CAPÍTULO 15

Observando a través de la ventana que el carruaje ya se estaba acercando al palacio veraniego, sintió algo que sostenía con fuerza en sus manos, sorprendiéndose al encontrarse un pequeño cofre que no sabía cómo había llegado hasta allí. Abriéndolo, examinando la energía que de estas emanaba, supo enseguida de lo que eran.

El carruaje por fin llegó a la puerta principal del palacio para antes de que el sol volviera a salir, fue así que, apresurado, Gladiolus corrió hasta los aposentos de Somnus, el cual, si bien estaba dormido, usaba su energía interna para impedir el tratamiento de los magos curativos.

—¡Señor Gladiolus!—expresó el médico en jefe—¡Gracias a los dioses está aquí!

Gladiolus, entendiendo lo que estaba pasando, se colocó al lado de la cama de Somnus y sosteniendo aún el cofre con las píldoras anti-dolor,  colocó su mano en la frente del rey para buscarlo en el mundo de los sueños. Siendo uno de los pocos magos capaces de entrar a voluntad en aquel extraño lugar, siempre que lo hacía, terminaba sufriendo.

Por eso, adentrándose en la tormenta del mar de pesadillas que torturaba a Somnus, suplicando en su interior poder salir de ese lugar pronto, logró encontrarlo de rodillas, llorando lágrimas de sangre, mientras una pequeña luz que emanaba de su corazón era la única que servía como faro para todos los que se perdieran allí.

—¡Su majestad!—gritó Gladiolus—¡Su Majestad!

Somnus, quien podía escuchar claramente la voz del hechicero, no subió su mirada. La mezcla de arrepentimiento, vergüenza y dolor era tan grande que sentía como si un grillete, atado a su cuello, lo obligara a estar arrodillado para toda la eternidad.

—Vete—le ordenó a Gladiolus—¡Quiero estar solo!

—¡Dios!—dijo carraspeando un poco—Su majestad, debemos volver...

—¡QUIERO ESTAR SOLO!—gritó—¿Es que no lo entiendes? No quiero arrastrar a más nadie... soy un imbécil que se dejó engañar.

—¡Joder!—maldijo sentándose frente a él—no soy yo quien te puede consolar en estos momentos.

—¿Qué quieres decir?—preguntó Somnus.

—Bueno...¡Ahg! Ya esta conversación la tuve con la hija de Genevieve—habló cansado—solo te puedo decir que no eres el único que ha sido un reverendo idiota y que de sus malditas decisiones inocentes han sufrido.

Recordando a su difunta esposa, cerró sus ojos intentando no demostrar que tambíen estaba mal por haberle hecho tanto daño a Yuna. Sabiendo que no era quién para consolar del todo al rey, lo único que podía hacer era estar a su lado y darle apoyo para continuar.

—Mi cristal mágico, me lo dio mi difunta esposa—le confesó al rey—me dio su total apoyo, aun cuando estaba por morir. Aunque poseo la inmortalidad, lo cambiaría todo por tenerla de regreso. Hasta que pueda reencontrarme con ella y el destino me arrebate de la vida, le juro estar a su lado en todo momento, su majestad.

Extendiéndole su mano, Somnus aceptó la propuesta aun con la cabeza baja, permitiendo que Gladiolus lo llevara al mundo real. Si bien ni siquiera permitió que sus heridas se curaran, por lo menos aceptó tomar un poco de las píldoras para que no muriera producto de la locura generada por el dolor.

Tras varias horas de descanso, donde pudo soportar un poco las pesadillas que tenía, Somnus se quedó solo un rato en sus aposentos, meditando mientras observaba como el sol perdía su intensidad. Si bien no tenía una noción de tiempo exacta, sabía muy bien que ya el día estaba por acabarse.

—¿por qué no me mataste?—preguntó en un susurro.

Recordando su primer encuentro, tras mucho tiempo sin verse, con Angélica, quien ahora solo respondía bajo el nombre de Anisha, sintió una punzada en su corazón por el mal que había hecho. Lo único que podía hacer para reparar una parte del error que había hecho, era cargar con aquella maldición, aunque hubiera medios para liberarse de ella.

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Yuna, luego de haber vuelto del sueño compartido que tuvo con Gladiolus, se levantó de la cama de la habitación donde descansaba y colocándose de nuevo su capa, salió rumbo al cozo de entrenamiento, donde Genevieve seguía entrenando. Viendo a lo lejos como la princesa caída se estaba esforzando a tal punto que tenía sangre en sus puños, suspiró un poco.

Dejando un momento solo a Genevieve, fue rumbo al palacio submarino de los Kingsglaive, donde se encontró con algunos miembros de la nueva guardia real. Estos le comentaron que habían visto a Anisha entrar a la torre de las habitaciones femeninas, por lo que se fue sin dudar allí.

Al momento de encontrar el lugar, subiendo una enorme escalera de caracol, encontró la habitación de la antigua esposa de Somnus, la cual se encontraba sin seguro. Entrando con seguridad, no se sorprendió el ver lo que vio: Anisha en la cama con dos hombres, cada uno embistiéndola tanto delante como detrás.

—¡Fuera!—le ordenó a los dos hombres.

Anisha, quien estaba mordiendo un poco el cuello del hombre más joven, quien estaba delante de ella, observó con enojo a Yuna.

—Ahora vuelvo—dijo besando a ambos hombres.

Separándose de ellos, con clara marcas en su cuerpo sudado, caminó hasta Yuna y cerró la puerta tras de ella, sin importarle estar desnuda en pleno pasillo.

—¿Qué quieres?—preguntó con enojo.

—Informarte que a partir de hoy comenzarás con tu entrenamiento para ser la próxima ministra—respondió—recoge tus cosas y sube a la superficie.

—Más tarde—respondió con dureza.

Cuando Yuna estaba por responderle, observó a un tercer hombre acercarse. Aquel hombre, un poco mayor a ella, se detuvo un poco avergonzado; sin embargo, Anisha le indicó que entrara y esperara por ella.

—¿Ahora te vas a volver polígama?—cuestionó—¿Tanto vas a bajar tus estándares?

—Ahora soy Anisha, así que haré lo que se me dé la gana—se defendió—con Genevieve debo ser cuidadosa, pero contigo no...no te metas con lo que hago y todo irá bien entre nosotras, ¿entiendes?

Antes de que Anisha pudiera volver a entrar, Yuna detuvo la puerta con su mano, observando un poco molesta a la mujer. Si bien había pasado la prueba, eso no significaba que estaba lista para asumir su nuevo cargo.

—Te quiero en una hora...—dijo con voz baja—sin falta allá arriba.

—Entiendo—respondió—suelta la puerta...

—Anisha...—volvió a hablar Yuna—¿valió la pena el cómo te vengaste de Somnus? ¿Le dio paz a tu alma?

—No, no lo hizo—admitió—pero al menos sé que él está sufriendo al igual que yo.

Cerrando con dureza la puerta, la mujer desnuda se sentó molesta en un sillón frente a la amplia cama, mientras en el piso se encontraba los dos hombres desnudos y el tercero que recién había entrado. Sintiendo un poco de emoción al ver que tenía a tres hombres interesados en ellas, quiénes se habían visto atraídos desde el momento en que estuvieron en cautiverio con ella.

—Alexander, León—habló con voz pesada—arréglense y recojan sus cosas, en una hora se van conmigo allá arriba.

—Sí—respondieron los dos hombres.

Aun con sus entrepiernas estimuladas, ambos se fueron luego de ponerse su ropa, dejando sola a Anisha con el tercer hombre.

—Karl, ¿cierto?—preguntó—si sabes que no voy a ser mujer de un solo hombre, ¿estarías dispuesto a ser uno de mis concubinos?

—Lo sé—respondió el hombre—pero yo la amo desde el primer momento en que usted me salvó la vida, hace un año. Por favor, déjeme ser suyo.

Arrastrándose hasta ella, tomó uno de sus pies y comenzó a besar sus piernas hasta llegar al abdomen de Anisha. Una vez llegó al busto de la mujer, comenzó a devorar su pecho, haciendo que esta envolviera su cuerpo con sus piernas y enterrara su nariz en su cabello.

—Pellizca más fuerte—ordenó la mujer.

Dejándose llevar por las órdenes de quién sería su ahora mujer, Karl mordió un lado de su busto, mientras el otro lo pellizcaba, sin dejar de masajear. Anisha de inmediato cerró sus ojos, un sentimiento extraño hacía que todo lo malo que le hizo Somnus se fuera a un lado. Se sentía genial y poderosa al tener ahora sumisos a esos tres hombres.

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Maria Elena Maciel Campusano

Maria Elena Maciel Campusano

Dañó su mente lo que sufrió en cautiverio, ojalá encuentre esa paz que le fué robada en algún punto de su vida

2024-05-18

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