitar, luego Graham, y otra vez Dimitar-, refunfuñó Mike. Estaba él demasiado malhumorado, los celos lo carcomían, sentía su pecho convertido en un volcán en erupción y lo que Mike quería, en realidad, era explotar en un millón de pedazos. No me era difícil adivinarlo porque todo estaba escrito en sus ojos. Sus pupilas permanecían inyectadas de rabia y sus palabras, además, estaban atildadas de furia. ¡¡¡Los celos se le desbordaban por completo!!!
-Grahan fue mi novio cuando tú y yo terminamos y con Zhekov no hay nada, ni siquiera lo conozco en persona-, crucé los brazos y alcé mi naricita fastidiada. Yo no iba a dejar que me trate como si fuera realmente una coqueta que jugaba con los hombres o que quería tener dos amantes a la vez, lo que no era absolutamente cierto. También estaba enojada por todo lo que estaba pasando, con dos hombres peleando por mí, en medio del sin fin del espacio. Yo era la estrella por la que esos tipos deseaban y anhelaban mis fulgores. Era lo que sentía.
-Yo te conozco demasiado, Nancy, sé interpretar tus ojos como nadie en este mundo y sé que estas enamorada de Dimitar-, me disparó a quemarropa Mike, atinándome en medio del pecho. Eso me indignó aún más.
-Pues entonces eres un mal adivino porque al único hombre que amo es a ti-, me malhumoré y me di vuelta, dejándolo solo con su rabia.
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