Recolectando lo necesario

Al día siguiente, Sanguinario se dirigió al pueblo para recolectar todo lo necesario para poder cruzar la barrera e ir al reino de las hadas. Al llegar al pueblo, se dirigió al mercado negro para encontrarse con un viejo amigo que siempre le conseguía todo lo que necesitaba. Así que se dirigió lo más pronto posible para conseguir todo lo necesario para partir lo más rápido posible a su misión de encontrar el paradero del príncipe Esteban y el hada. Al llegar, se dirigió a un pasadizo secreto que muy pocos conocían su ubicación. Tenías que ser alguien muy importante para que te revelaran la ubicación de dicho lugar y Sanguinario era muy importante en el reino, así que era muy conocido por muchos. Al llegar al pasadizo, pisó una piedra y se activó un mecanismo que abrió un portal a un lugar lejano. Al cruzar el portal, se encontró con una ciudad grande con diferentes puertas. Sanguinario se dirigió a la puerta color rojo y giró la perilla para abrirla. Al entrar, estaba una vitrina llena de diferentes artefactos, pociones y varios estantes con diversas cosas. Detrás de la vitrina estaba un señor canoso de cabello largo, de descendencia asiática y un poco encorvado por la edad. Sanguinario se dirigió a la vitrina y saludó al anciano.

- ¿Cómo has estado, Chin Wong? Los años no pasan en ti, sigues igual a la última vez que te vi.

- Me halagas, Sanguinario. Estoy bien dentro de lo que cabe. ¿Qué te trae por aquí?

- Necesito una poción o artefacto para cruzar la barrera del reino de las hadas.

- Muy bien, entiendo. De hecho, tengo una piedra preciosa muy antigua que te ayudará a cruzar. Solo ten mucho cuidado ya que no sabes qué te encontrarás del otro lado.

- No se preocupe, estaré bien. Gracias.

Pagó la piedra y salió del lugar para regresar al reino de Ternia. Al regresar, se dirigió a diferentes puestos del pueblo para recolectar víveres y algunas medicinas para cada ocasión, ya que le gustaba estar preparado por si algo salía mal. Al terminar de recolectar cada cosa necesaria, montó a su caballo y se dirigió al bosque de la desesperación. Ya que sería un camino largo, no quería demorarse más en cumplir su misión. Estuvo cabalgando por varias horas y al llegar al bosque de la desesperación, ya había oscurecido y decidió acampar para descansar y continuar por la mañana cuando estuviera un poco descansado. Al bajar del caballo, hizo una fogata para mantenerse caliente ya que el clima era frío y calaba hasta los huesos. También sacó algunas cosas para comer un caldo caliente y un poco de café para calentar más rápido su cuerpo. Al terminar de cenar, sacó una manta y se recostó sobre un tronco para descansar un poco su cabeza. Al recostarse, estuvo muy pensativo ya que tenía muchos años que no ponía un pie en el reino de Ternia y tal vez todo estaría cambiado. Y así, entre pensamientos, se fue quedando dormido.

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