Amira miraba las noticias de Durham, treinta años después las cosas volvían al mismo punto.
— Debes estar tranquila, todo estará bien.
— Estoy preocupada por Kalen.
— Haremos todo lo posible por ayudarlo, pero él no quiere abandonar su país. Tú sabes que si él sale de Durham, tendrán que dar todo por perdido. Mientras él permanezca en Durham el pueblo le será fiel comento Khalil.
— Lo sé, ¿ qué pasará aquí?, pregunto Amira.
— Enviaré a jalil con nuestras hijas y nuera a Londres y tu iras con ellos.
—No está vez, me quedo aquí contigo.
— Está bien, en cuanto esto termine abdicaré y Malek se hará cargo de todo respondió Khalil.
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Kalen huía por el desierto de Durham junto a sus hombres, sus movimientos rápidos y constantes, impulsados por la necesidad de eludir a las fuerzas de Omar Al-Hakim que los perseguían. El príncipe se negaba a abandonar su posición, pues sabía que en esos terrenos desolados, donde la arena y el viento eran sus únicos compañeros, aún tenía una ventaja sobre sus perseguidores. Kalen, con férrea voluntad, había aprendido desde joven a sobrevivir en las condiciones más adversas, y este conocimiento ahora resultaba crucial.
A su lado, su leal teniente, Tariq Ghulam, mantenía una vigilancia constante.
—Mi señor, hemos avanzado sin descanso durante dos días. Los hombres están exhaustos. Necesitamos encontrar un lugar seguro para descansar, aunque solo sea por unas horas.
Kalen miró a Tariq, comprendiendo la verdad en sus palabras pero sabiendo también que el tiempo no estaba de su lado. —Lo sé, Tariq. Pero cada minuto que perdemos puede ser una oportunidad para Omar de atraparnos. Debemos seguir adelante hasta encontrar un refugio seguro.
Mientras continuaban su avance, el desierto de Durham se desplegaba ante ellos con su vastedad implacable. Las dunas parecían moverse con el viento, creando un paisaje cambiante que podía confundir a cualquiera que no estuviera familiarizado con la región.
Kalen, sin embargo, mantenía una dirección firme, guiado por estrellas y antiguas señales que solo los nómadas del desierto conocían.
Al caer la noche, divisaron una formación rocosa que ofrecía un respiro temporal del interminable mar de arena. Kalen ordenó a sus hombres detenerse y montar un campamento provisional. Mientras los hombres se preparaban para descansar, Kalen se reunió con Tariq y otros de sus más cercanos consejeros.
—Estamos en una posición precaria, dijo Kalen, sus ojos recorriendo los rostros fatigados pero resueltos de sus compañeros. — Omar y sus aliados no descansarán hasta encontrarnos. Necesitamos idear una estrategia que nos permita no solo sobrevivir, sino también contraatacar.
Uno de los consejeros, un hombre mayor llamado Farid, habló con voz profunda.
—Kalen, conocemos bien estas tierras. Podemos usar el terreno a nuestro favor, estableciendo trampas y emboscadas para desgastar a nuestras perseguidores. La clave será la paciencia y el ingenio.
Kalen asintió, sabiendo que Farid tenía razón. —Así lo haremos. Enviaremos exploradores para identificar los movimientos de Omar y estableceremos una serie de emboscadas que nos permitan ganar tiempo y ventaja.
Con el plan trazado, Kalen y sus hombres se dispusieron a descansar, sabiendo que el amanecer traería consigo nuevas batallas y desafíos.
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Akram se encontraba junto a su hijo Zaid cuando Ahmed llegó al escondite, su rostro mostrando la urgencia de la situación.
—Su Excelencia, estamos listos —informó Ahmed, su voz baja pero llena de determinación.
Akram asintió, dirigiendo una mirada a su hijo. Zaid, que ya había demostrado una capacidad estratégica inigualable. En ese momento, sus pensamientos se centraban en la peligrosa travesía que les esperaba. Intentarían abandonar Jaddara, cruzando el traicionero desierto hacia Marambit, antes de que comenzara la guerra
—Padre, debemos movernos rápido. Las patrullas de Vadhir están cada vez más cerca —dijo Zaid, su voz firme pero llena de preocupación.
Akram, con la experiencia de los años y la sabiduría acumulada en innumerables batallas, colocó una mano sobre el hombro de su hijo. —Lo sé, hijo. Pero debemos mantener la calma. La clave será movernos con sigilo y precisión. Ahmed, ¿están todos listos?
Ahmed asintió. —Sí, su Excelencia. Los camellos están cargados con suministros y hemos trazado una ruta que debería mantenernos fuera del alcance de las patrullas del ejército.
Con un último vistazo al escondite que había sido su refugio durante los últimos días, Akram y Zaid siguieron a Ahmed hacia la salida, donde un pequeño grupo de leales guerreros y guías del desierto los esperaban. Bajo el manto de la noche, comenzaron su marcha silenciosa hacia Marambit.
El desierto de Jaddara era implacable. La arena parecía devorar cada paso, y el viento aullaba con una fuerza que parecía capaz de borrar su rastro en cuestión de minutos. Pero Akram y Zaid, con Ahmed y sus hombres, avanzaban con determinación, conscientes de que la supervivencia de su reino dependía de su éxito.
A medida que avanzaban, Zaid no podía evitar pensar en la fragilidad de la situación. Su mente repasaba los mapas y las estrategias que había estudiado, buscando cualquier ventaja que pudiera utilizar. La seguridad de su padre y de su gente era su prioridad, pero también sabía que cada movimiento era una jugada en un juego más grande, uno que decidiría el destino de múltiples reinos.
Después de varias horas de viaje, se detuvieron en un pequeño oasis para descansar y reabastecerse. Mientras los hombres atendían a los camellos y revisaban los suministros, Akram y Zaid se apartaron para discutir los próximos pasos.
—Zaid, necesitamos llegar a Marambit lo antes posible. Pero también debemos asegurarnos de que no nos sigan...
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Comments
Celinda Piña
porque justo cuando akram había cambiado pasa todo esto que mala suerte
2024-08-02
5
Milcaris
Zaid tiene una mente fresca pero lo mejor es actuar de la manera en que piensa Akram.
2024-07-14
3
Elizabeth Yepez
que llegue rápido a su destino
2024-06-30
3