Capítulo 8

Sabrina despertó aún con su mente en el encuentro que había tenido con Don Mauricio Menecucci el día anterior. Experimentaba una conexión inexplicable con aquel hombre poderoso y enigmático.

Al llegar la soleada mañana siguiente, a Sabrina le asignan la tarea de limpiar la suite presidencial del resort. Mientras termina de hacer la cama distraída, su frasco de aromatizante rueda y se desliza debajo de la cama. Se agacha buscándolo y alarga el brazo tanto como puede, realizando un movimiento que la deja prácticamente a cuatro patas mientras intenta recuperar su frasco.

Oye cómo se abre la puerta del baño y unos pasos se acercan, se gira y, para su sorpresa, es Don Mauricio que emerge del baño envuelto tan solo en una toalla blanca alrededor de su cintura. Sus ojos recorren su pecho, los brazos tatuados y el abdomen perfectamente definido, admirando cada detalle.

– ¿Necesitas ayuda, Sabrina? – dice Don Mauricio, mirando el cuerpo de Sabrina.

Justo cuando Don Mauricio sale del baño, tiene la vista perfecta de Sabrina con el trasero bien levantado, mostrando un poco de su ropa interior negra, su color preferido. Siente cómo se endurece al observar la escena y cierta envidia cuando piensa que el uniforme está demasiado corto.

Sabrina se siente totalmente avergonzada al darse cuenta de su postura y la mirada depredadora de Don Mauricio. Se levanta rápidamente, ajustando su uniforme que había subido por sus piernas.

– Don Mauricio... Yo... No esperaba encontrarte aquí – balbucea desconcertada.

– Vaya, eres hermosa cuando te sonrojas – él se acerca a ella con un tono seductor.

Sabrina siente una mezcla de sorpresa y atracción, intentando mantener la compostura y profesionalismo. Don Mauricio, notando su reacción, sonríe provocativamente, dejando claro que también siente una fuerte atracción y se planta cerca de ella. Ambos permanecen en silencio por un momento, con el deseo suspendido en el aire.

– Yo... pensé que la suite estaría vacía – dice ella, mirándolo a los ojos.

Sabrina siente su corazón acelerar mientras se pregunta qué hacer. Sabe que necesita mantenerse profesional, pero la atracción entre ambos es palpable.

– Parece que el destino nos ha puesto juntos de nuevo, ¿no es así, Sabrina? – Don Mauricio sonríe con seducción y se pone tan cerca que ella puede sentir cómo su miembro t*rgo la roza ligeramente, provocando un escalofrío y una sensación diferente en ella.

– Sí, parece que sí. Pero yo estoy aquí para limpiar la suite. Debo concentrarme en mi trabajo – dice Sabrina con los labios cerca del rostro de él, intentando mantener la compostura.

– Ah, Sabrina, puedes hacer mucho más que limpiar aquí. De hecho, yo puedo hacer mucho contigo – dice Don Mauricio, tocando suavemente su barbilla para encontrarse con su mirada.

– No estoy aquí para eso, Don Mauricio. Soy una camarera y sé cuál es mi lugar. No seré un pasatiempo ni un objeto para ti – dice ella, alejándose de su contacto.

– Veo en tus ojos que también me deseas. No te veo como un pasatiempo, Sabrina; en verdad despiertas algo en mí que no puedo ignorar. Desde el primer momento en que te vi, sentí una conexión intensa con esos ojos tuyos – él dice, sujetando su mano entre las suyas con afecto.

– Don Mauricio, nosotros no podemos... Esto no está bien. Soy una empleada de tu empresa, no podemos mezclar las cosas – dice Sabrina, su corazón latiendo fuerte por el tacto y la cercanía del hombre atractivo y apuesto.

– Sabrina, la atracción que siento por ti es irresistible. No importan las circunstancias, mi deseo por ti solo crece – dice Don Mauricio, admirando sus hermosos ojos verdes con cariño.

Sabrina empieza a sentir temblar sus piernas, ciertas alarmas se disparan en su cabeza; piensa que ese hombre medio desnudo podría forzarla a algo, siente sus manos sudar y su respiración acelerarse.

– Don Mauricio, si sigues así, te denunciaré por acoso. No importa cuánto dinero tengas, estoy aquí para trabajar y no para ser un juguete o que ningún huésped me obligue a hacer algo que no quiero – dice ella, alejándose bruscamente de él, un poco asustada, pero él aprieta rápidamente su brazo.

– No me hables así nunca más, Sabrina. Nunca he obligado a ninguna mujer a acostarse conmigo y tú no serías la primera. Podría obligarte si quisiera, pero no es así como te deseo, así que no actúes como una niñita asustada – él dice.

Sabrina duda si debe creerle, pero ve sinceridad en su mirada. La intensidad entre ambos es notable, aunque ella tiene un gran temor de ser tocada. A pesar de que él solo lleva una toalla, no ha forzado nada, así que intenta calmarse.

– Si me tratas con respeto, tendrás mi respeto, ya seas mi jefe o no. Ahora suéltame, me estás lastimando – dice ella.

– Te soltaré, pero espero que mejores esa actitud de gata esquiva o tendré que castigarte – dice él, soltándola rápidamente. Ella se dirige a la puerta sin volver a mirar atrás.

– No tienes que salir; me cambiaré en la habitación. Puedes arreglar la sala – él dice y ella simplemente asiente.

Sabrina comienza a ordenar la sala de la suite presidencial, sintiendo una ira dentro de ella.

"CAS*IGO ¿Quién se cree para castigarme? ¿Mi padre? No estoy aquí para acostarme con mi jefe. Mi madre siempre decía que los hombres guapos son los peores y no tienen respeto, doña Soraia siempre tiene razón" – piensa mientras ordena la sala.

Don Mauricio la mira desde el espejo mientras se arregla, observando cada movimiento suyo, la forma en que se inclina para recoger objetos del suelo o del sofá, intentando controlarse.

Don Mauricio debe salir para atender sus obligaciones mientras ella sigue con la limpieza de la suite presidencial. Sabrina no puede evitar pensar en la intensa mirada de Don Mauricio al observarla discretamente. Aún puede oler su perfume y nota sus relojes caros, sus ropas organizadas. Deja todo limpio y ordenado para su regreso, recupera su aromatizante y esparce un poco de esencia de vainilla para finalizar su trabajo.

El día transcurre rápidamente y, lamentablemente, no tienen oportunidad de encontrarse de nuevo. Don Mauricio está absorto en sus responsabilidades y compromisos, y Sabrina en sus labores como camarera.

Al final del día, Don Mauricio regresa a la suite presidencial para ducharse y cambiarse, ya que aún tiene otras reuniones. Al entrar, una fragancia diferente pero deliciosa lo envuelve, advierte que todo está limpio, justo como le gusta. Mientras se ducha, no puede dejar de pensar en Sabrina, en cómo estaba apoyada en el suelo más temprano, en su rostro angelical y la conexión que compartieron al tocarse. Su deseo se hace tan intenso que llega a doler y palpitar, comienza a autocomplacerse hasta climaxar en el suelo del baño, imaginándose intimando con ella en el sofá que había arreglado antes, finaliza su ducha y se prepara para la próxima reunión.

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Comments

Angela アンヘラ

Angela アンヘラ

ya lo perdimos jajajaj

2024-05-14

0

aida ysabel ascanio

aida ysabel ascanio

jajajaja con solo imaginarla/Awkward/

2024-05-01

0

Elide Rubio

Elide Rubio

se calentó

2024-03-26

3

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