Kalen Al‐Halabi

Kalen cabalgaba por el desierto junto a sus hombres, el horizonte se extendía infinito y abrasador, y el viento levantaba remolinos de arena que dificultaban la visión. Estaban cerca del nuevo campamento cuando el sonido de cascos y gritos interrumpió la calma del desierto. Fueron atacados por los hombres de Omar Al-Hakim.

La emboscada fue rápida y feroz. Los hombres de Kalen, entrenados y leales, reaccionaron al instante, formando un círculo defensivo alrededor del príncipe. Las espadas chocaban y los gritos de batalla resonaban en el aire caliente del desierto.

Kalen, montado en su corcel, peleaba con la habilidad y destreza de un líder nato. Sabía que su vida y la de sus hombres dependían de cada movimiento que hacía. Sin embargo, lo que todos ignoraban era que entre los hombres de Omar se encontraba su primogénito, Adil Al-Hakim, el nuevo príncipe y heredero de Durham.

Adil, un guerrero formidable, se movía con rapidez y precisión, su espada buscando a Kalen entre el caos de la batalla. Al encontrarse cara a cara, los dos príncipes se midieron con miradas llenas de determinación y desafío.

—¡Kalen! —gritó Adil, su voz cargada de odio y desafío—. Tu lucha termina aquí.

Kalen respondió con un movimiento rápido, sus espadas entrechocando con fuerza. La batalla entre ellos era intensa, un intercambio de golpes que resonaba como truenos en medio del desierto. Los hombres de ambos lados continuaban peleando, pero el enfrentamiento entre los dos príncipes era el centro de la contienda.

En un movimiento decisivo, Kalen logró desviar la espada de Adil y lanzó un ataque rápido, hiriendo gravemente al príncipe de Durham. Adil cayó al suelo, su sangre manchando la arena, su rostro contorsionado por el dolor y la sorpresa.

—¡Retirada! —gritó Kalen a sus hombres, sabiendo que debían aprovechar el momento de confusión entre los enemigos.

Los hombres de Kalen se reagruparon rápidamente, ayudando a su príncipe a alejarse del campo de batalla. Montaron en sus caballos y comenzaron a galopar hacia el nuevo campamento, dejando atrás el caos y los gritos de los hombres de Omar.

Kalen miró hacia atrás una última vez, viendo a Adil tendido en el suelo, rodeado de sus propios hombres que intentaban ayudarlo. La gravedad de la herida de Adil no era evidente a simple vista, pero Kalen sabía que el joven príncipe no se levantaría fácilmente de ese golpe.

Al llegar al campamento, los hombres de Kalen se apresuraron a fortificar su posición, sabiendo que el ataque podría no haber terminado. Kalen desmontó y se dirigió a su tienda, su mente ocupada con los eventos recientes.

—Mi príncipe, ¿está usted bien? —preguntó uno de sus hombres, preocupado.

—Sí, estoy bien. Pero hemos ganado tiempo, no la guerra. Debemos estar preparados para lo que venga —respondió Kalen, su voz firme.

Dentro de la tienda, Kalen se permitió un momento para recobrar el aliento. La herida que había infligido a Adil Al-Hakim significaba que Omar Al-Hakim estaría aún más decidido a vengarse, y la lucha por la supremacía en el desierto estaba lejos de terminar.

Con determinación renovada, Kalen comenzó a planificar los próximos pasos. La batalla con Adil había sido solo un capítulo en la larga y ardua lucha que se avecinaba. La resistencia debía continuar, y la unión de las fuerzas aliadas sería crucial para enfrentar las amenazas que se cernían sobre ellos.

Mientras tanto, la noticia del enfrentamiento se extendió rápidamente, llegando a los oídos de los aliados y enemigos por igual. El desierto era un lugar implacable, pero Kalen sabía que la verdadera fuerza radicaba en la unidad y la determinación de aquellos que luchaban por un futuro mejor.