Las amantes.

Mientras Sandra suspiraba por su grandote jefe que parecía odiarla, Sashi no quería que el mujeriego de su mate la descubra, no aún, ella aún no confiaba en nadie, al igual que Sandra, también había perdido a sus padres, irónicamente casi del mismo modo, ¿la diferencia?, una fue una masacre perpetrada por humanos y la otra fue perpetrada por seres sobrenaturales, con los que nuestra querida Sandra jamás ni soñó con su existencia.

- Sashi, ¿está el señor Ernest? - preguntó Sandra, revisando unos documentos, oyó un leve rugido - ¿Eso fue un rugido? ¿Lo escuchaste? - miró a todos lados extrañada.

Quizás había sido su imaginación, pensó.

- El señor Ernest está en la oficina con su ''amiguita'', Sonya Mirova. - lo dijo con celos poco disimulados y haciendo comillas en la palabra amiguita.

- ¿Te gusta el jefe?- abrió Sandra los ojos como pelotas de pinpong que quieren salir de sus cuencas.

- ¿Qué? Por supuesto que no, él... él es un... un mujeriego igual al cretino de su primo, o sea, tu jefe.

Sandra sintió una punzada en su pecho, había tenido solo dos novios, los tuvo en la universidad, solo fueron besos nada más, nunca se sintió preparada, tampoco nunca sintió celos. Sashi percibió el olor a celos en la chica, entonces supo que no era su lobo, si no que era su primo el amargado. Entonces bajó la guardia, el asunto era que ese lobo no quería nada serio, ni siquiera se esmeraba por conseguir a su alma gemela. Sin saber que tenía justo en frente, a la próxima reina de las lunas.

- ¡SANDRA! - gritó el alfa y la chica dio un respingo, salió a toda prisa hacia la oficina de su jefe y allí lo vio, todo marcado con lápiz labial y sus celos se intensificaron - No quiero que vuelva a dejar pasar a esa loca, casi no me la quito de encima. - su mal humor era notable, era tanto, que hasta su voz pareció volverse más rasposa.

- Ella me dijo que era su novia. - le dijo mirándolo seria - Así que ya no sé a quién debo dejar pasar.

- Procure, ya no dejar pasar a nadie, es decir, a ninguna mujer, dígales que ya tengo esposa, - ella hizo un gesto de confusión - ellas entenderán y dejarán de fastidiarme.

¿Casado? ¿Quién será esa mujer? Que lástima, ese papasito estaba más bueno que el pan aunque tenía un carácter de mierda, que a veces le provocaba ahorcarlo.

La pobre muchacha se sentó en su puesto desanimada, por alguna extraña razón un dolor se le instaló en el pecho, uno más, realmente.

Ese olor a tristeza que de ella emanaba siempre, ahora estaba intensificado.

''Eres un tonto, ¿cómo se te ocurrió decirle que estás casado?, ahora está más triste que de costumbre, ni siquiera te has interesado en saber por qué siempre está así'' - lo reprendió su lobo.

''Ya te dije que no tengo tiempo para eso''. dijo, aunque no era verdad, todo de esa flacuchenta le interesaba.

''Entonces lo mejor será que dejemos que Jean Paul, el de publicidad la corteje''. - tentó.

''¡JAMÁS! Ella es nuestra, ningún imbécil, ni lobo ni humano se le va a acercar''. - se levantó rápido pues percibió el olor asqueroso de ese humano fumón.

Al abrir la puerta de golpe, los dos dieron un pequeño saltito en sus puestos, como si hubieran sido pescados en un mal acto. El alfa los miró a ambos con los ojos entrecerrados. El pobre Jean Paul, tembló de miedo, él conocía la fama de malgeniado de su jefe, así que se despidió y casi corrió para huir de esa mirada afilada y fría.

- Espero que no haya estado recibiendo visitas en sus horas laborales, señorita Jaramillo. - le habló a modo de regaño irónico.

- No señor, el joven Jean Paul me trajo las carpetas de la campaña. - habló mirándolo de manera desafiante.

- Ya te domaré, cachorra flaca.- dijo en voz casi imperceptible, que a los oídos humanos de Sandra, solo fue un murmullo inentendible.

- ¿Dijo algo, señor? - preguntó.

- Nada, que me traiga un café amargo.

- Como usted. - murmuró la chica, pero eso sí que lo escuchó el lobo.

- ¡Ahora! - la chica volvió a dar un respingo y se levantó a toda prisa.

- Si sigue gritándome así, me va a provocar un aneurisma. - decía mientras preparaba el café.

Tocó la puerta y esperó a que su jefe le diera autorización para entrar, apenas oyó el ''siga'', ingresó, dejando la taza de café en el escritorio, sus movimientos eran observados por ese hombre de mirada clara.

Era un hombre que seguro gozaba de muchas amantes, y esas mujeres ahora exigían atención que al parecer él no estaba dispuesto a darles nada más que quizás una noche de pasión y nada más. Para ella, él era ese tipo de hombres que no ve aparente a ninguna mujer para que sea su lustrosa esposa, ¿qué podía esperar ella?, solo era una simple secretaria, sin recursos económicos y lo más importante, sin ganas de vivir.

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Comments

Lizbeth Ahumada

Lizbeth Ahumada

estos hijos las historia de sus padres y abuelos ni lo escucharon por qué actúa pero horrible con sus mates

2024-04-15

6

Mary Reyes

Mary Reyes

hay pobresitos

2024-04-14

1

Auribeth

Auribeth

pobrecito

2024-03-14

6

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