Nidra camina detrás de una rata, con el báculo en manos, está siendo guiada a un salón. El camino se vuelve eterno, se mueve en cámara lenta, atraviesa todo el pueblo, las ratas que lo habitan la observan, aprecian su belleza, el color de su piel, sus alas de suave seda, su cabello bailando al compás de la brisa y por sobre todo el báculo brillante, como el sol, que se mece y acompaña su andar.
La rata abre una puerta y entra. El hada sigue detrás de él. Una mesa la espera y a su alrededor los cuarenta guerreros.
Nidra se acerca a la mesa y se pone de frente a Narów. -princesa gracias por venir. Cada una de estas ratas componen los cuarenta-, exclama este.
Ella los observa, los ve decididos, ratas capaces de pelear. Junto a Narów encuentra a Zario, quien no aparta la vista de sus ojos.
-Antes de comenzar quiero que sepas que el elfo estará bien, está fuera de peligro… solo necesita tiempo para curar sus heridas-, le dice Narów.
-les agradezco su ayuda-, contesta Nidra y agacha la cabeza.
-no hace falta agradecer…-, acota la rata y continúa -ahora hablemos de otro tema… ponlo sobre la mesa-.
Ella lo observa, presiona sus manos, respira y luego posa el báculo en el centro de la misma.
Las cuarenta ratas se maravillan, murmuran cosas, sienten su poder.
-Es increíble-, dice Narów manteniendo la distancia, luego la mira a ella y pregunta -¿Cuándo fueron con el árbol?-.
-Antes de venir acá-, contestó ella.
-pero cómo es posible…-, exclama este en duda, y sigue -el sabio no podía salir de la montaña nevada-.
La princesa agacha la cabeza, entristece y contesta -Jörne murió por mi causa-.
Narów contempla sus palabras, encesta un golpe a la mesa exclamando dolor.
Uno de los cuarenta pregunta -¿entonces no es su destino gobernar?-.
-el báculo no la convirtió en reina-, contesta otra rata.
-entonces… ¿Quién será el nuevo rey del bosque?-, preguntan desde el fondo.
Uno de los cuarenta se acerca, su cara se ilumina, posa sus manos en la mesa, sus dedos piden que lo toque mientras exclama -podría ser cualquiera… incluso uno de nosotros…-.
Narów da otro golpe a la mesa y grita -ninguno de nosotros tocará el báculo, no es nuestro destino…-, luego mira al hada y sigue -el árbol te dio esto por una razón princesa, ¿Qué fue lo que te dijo?-.
Nidra rasca su brazo, y contesta -el árbol me dijo que en la metrópolis habita otro hada llamado Fernio, que lo busque y juzgue su poder para gobernar-.
Narów entrecierra los ojos y se pregunta -¿un hada en la metrópolis?-, luego vuelve a ella y dice -¿el árbol te dijo que este hada es el elegido?-.
-no-, contesta ella, -habló de la posibilidad, pero aun así puede no serlo…-.
Narów adopta una pose pensativa, luego gira a su izquierda y dice -Zario, ve a la metrópolis, busca información del hada, encuéntralo y vuelve-.
-sí, señor-, contestó la rata y sale de la sala, acompañado por la mirada del hada.
El gobernante se dirige a ella y exclama -Nidra seas o no la elegida, estás cuarenta ratas estarán contigo, morirán por tu causa, por qué es la causa de todos… esos elfos nos arrebataron nuestro hogar y el bosque está sucumbiendo a sus pies… tenemos que evitarlo…-.
La princesa observa esperanzada, siente la desición de las ratas, luego toma el báculo, agradece la ayuda y sale del lugar.
Nidra ingresa a la habitación donde se recupera el elfo.
Noric la observa entrar, le sonríe, este se encuentra con pocas fuerzas, aun así se esfuerza y le dice -hola Nidra, parece que el cazador me encontró…-.
Ella también sonríe, acaricia su rostro y contesta -eres un elfo duro Noric, un gran elfo-, luego se torna triste y exclama -perdón por dejarte, no me tendría que haber ido con Zario-.
Noric recuerda la noche, recuerda su baile con la rata, recuerda el abrazo, siente dolor, luego dice -no tienes que disculparte…-, luego se torna más serio y continua -Nidra… hay algo que quiero decirte, algo que tienes que saber… algo que ya no puedo guardar-.
El hada ve gestos de dolor en él, le interesa lo que tenga que decirle, pero teme… teme porque sabe qué se trata de amor y quizá es por ello que atina a decirle -tranquilo Noric, me lo dirás cuando te levantes de esa cama-.
Él insiste -no… es necesario que lo sepas ahora-.
-prometo escucharte… cuando te recuperes-, contesta ella.
El elfo entristece y vuelve a apoyar su cabeza sobre la cama.
Zario entra a la habitación, lo observa y exclama -Noric que bueno que estés mejorando, me pone muy contento-, luego mira al hada y sigue -Nidra encontré a Fernio-.
Ella se sorprende, se despide de Noric, y sale con Zario. El elfo se queda pensante, entristecido, en lo que parece una agonía sentimental…
-Perdón por mentir… por mentirte-, dice el hada a la rata a su lado.
Este suspira y contesta -entiendo que el miedo y la duda te llevaron a eso… no te juzgo… pero espero que entiendas que no estás sola… no lo estás-, y toma su mano entrelazando los dedos.
-sé que no estoy sola-, contesta ella y apolla su cabeza en el hombro de Zario mientras repite -no estoy sola…-.
Noric, observando un punto fijo en el techo, desde la cama donde se recupera, exclama para sí mismo -princesa… no estás sola-, y deja caer una lágrima.
Nidra y Zario caminan uno al lado del otro, primero buscarán unos atuendos para esconder el rostro del hada y luego se dirigirán a la metrópolis en busca de Fernio.
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