Capítulo 10

Hamilton recibió la llamada que le aterraba y que esperaba no recibirla nunca. -La estación espacial Investigator se desplomará sobre la Tierra, es irremediable e irreversible, James-, le dijo Olaf Hellström, el jefe en responsable europeo de las actividades espaciales, con la voz trémula, apagada y vacía.

  -¿No se puede hacer nada?-, tragó saliva Hamilton.

  -Lo hemos intentado todo-, fue lacónico y lapidario Hellström.

  -¿Qué es lo que pasó? Se supone que el Investigator se iba a ir al espacio después que quedó caduco e inservible-, estaba desconcertado Hamilton.

  -Falló el propulsor. Todo estaba bien calculado, incluso, cuando se retiró el comandante Garrison, dejó los motores y las computadoras en perfectas condiciones, esperando la orden de Tierra para que se desplace hacia el interior del espacio, sin embargo, por razones que no sabemos, no funcionó el dispositivo de mando. El chip, entonces, colapsó y la nave perdió toda noción de existencia. Ahora caerá sobre nosotros-, le explicó Hellström.

   Hamilton sudaba, parpadeaba, su corazón bombeaba de prisa y sentía doblarse sus rodillas como palitos de fósforos. -El Investigator se mueve a través de una computadora, entonces  desde la consola de la estación espacial pueden reparar el chip colapsado y ordenarle que se vaya de la órbita de la Tierra-, tenía él una vaga esperanza de que todo no pase nada más de un susto, una anécdota o una simple vivencia de las tantísimas experiencias que ocurren tratando de conquistar el espacio.

   -Ya lo hemos intentado, James, es inútil, es irreversible, la nave caerá sobre Europa convertida en la bomba nuclear más poderosa que la humanidad entera pueda imaginar-, sopló su desencanto, Hellström.

   - Tenemos tiempo para enviar a alguien al Investigator,  ¿hay algún transbordar listo?-, intentó encontrar soluciones  Hamilton.

   -Hablé con Lin Pau, es posible que ellos tengan listo una nave a disposición en  cinco o seis semanas, no es muy seguro, pero harán lo imposible-, anunció Hellström.

  -Solo tenemos cuatro semanas, es imposible que lleguen a tiempo-, renegó, sin embargo,  Hamilton.

  -Entonces tendremos que destruir el Investigator-, golpeó su mesa  Hellström.

  -El efecto sería peor, habría una lluvia de fuego y ácido sobre toda la humanidad, morirían millones de personas-, estrujó su cara Hamilton.

  -Hablemos de cifras, si el Investigator se estrella contra Europa habrían más muertos que si afrontamos una lluvia de fuego-, intentó ser optimista Hellström.

  -No, no, no, es que no es solo fuego, es también radiación, ese maldito laboratorio espacial está cargado de helio, hidrógeno, plutonio y uranio, el efecto de destruirlo y hacerlo pedazos será igual o peor que si nos cae encima el Investigator completo-, masculló, enfadado Hamilton.

  -Debemos arrastrar al Investigator-, sugirió entonces Hellström.

  -¿Con qué? ¿Con una grúa desde la Tierra? Necesitaríamos un brazo de millones de kilómetros-, fue irónico Hamilton.

  -Con una cápsula. Tenemos cerca del Investigator al Navigator, también  el Odiseya donde está Dimitar-, se entusiasmó Hellström.

  -No seas tonto, sería como si una hormiga intentara arrastrar a un elefante a su nido-, se disgustó aún más Hamilton. En realidad la desesperación le estaba ganando y ya no entendía razones ni se preocupaba en soluciones, todo lo veía fatalidad. Pensaba en lo peor.

   Hellström, entonces, ya no tenía más repuestas. -Estoy aquí  en mi oficina sin moverme una semana desde que se desató la emergencia todo mi personal está trabajando las 24 horas, sin comer, sin dormir, avísame lo que sea, la humanidad pende de un hilo-, dijo furioso Hellström y colgó.

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