Invité a cenar a Dimitar, era lo menos que podía hacer. Nosotros no sabíamos nada de lo que estaba ocurriendo en la Tierra y estábamos a ciegas en torno a la lluvia de meteoritos que nos amenazaba. Mike, sin embargo, se hallaba furioso, incómodo y malhumorado, según él, compartiendo mesa con su rival de amores.
No dijo palabra alguna en la comida, como es obvio. Dimitar nos confirmó que un planeta había estallado y que eran millones y millones de rocas vagando por el espacio y que surcaban con destino a la órbita de la Tierra.
-¿Qué pasará si los meteoritos comienzan a caer sobre la Tierra?-, yo estaba demasiado desconcertada.
-Una hecatombe pero por el momento, Hellström ha descartado algún impacto, las rocas espaciales están lejos de la órbita terrestre-, nos tranquilizó Dimitar.
Mike siguió en silencio, refunfuñando, con la cara ajada, bastante disgustado. Zhekov lo notó. Cuando se dispuso a partir de retorno al Odiseya me preguntó que es lo que pasaba con él.
-Está celoso por ti-, mordí coqueta mi lengüita.
-Tú me gustas mucho, Nancy, pero no te estoy acosando ni haciéndote insinuaciones-, se enfadó Dimitar.
-Michael es un hombre muy inseguro, enamorado del espacio, le encanta su vida de ermitaño, por eso todos le dicen loco-, me reí.
Dimitar se puso serio. -No te conviene un hombre así, Nancy, lo que creo es que Mike es un tipo solitario y le gusta su soledad, tú no encajas en su vida-, me miró dulcemente a los ojos, después que se puso su traje espacial. Yo le acomodé el casco.
-No he pensado en eso, simplemente disfruto de su compañía-, le fui sincera, ajustándole el casco.
-Yo te amo, Nancy-, fue lo que me dijo él, entonces, resoluto, tomando mis manos con sus guantes enormes.
-Por ahora me preocupa la Tierra-, moví coqueta los hombros y le puse los cables, asegurando bien las correas.
-Cuídate, esos meteoritos no son juego-, me insistió Dimitar.
-Estamos en contacto, Dimitar-, le prometí.
Salí del de la cámara de descenso y procedí abrir la escotilla. Dimitar se fue del Navigator flotando en el espacio, dejándose llevar por su impulso, igual si fuera una grácil pluma. Llamé a László Juhász al Odiseya.
-Está en camino, László-, anuncié.
-Ya lo tengo en la mira, Nancy-, me aseguró él.
-¿Regresas al A vándor?-, le pregunté.
-Sí, estamos muy cerca de los meteoritos, debemos instalarnos lejos de los impactos, es lo que nos ha dicho Hellstróm o me harán polvo-, me anunció.
Rayos, no podríamos entonces contar con el A vándor en caso de una emergencia.
-¿Y el Odiseya?-, me sentí desprotegida.
-Dimitar sí se queda en la órbita para cualquier eventualidad-, me dijo y eso me hizo sentir un poquito más aliviada.
László se había comunicado con Hellström. -Cayó otra pieza del Investigator, ésta vez en Sudamérica. Hubo un gran sismo, muchas casas destruidas, ha sido peor que un cataclismo-, me informó.
Ups, eso tampoco lo sabíamos. Empecé a sentir pánico. Era como estar en medio de una película de suspenso sin saber qué se nos venía encima,
-¿Los meteoritos golpearon al Investigator?-, balbuceé hecha una tonta.
-Sí-, me dijo lacónico László tan o más desconcertado que yo.
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