Escapando Del Amor
Capítulo 1 — El peor (mejor) comienzo
Nicole Sosa
—¡Tenía que ser mujer! Aprendan a manejar mejor. No sé cómo les dan licencia. No entiendo por qué se empeñan tanto en conducir cuando ni saben. ¡Entiendan de una maldita vez! Su lugar es en la casa, cocinando, no detrás de un volante.
—Y tú eres un maldito machista del demonio —respondí, respirando hondo para no tirarme encima de él—. En vez de criticar que no sé conducir, aprende tú. Porque te recuerdo que el que me chocó fuiste tú. Y fíjate, esta mujer, como dices, no aprendió a conducir ayer. Manejo desde los quince, soy corredora de carreras.
Se quedó callado.
—Señor, está muy mal de la cabeza. Le recomiendo un psicólogo, como usted me recomendó clases de manejo. Mejor dicho, ni psicólogo, vaya directo a un psiquiatra, porque lo suyo ya es un caso extremo. No se estrese tanto, que esa vena de la frente se le va a explotar.
Me acerqué un poco y sonreí con ironía.
—Tengo un psiquiatra amigo que le puede dar un tratamiento especial. Diga que va de mi parte. Y tranquilo, no le cobraré los daños a mi auto… incluso, pagaré también los suyos. Ya llamé a la grúa. Todo corre por mi cuenta. Porque así como me ve, "mujer", tengo más cojones que usted.
Dicho eso, me fui como alma que lleva el diablo. Ni esperé respuesta. El infeliz seguro terminó infartado, y sinceramente, no me habría sorprendido. Encima de que él me chocó, ¿me insulta solo por ser mujer? ¡Machista asqueroso!
Odio a los hombres que se creen superiores por el simple hecho de haber sido "creados primero". ¿Nosotras? Las costillas de Adán, sumisas, obedientes. Por favor. No comparto, ni compartiré jamás, esas ideas machistas de esta sociedad podrida.
(Por ser mujer, no puedo tener tatuajes, debo vestirme como una monja si quiero un trabajo decente, ni hablar de mostrar carácter... ¡Ya basta! Si sigo, no termino nunca y el enojo me explota por dentro.)
Con todo eso, estaba tarde. Tuve que pedir un taxi. Pero claro, mi suerte andaba de vacaciones: el taxista se metió en una calle atascada. Me urgía llegar, era mi primer día de trabajo. Me bajé y le grité:
—¡Estúpido!
Tuve que caminar a paso rápido. Por suerte, no estaba tan lejos. Llegué diez minutos después, sudada, despeinada, y con los nervios de punta. Necesitaba arreglarme antes de entrar, tenía que causar buena impresión. Este trabajo significaba mucho para mí.
Justo cuando estaba por entrar, me llamó la grúa. Ya tenían listo mi carro. Me preguntaron si quería que me lo trajeran o si pasaba a buscarlo. Como estaban a solo dos calles, decidí que me lo entregaran ahí mismo. Si lo hubiera sabido, habría ido con ellos desde el inicio y no con el taxista ese.
Me entregaron las llaves en el estacionamiento. Iba saliendo cuando, para colmo de males, alguien choca conmigo. Las llaves cayeron al suelo.
¡Ni siquiera fue capaz de ayudarme a recogerlas!
Cuando levanté la vista para ver a semejante inútil, me encontré con un tipo altísimo, debía medir 1.96 m. Muy guapo, pelinegro, ojos grises, cuerpo de infarto. Pero lamentablemente, un maleducado arrogante.
—¿Qué haces en mi lugar? —soltó con tono altanero.
—Ten más cuidado. ¿Acaso nunca te fijas por dónde caminas? Y no sé de qué me hablas.
—Estás en mi lugar de estacionamiento. Y tú no estarías chocada si miraras al frente.
—Perdón, pero hasta donde sé este lugar no tiene nombre. Y el que debería tener cuidado eres tú.
—Como digas. No tiene nombre, pero todos saben que es mi lugar. Así que quítate.
—¿Estás loco o qué te pasa? Aunque sea tu lugar de costumbre, no tiene letrero, así que no pertenece a nadie. Y no pienso moverme.
Me fui sin decir más. ¡Qué tipo tan insoportable! Guapo, sí, pero insoportable. Solo le pido a Dios que no sea mi compañero de trabajo. Si lo es, seguro lo termino matando. Definitivamente, hoy no es mi día.
Ah, cierto. Con tanto caos no me he presentado.
Me llamo Nicole Sosa. Tengo 24 años, mido 1.63, soy pelinegra de cabello largo, ojos verdes y piel india clara. Hace poco terminé mi especialidad en Pediatría, y más adelante pienso especializarme en Oncología. Mi sueño es ayudar a curar el cáncer infantil.
Soy latina. Mi madre es dominicana-estadounidense y mi padre estadounidense. Nací en Estados Unidos, pero viví en mi amada República Dominicana hasta los diez años, cuando nos mudamos a Nueva York. Soy la menor de tres hermanos: Nico, Nike… y yo, la única mujer. Aunque dicen que soy "la consentida", yo diría que más bien soy la rebelde.
Terminé la secundaria a los 16. Sí, lo sé, muy joven. Desde entonces, me independicé. Estudié Medicina General en Canadá, luego me especialicé en Pediatría en Cuba, donde también trabajé un tiempo. Hace poco, me ofrecieron trabajar en el New York-Presbyterian Hospital, en mi especialidad. Obvio, acepté.
Mis padres casi lloran de la emoción... hasta que les dije que no viviría con ellos. Estoy acostumbrada a vivir sola. Por ahora, me quedaré en su casa mientras encuentro mi propio departamento. También soy corredora de autos de carrera. Sí, me encanta la velocidad, la adrenalina y ganar dinero mientras dejo atrás a todos en la pista.
Llevo una semana aquí. El hospital me dio ese tiempo para adaptarme. Y gracias a Dios, llegué a tiempo para mi primer día.
Toc, toc.
—Pase adelante, Doctora Sosa. ¡Qué gusto verla! Ya la esperaba, tome asiento, por favor.
¡Ojalá que me trague la tierra!
No. No puede ser.
Mi jefe… es el mismo patán del estacionamiento.
¡Qué hipócrita! Afuera me trató como si no valiera nada, y ahora se hace el amable.
Iba a decir algo cuando alguien tocó la puerta. Me quedé estática, esperando ver quién era.
Y lo que vi… me dejó sin aliento.
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