CAPÍTULO 18

La madre de dos hijos flotaba en aquella podrida agua, mientras su cuerpo retornaba a su forma de sirena y poco a poco comenzaba a cristalizarse. Sintiendo como no podía hacer nada, recordando con terror aquello que sintió antes de morir, su cuerpo comenzó a descender mientras el emperador, protegido por la corona, nada con velocidad hasta donde ella estaba, logrando así clavarle su espada en su corazón.

"¡Muere! ¡Muere! ¡Muere!", gritó en su mente el rey mientras seguía apuñalando a Genevieve.

La princesa caída, cuya cola de sirena había sido la primera parte de su cuerpo en cristalizarse, logró llevar gran parte de su energía interna a esta, de modo que pudiera descongelarla un poco para golpear al emperador y asestarlo contra el piso.

Sin aguantarlo más, Genevieve alzó sus manos y comenzó a arremolinar toda el agua a su alrededor, comenzando a evaporarla a tal punto que incluso su propia piel comenzaba a deshidratarse, sino fuera porque agua era agua, aunque fuera originada de aquella maldita caverna en la que murió por primera vez, no pudiera haberle volteado la carta al emperador.

—Libera a este mundo de tu existencia—dijo Genevieve.

Aumentando la temperatura del agua presente el aire, poco a poco la piel del emperador comenzó a hervir a tal punto que partes de su cuerpo se caían. Aprovechando la agonía del hombre, Genevieve hizo levitar la corona de su abuelo de regreso a ella y la colocó en su cabeza, de modo que pudiera seguir usando la energía en esta en contra del emperador.

Mientras el anciano asqueroso que la arrebató su infancia moría, podía escuchar el cantico de su pueblo asesinado, mientras clamaba la muerte de quien los había asesinado. Llorando lágrimas de sangre, remomorando cada maldito momento que sufrió al lado de él y pensando en Abril, gritó antes de hacer que el agua dentro de la cabeza del emperador estallara y con ella se pulverizara dicha parte.

—¡Por fin!—dijo cayendo en su forma humana al suelo—por fin... acabó...

Con todo a su alrededor, oscureciéndose, Genevieve cerró poco a poco sus ojos mientras veía como la barrera que colocó comenzaba a desaparecer. Lo único que anhelaba su corazón en ese momento era por fin descansar.

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A las afueras del palacio, los kingsglaive veían como la barrera descendía, clara señal de que su ahora reina por fin había eliminado al emperador. No obstante, su alegría se fue a la basura cuando trajeron gravemente herida a Yuna.

—¿Qué ocurrió?—cuestionó Anisha.

—El príncipe Máximo ha escapado—respondió en el piso Yuna—ha hecho un pacto demoníaco, ¡aún debe de estar en la isla!

Sabiendo que el hijo del emperador era igual de peligroso que él, una parte del grupo salió a revisar las zonas cercanas con ayuda del rastro de sangre, mientras otros auxiliaban a Yuna con el brazo que Máximo le había cortado; sin embargo, al percatarse de que ella no tenía signos vitales, varios se quedaron extrañados al verla aún con vida.

—Déjenme sola con ella—dijo Anisha—yo me encargo.

—Pero...—replicó una de las auxiliares médicas.

—¿No me han oído?—volvió a decir ahora un poco molesta.

Sin nada más que hacer, los demás se fueron del lugar, mientras Anisha influía un poco de su energía mágica en el cuerpo de Yuna, provocando que su miembro cercenado comenzara a aparecer. Yuna, quien seguía un poco esceptica ante el comportamiento de Anisha, solo la observó en silencio sin ni siquiera darle un gracias.

—El príncipe Máximo quiere ser el nuevo emperador—le dijo a Anisha—hará lo imposible para arrebatarle la corona a Genevieve, aun si tiene que matar al príncipe Noctis.

—No dejaré que eso pase—le respondió a Yuna—protegeré a la familia real, aun si tú tienes que regresar al más allá.

Asintiendo al ver que Anisha había comprendido lo que le dijo, Yuna se quedó un momento dormida mientras la primera ministra la auxiliaba, en lo que la barrera desaparecía por completo y pudieran ir en búsqueda de Genevieve.

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El alma de Genevieve, quien cayó de nuevo en las garras del maldito mundo de los sueños, fue azotada sin piedad por su egoísmo, mientras alrededor de ella se desvanecían, como pedazos de espejos siendo hechos cenizas, varios de sus muchos recuerdos. Llorando ante lo que sabía que pasaría, bajó su cabeza intentando ignorar todo su dolor.

—Entonces... ¿Pude matar al emperador?—preguntó en voz baja.

—¿Pero a qué precio?—la voz de una niña resonó.

Volteando su mirada, su corazón estuvo por detenerse al verse a ella misma, pero en su versión niña. Su otra yo, corrompida por la maldad del emperador, era claramente aquella niña que fue arranca violentamente de la seguridad de su hogar, el cual fue arrasado sin piedad por un hombre que por años ultrajo y succionó cada gota de su inocencia.

—¿A qué te refieres?—preguntó a su versión infantil.

—No te hagas la tonta, sabes a lo que me refiero—respondió con ira—aceptaste sacrificar tus recuerdos, hasta los conocimientos más básicos que tenías a cambio de recibir la ayuda del dios de la muerte. Y este, como vil manipulador que es, le arrebató a tu hijo la posibilidad de ser un humano normal y maldecirlo como su nueva encarnación.

—¡Basta!—Genevieve gritó—¡Era la única forma! ¡No quiero que mi hija sufra más! Quería ser un apoyo para ella... quería volver con los demás... una muerta ya no podía hacer más nada, mi abuelo también lo sabía.

—Eres patética—se insultó así misma—¿Por qué crees que ni los dioses del destino o la vida intervinieron? ¿Por qué crees que en vez de revivirte no te reencarnaron? Eso fue porque tu alma ya estaba destinada a morir y no regresar, por eso el dios de la muerte solo pudo revivirte. Te has dejado engañar desde el primer momento, ¡Hasta el príncipe Máximo escapó! ¡Todos tus esfuerzos no han sido suficientes!

—¿Es...ca...pó?—preguntó asustada.

—No eres una princesa, tampoco una reina, aunque hayas recuperado la corona del abuelo—le recriminó su versión niña—tarde o temprano, no solo tus memorias se irán, sino también el cómo funcionarán algunas partes de tu cuerpo. Tarde o temprano, tu cuerpo no sabrá ni siquiera cómo seguir bombeando sangre y tu corazón quedará inútil.

Con el corazón destruido, mientras muchos de sus recuerdos seguían desapareciendo, observó como su otra yo también desaparecía. Si bien sabía que al fin de cuentas solo había sido un peón, tenía al menos la esperanza de poder vivir con sus hijos y volver al lado de Somnus.

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Yuna, quien ya sabía lo que estaba por venir, después de haberse recuperado con ayuda de la primera ministra de Genevieve, y tras varios días en resposo, salió de sus aposentos y en plena madrugada entró a la habitación de la ahora Reina. Genevieve, quien a pesar de no haber sido coronada oficialmente como reina, mantenía en su frente una diadema que originalmente era la corona de su abuelo.

—Arrodíllate—le ordenó.

Sin querer formar más disputas, la no muerta se arrodilló y esperó a las siguientes palabras de Genevieve. La ahora reina del nuevo pueblo tritón observó la luna aun posándose en el cielo para, tras varios segundos en silencio, hablar de manera contundente a Yuna.

—Todo lo mío será heredado a mis dos hijos—espetó colocándose frente a ella—la corona del pueblo tritón y su trono serán dados a mi hijo menor.

—Sabes bien que su hijo es la nueva encarnación...—Yuna intentó hablar, pero una fuerte presión la detuvo.

Genevieve, quien ya estaba cansada de todo, se arrodilló frente a la antigua esposa de Gladiolus y le tomó con fuerza su barbilla. La única razón por la que estaba siendo paciente con la enviada del dios de la muerte fue porque aún recordaba con gratitud todo lo que el esposo de ella había hecho; sin embargo, si estaba destinada a volver a morir, esta vez lo haría a su modo.

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