La promesa del tejón

 -Soy un tejón, mi nombre no es importante en este punto de la historia, sería irrelevante escupirlo. Soy un animal pasivo, cuido de lo mío… He cometido errores, como cualquier tejón, pero he pagado por ellos con la frente en alto y siempre arrepentido. Tengo familia, una hermosa tejóna que endulza mi corazón y dos crías hembras, son jóvenes, pero muy inteligentes. Me gusta caminar por las mañanas con mi compañera mientras, nuestras crías, juegan en los prados. Soy sencillo, humilde, no aspiro a nada, solo a traer alimento por las noches para ellas. 

Hace dos lunas me encontraba enredado entre los juncos del pantano, buscando cangrejos, cuando me sorprendieron algunos elfos oscuros. Sus afiladas armas amenazaban con mi muerte, entonces, me obligaron a ir con ellos… no tenía opción y accedí… Caminamos un largo rato, nadie decía nada, solo desfilaban hasta los túneles. Al llegar me tiran al suelo, tenía miedo, la idea de no volver a ver a mi familia me atormentaba. Entonces, de frente a mí, se presenta Valiot, el gobernador de ellos. Valiot trae en su mano izquierda un jarro con agua, la más rica que he probado, luego pregunto si estaba bien, si estaba herido, le comenté que no, que sus guardias habían sido muy amables, aunque sus afiladas armar no dejarán de mirarme, luego me ayudó a ponerme de pie, palmeo mi espalda, e invitó a caminar por su hogar.

Recuerdo con precisión cada escena… cómo la de elfos llorando a otros elfos muertos en sus brazos… o la de muchos otros curando sus heridas… La guerra es devastadora para todos... También estaban aquellos esperanzados, festejando un inevitable triunfo y el seguido abandono de los mugrientos túneles dónde viven… ellos sabían que el sol sería su nuevo techo y no un conjunto de raíces y barro… Los vi felices. 

Hasta que llegamos a ese lugar… los calabozos. Allí tenían prisioneros… animales y criaturas que se retorcían hasta la muerte, encerrados sin oportunidad de luchar. Allí estaba Bill, un Tejón conocido, alguien con quien hable hace un tiempo, era un buen tejón, tampoco se metía con nadie, pero allí estaba esperando su muerte, lo vi deshidratado, en sus últimos momentos, a su lado había un elfo de las coníferas, los creía extintos… pero allí estaba... Y nos detuvimos.

-no quiero que pases tus últimos días encerrado acá-, dijo él, mientras acariciaba mi cabeza.

-no me gustaría quedarme-, complete yo. 

Entonces se paró de frente a mí y dijo -tejón… tu pasado te precede, es inevitable escapar de él. Y en este momento necesitas volver a ser lo que fuiste… necesito una última cacería-

-ya no soy un mercenario-, le respondí furioso.

Valiot me sonrió, como si supiera mi respuesta, y contesto -amigo Tejón… en esta oportunidad no lo vas a hacer por el honor o por reliquias… recompensas absurdas… en esta ocasión te doy la oportunidad de salvar tres vidas… la de tu compañera y tus dos hijas-.

Al escucharlo quedé mudo, los ojos se me cristalizaron y entendí que ese maldito elfo era capas de quitarme todo lo que tenía… a mi familia. Fue entonces que accedí… no lo hubiera hecho de otra manera-.

El tejón cierra los ojos, se transporta a ese momento en el cual Valiot le hacía imaginar el hogar en llamas con su familia dentro. Luego abre los ojos y observa… observa a Noric, luego mira a su izquierda y observa a Roberta, y por último se detiene en Nidra… todos maniatados a sillas, golpeados… con miedo. 

-espero hayan entendido el porqué de esto… no es nada personal… es solo que mi familia vale mucho más que sus vidas-, exclama el tejón, luego se da la vuelta y sale por la puerta dejándolos encerrados. Nidra encuentra los ojos del elfo con el temor de no saber qué sería lo que sucedería. 

Al salir se topa con Kyaa, su hija menor, y le dice -Kyaa, quiero que te quedes junto a la puerta, si escuchas ruidos extraños avísale a tu mamá-, besa su frente y camina hacia la salida.

-¿Dónde vas?, prometiste que te quedarías-, le dice ella.

El Tejón, mientras se aleja, contesta -voy a buscar a los elfos… el trabajo está hecho-.

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