El Sabio es sorprendido en su morada por Noric y Nidra, agotados, cuentan la secuencia que se sucedió con el Yeti, cuentan la decisión de la liebre al entregar su vida por la causa. Jörne entristece, llora, pues aquel mamífero era su amigo… también derrama lágrimas por el Yeti, pero decide no contarles la verdadera historia del porqué estaba en esa montaña.
-tomen provisiones, lo que necesiten… y vamos a buscar el árbol mágico-, exclama el sabio mientras sale por la puerta y se aleja.
Dejan la montaña atrás, para adentrarse a una espesa parte del bosque. Jörne iba al frente, mientras que el elfo y el hada lo seguían de cerca.
-¿Conoces el Árbol mágico?-, pregunta Noric mirando al sabio.
Este, sin perder el andar, contesta -si… él me nombró sabio, y nombrará Reina del bosque a Nidra-.
-¿y si los elfos oscuros ya lo encontraron?, Interroga el hada.
-es imposible-, dice Jörne y sigue -el Árbol solo se presenta ante el sabio del bosque-.
De repente el pecho del sabio comienza a doler mucho, comienza a sentir como el parásito, lentamente, se va acercando al corazón, siente su calor, su compresión al andar, siente su maldad…. Luego se repone y exclama -tenemos que darnos prisa-.
Nidra y Noric se miran extrañados, como si sospecharan algo.
Un rato más tarde
El sabio, en un estado de nerviosismo, se detiene y observa a sus alrededores. Sus manos temblaban, se encontraba desorientado, corre hacia un árbol, choca contra él, le habla, pero este no contesta, es solo un árbol. Noric lo levanta del sueño, observa su cabeza sangrar, Nidra se acerca y lo ayuda mientras grita -Árbol!, Árbol sagrado!-.
Lo cargan en hombros y siguen el extremo de su dedo que apunta en una dirección.
-¿Qué te está pasando sabio?-, preguntó el elfo.
-el Árbol… tenemos que encontrar el árbol-, balbuceaba.
Jörne escupe sangre, levanta la mirada y todo está borroso, los colores se deforman y pierden la silueta de lo que son. Sus manos transpiran como si tocaran el sol. Los pies dejaban la huella de sus dedos al son de ser arrastrado por el elfo.
-Diana… Diana te extraño-, repetía este.
-¿qué le está pasando?-, pregunta Noric a Nidra.
-está agonizando… exclamando su último aliento-, contesta el Hada.
El elfo entristece, se acerca al oído del sabio y murmura -todo va a estar bien jörne… el Árbol te va a salvar-.
Nidra lo mira y gesta con su cabeza la entendible expresión de desesperanza.
El sabio levanta la cabeza, sonríe y se impulsa con el pecho del elfo para salir despedido hacia adelante y caer en las enormes raíces de un imponente árbol. Este acaricia su corteza, lo abraza, se siente cálido, luego lo besa y ,como por arte de magia, el árbol comienza a brillar.
El árbol se gira hacia el sabio, portaba unos enormes ojos y gran boca, sus ramas eran perfectas y las hojas bailaban al son del viento. Nidra y Noric se hallaban cautivados por su belleza.
-ohh Jörne-, exclama el árbol y sigue -así que hoy es el día-.
El sabio lo mira y con las pocas fuerzas que le quedaban exclama -el hada… el hada es la última… la última de su especie… es la… es la hija de Litich-.
El árbol observa a Nidra y contesta -oh sí, hermosa hada, valiente y capaz-, luego gira al sabio y concluye -pero… ambos sabemos cuál es su destino… ambos conocemos el destino del bosque.
-lo sé…-, contestó el sabio sumergido en dolor, -¿pero acaso no podemos cambiar su destino y el del bosque?-.
El gran árbol acaricia el rostro del sabio y acota -no podemos cambiar el destino del bosque, así como tampoco podemos cambiar que tu destino sea morir entre mis raíces, querido amigo…-, deja caer una lágrima sobre su rostro.
Jörne se retuerce de dolor y pregunta -dime que fui el mejor de los sabios… por favor dilo…-.
-así fue Jörne, el mejor de ellos y al que más voy a extrañar amigo-, levanta su mentón y dice -ve con tu hija, ve y abraza, abrázala por todos estos años separados-.
El parásito ingresa a su corazón, contempla la pureza que porta, la sangre comienza a brotar y esparcirse por todo el cuerpo. Acto seguido… el sabio muere.
Nidra se arrodilla ante él, le expresa su tristeza, se angustia, cierra su puño, maldice y golpea la tierra.
En ese momento, de entre los árboles, aparecen el Yeti y la liebre.
-Llegamos tarde…-, exclama la bestia al ver la escena y cae rendido a los pies del Sabio, los acaricia con sus enormes manos y acota -perdón Jörne, te fallé-.
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