Después de la presentación ante los reyes, Lucien condujo a Elyssia a través de los pasillos sombríos del castillo hasta llegar a una imponente puerta doble adornada con intrincados diseños góticos. Con un gesto de su mano, Lucien abrió las puertas, revelando una lujosa estancia iluminada por antorchas que parpadeaban con una luz titilante.
En el centro de la habitación, se encontraba el príncipe Damien de Nocturnia, de pie con una presencia dominante. Era alto y apuesto, con cabello negro como el ébano y ojos del color del carbón que parecían mirar directamente al alma. Su rostro estaba esculpido con rasgos afilados y una expresión que exudaba una combinación de arrogancia y misterio.
—Lady Elyssia —saludó Damien con voz suave pero firme mientras se acercaba a ella con pasos elegantes—. Es un placer conocerte al fin. Soy Damien, príncipe heredero de Nocturnia.
Elyssia lo observó con cautela, tratando de ocultar la incertidumbre que la invadía. Aunque era consciente del significado de su matrimonio con el príncipe vampiro, no pudo evitar sentir un destello de resentimiento hacia él por el destino que le había sido impuesto.
—Príncipe Damien —respondió con una inclinación de cabeza formal—. El placer es mío.
Damien asintió con una sonrisa apenas perceptible, pero sus ojos permanecieron fríos e impenetrables. Había algo en su mirada que le recordaba a Elyssia la oscuridad de la noche, un misterio que la hacía sentirse inquieta.
—Entiendo que la boda se ha adelantado a mañana —continuó Damien, su tono de voz manteniendo una calma imperturbable—. Comprendo que esto pueda resultar abrupto, pero es necesario para asegurar la estabilidad de nuestras tierras.
Elyssia luchó por mantener su compostura, sintiendo una mezcla de ira y resignación ardiendo dentro de ella.
Quería odiar al príncipe por todo lo que representaba, por el sacrificio de su libertad y su felicidad en aras de la política y la supervivencia de su reino. Pero a medida que lo miraba, se dio cuenta de que sería más fácil si él fuera cruel, si mostrara alguna señal de debilidad o maldad. Sin embargo, lo que veía era una máscara de caballerosidad fría y arrogante que la dejaba sin saber qué esperar.
—Comprendo, mi príncipe —respondió ella con voz firme, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho.
—Entiendo que esto no es lo que deseabas, Lady Elyssia —dijo Damien con tono suave, casi compasivo—. Pero a veces, debemos sacrificarnos por el bien mayor. Nuestros reinos dependen de esta unión.
Elyssia asintió, aunque por dentro estaba llena de conflictos emocionales. Recordó con dolor el rostro de Aldarion, el príncipe que había amado desde su infancia, su amigo y confidente. La imagen de él cabalgando por los bosques de Evergreen, con una sonrisa juguetona en los labios y los ojos brillando con determinación, se grabó en su mente con una claridad dolorosa.
—Sí, comprendo, mi príncipe —respondió Elyssia con voz entrecortada, luchando por mantener la compostura—. Haré lo que sea necesario por el bien de nuestros reinos.
Damien asintió con aprobación, pero su mirada seguía siendo impenetrable. Sabía que su matrimonio estaba destinado a ser una alianza política, un juego de poder entre reinos que no dejaba lugar para el amor o la compasión. Aunque deseaba desesperadamente que las cosas fueran diferentes, comprendía que su destino ya estaba sellado.
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