Con el paso de los dias se veia el crecimiento del vientre de Lady Victoria y una tensión cada vez más palpable en el ambiente. A medida que los meses pasaban, su embarazo avanzaba y su demanda de atención por parte de Alexander se intensificaba.
Lady Victoria, en su afán de asegurar su posición y el reconocimiento de su primogénito, no perdía oportunidad de recordarle a Alexander sus responsabilidades como futuro padre. Su insistencia se volvía cada vez más agobiante, generando un ambiente tenso y lleno de expectativas.
Observaba cómo Alexander luchaba por cumplir con sus deberes hacia Lady Victoria y, al mismo tiempo, trataba de mantener un equilibrio con nuestra relación. Sus ojos reflejaban una mezcla de culpa y frustración, pues estaba atrapado en una situación en la que sus sentimientos se dividían entre el deber y el verdadero amor.
Me sentía impotente, una espectadora en medio de este conflicto. Mi corazón se llenaba de compasión por Alexander, pero también estaba decidida a no permitir que Lady Victoria se interpusiera entre nosotros. Sabía que nuestro amor era real y que ningún obstáculo podría destruirlo.
En medio de la incertidumbre y la presión, encontrábamos momentos de refugio y consuelo en la intimidad de nuestra habitación. Allí, en la penumbra, nuestros cuerpos se unían en un abrazo apasionado, buscando la conexión y la calma que tanto anhelábamos. En esos instantes, los problemas y las expectativas se desvanecían, y éramos solo nosotros dos, entregándonos al amor que nos unía.
Pero fuera de las paredes de nuestra alcoba, la realidad nos golpeaba una y otra vez. Lady Victoria hacía públicas sus exigencias y llevaba consigo un aura de desafío. Era consciente de su poder y no dudaba en usarlo para mantener a Alexander a su lado.
Me sentía desgarrada entre el amor que sentía por mi esposo y la presencia constante de Lady Victoria en nuestras vidas. Mi deseo de ser feliz y construir una vida juntos chocaba con la sombra que ella proyectaba sobre nuestra relación.
Sin embargo, estaba decidida a resistir. Mi determinación se fortalecía con cada día que pasaba, y encontraba consuelo en la certeza de que el amor verdadero siempre prevalecería. Sabía que el camino sería difícil, que habría sacrificios y momentos de dolor, pero estaba dispuesta a enfrentar cualquier obstáculo con valentía y amor.
En medio de las turbulencias nuestra historia, encontraba fuerzas en la promesa de un futuro mejor. Nos aferrábamos a la esperanza de que, algún día, la verdad se revelaría y la oscuridad que nos rodeaba se desvanecería. Juntos, seguimos adelante, con la convicción de que nuestro amor era más fuerte que cualquier adversidad y que, al final, encontraríamos la felicidad que tanto anhelábamos.
Los meses pasaron y habia llegado el tan esperado día del parto de Lady Victoria. El ambiente en la mansión era tenso y lleno de expectación mientras todos esperábamos ansiosos la llegada del heredero de la familia.
Alexander estaba visiblemente preocupado y nervioso. A pesar de las circunstancias y las dudas que lo rodeaban, este era el momento en el que debía mostrar su apoyo y presencia. Era su deber estar allí para presenciar el nacimiento de su hijo y asegurarse de que todo saliera bien.
Yo, por mi parte, luchaba contra una mezcla de emociones encontradas. Por un lado, sentía empatía hacia Lady Victoria, pues sabía que el nacimiento de un hijo era un momento de gran importancia y alegría. Pero por otro lado, mi corazón se llenaba de inquietud y temor, pues este evento solo acentuaba aún más la presencia de Lady Victoria en la vida de Alexander.
El aire estaba cargado de nerviosismo mientras nos reuníamos en la sala de espera, esperando noticias del proceso de parto. Pasaban los minutos y cada segundo parecía una eternidad. Finalmente, un susurro se extendió por la habitación, anunciando la llegada del bebé.
A los pocos minutos de su nacimiento, el niño comenzó a presentar dificultades al respirar. El ambiente de celebración se transformó en una preocupación angustiante mientras los médicos se apresuraban a atender al pequeño.
Lady Victoria, que momentos antes estaba llena de alegría y esperanza, ahora estaba llena de temor y angustia. Sus ojos reflejaban una mezcla de miedo y desesperación mientras observaba a su hijo luchar por respirar.
Alexander se aferró a mi mano con fuerza, su mirada reflejaba una profunda preocupación y tristeza. Nos encontrábamos unidos en la incertidumbre y la angustia, esperando desesperadamente que el equipo médico pudiera salvar la vida del bebé.
El tiempo parecía detenerse mientras los médicos trabajaban frenéticamente para estabilizar al recién nacido. Su llanto débil llenaba la habitación, pero era interrumpido por las voces apremiantes.
Mis pensamientos se volvieron una oración silenciosa mientras observaba a aquel frágil ser luchar por su vida. Rogaba superará este desafío.
Finalmente, después de una espera agonizante, el llanto del bebé se hizo más fuerte y regular. Los médicos lograron estabilizar su respiración y su color rosado comenzó a volver a sus mejillas. Un suspiro colectivo de alivio llenó la habitación, y las lágrimas de felicidad y gratitud brotaron de los ojos de Lady Victoria.
El pequeño había superado ese difícil comienzo en la vida, pero la tensión y la preocupación todavía persistían en el aire. La salud del bebé sería monitoreada de cerca en los próximos días y semanas, y todos estábamos conscientes de que aún había un largo camino por recorrer.
Nos apresuramos a ingresar a la habitación, donde Lady Victoria yacía agotada pero sonriente, sosteniendo en sus brazos al recién nacido. Era un momento de gran felicidad para ella, un sueño hecho realidad. Los presentes celebraban con alegría, admirando al pequeño ser que acababa de llegar al mundo.
Alexander se acercó a Lady Victoria con cautela, sus ojos reflejaban un torbellino de emociones. Observé cómo tomaba al bebé en sus brazos, su mirada mezclada con asombro y amor paternal. Era evidente que sentía una conexión especial con ese pequeño ser, su primogénito.
La escena me llenó de un sentimiento agridulce. Por un lado, me alegraba ver a Alexander experimentar la dicha de la paternidad. Pero por otro lado, no podía evitar sentir un nudo en mi estómago, recordándome que aquel niño era el lazo que unía a Alexander y Lady Victoria, y que nuestra relación siempre estaría entrelazada por esa conexión.
Este día llegaba a su fin con el nacimiento del heredero y la presencia ineludible de Lady Victoria en nuestras vidas. Ahora, nos enfrentábamos a un nuevo desafío: encontrar la manera de seguir adelante y luchar por nuestro amor en medio de las circunstancias que nos rodeaban.
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