6 - Éxito (?)

Rei estaba esperando una reacción de Kennet cuando de pronto se sobresaltó con una mirada rápida del chico, el que le tomó ambas manos juntas con fuerza y acercó su cara a la suya.

—¡Gracias! —exclamó totalmente extasiado—. Te amo. ¡Ay! ¡Te estoy tocando! —Quedó petrificado y sonrojado en extremo sin poder pestañear.

—Ay, por favor… No podía esperar más de ti... —se liberó violentamente de las manos del joven que seguía mirando a un punto inexistente con una sonrisa perturbadora en su boca—. Bien… gracias a ti. Me… voy a casa… —salió retrocediendo lentamente por la puerta de entrada, sin quitarle la vista de encima al extraño chico, y cerró la puerta tras salir. Dio un suspiro liberador y retomó su compostura intentando olvidar todo lo que había pasado.

—Querido Kennet —se dijo para sí misma—. Que no se me olvide poner una orden de alejamiento contra ti.

Cuando Rei salió del edificio se percató que se había hecho de noche y se devolvió caminando a casa disfrutando de la brisa fría. Aunque llevara puesta una polera de manga corta y una falda, le encantaba sentir cómo se congelaba su blanca piel. Normalmente le costaba calentar sus manos y su mamá siempre se quejaba de sus dedos fríos. “Estás muerta por dentro, niña, cambia esa actitud tan despectiva y tu corazón comenzará a latir hasta irrigar tus manitos”, incoherentes palabras que solo hacían que a Rei le dieran arcadas.

Ya estaba hecha la movida planificada. A medida que caminaba, con aires de triunfo, por las iluminadas calles del centro de la capital, revisaba su teléfono para ver si se habían extendido las polémicas imágenes. En efecto, ya había comentarios ridiculizando a las enemigas de las chicas. “Genial, se merecen esto y más. Ahora debo pensar en un nuevo plan para dejarles en claro que somos peligrosas”, pensó Rei. Ya quería llegar a casa para comentarle a Mimi cómo había ido todo, así que apresuró el paso.

—Aló, Mimi —la llamó tras cenar un té con una tostada.

Rei era muy delgada y, para su conveniencia, le encantaban los tés, fríos o calientes. Podía sobrevivir solo consumiendo eso.

Puso su teléfono en altavoz sobre su escritorio, mientras ordenaba sus cuadernos para las clases del día siguiente.

—Rei… —respondió deprimida su amiga—. ¿Qué quieres?

—¿Estás bien? —era raro escuchar a Mimi ser tan cortante. Rei oía el sonido del acuario de la habitación de Mimi.

—Sí… lo siento… es que… estoy cuestionando muchas cosas… —dijo entre sollozos. Claramente estaba llorando.

—Entiendo que el asunto de tus fotografías se salió de control, pero… —Rei intentaba animar a su amiga. Ya había pensado en un par de cosas que podían hacer para seguir perjudicando a las chicas malvadas que las acosaban. Estaba totalmente convencida de hacerlas pagar a toda costa—. Vamos a salir adelante… juntas. Estoy contigo.

Rei podía parecer fría y temible, pero era capaz de hacer lo que estuviera a su alcance con tal de defender a su amiga. Además odiaba a esas chicas y ahora tenía una motivación real para fastidiarlas.

—No, Rei… No estás conmigo. Estoy sola en esto —explotó en llanto. Mimi se sentía tan abrumada que cayó al suelo.

—Tranquila… Te envié unos enlaces a tu teléfono. Revísalos, por favor. Todo el mundo se está burlando de Penny y sus secuaces.

—¿Lo hiciste? ¿En serio lo hiciste? ¿Publicaste las imágenes?

—Sí. Ahora estoy pensando en un nuevo ataque. Tú no te preocupes por nada que estoy disfrutando cada segundo de esto.

—Rei, basta. Vas a meterte en problemas. Te van a rastrear.

—Imposible, son publicaciones anónimas con identificación bloqueada —estaba orgullosa de haber tomado las medidas necesarias.

—Si te llegan a descubrir te van a expulsar y me voy a quedar completamente sola en la escuela —sollozó. Mimi tenía los sentimientos a flor de piel. Había estado llorando toda la tarde y solo quería dormir para olvidar que existía.

—No voy a dejar que te deprimas por esto. No tiene sentido que te importe tanto lo que piensen los demás de ti.

—Es que no es solo lo que piensan los demás de mí. Es lo que piensan TODOS de mí —sus lágrimas eran irrefrenables—. Desde mis padres hasta cualquier persona que siquiera haya escuchado mi nombre.

—¿Y qué es eso que piensan? ¿Que eres una cualquiera que se subió sobre un chico para besarlo? —Mimi se mantuvo en silencio. No sabía qué responder a eso—. Hay un millón de chicas en la escuela que no necesitan de una fotografía para que el resto nos demos cuenta que se han comido a más hombres que Mireya —Mimi retuvo una risa en su nariz—. Si quieres me monto sobre un imbécil y me fotografías para que hablen de mí y no de ti —al fin pudo sacarle una risotada a la alegre Mimi.

—Ay, Rei… —su corazón se enterneció al darse cuenta de cuánto la quería su amiga y de lo que era capaz por ella—. Después dirán que somos el dúo de prostitutas preadolescentes.

—Mpf —para Rei, ese sonido nasal de aire saliendo fuerte con una exhalación era lo más parecido a una risa que podía lograr.

—Está bien, Rei, acepto tu propuesta de fotografiarte con un chico —dijo en tono de broma—. Pero solo si es Ken Kennet.

—Ay, no, por favor. Ni me lo recuerdes que hoy tuve que ir a su casa. Aún estoy recuperándome del trauma —dijo mientras le recorría un escalofrío en la espalda.

—Ja, ja, ja. ¡¿Es en serio?! ¡No te creo! —Mimi no podía hablar de corrido, pero esta vez por la risa—. Ah, claro, es el chico de los computadores más cercano y confidente con el que podríamos contar. ¿No se te declaró otra vez?

—Basta de meter el dedo en la herida.

Rei le explicó toda su aventura a su amiga. Ella se impresionaba, se reía y hacía sonidos de asco a medida que avanzaba y según lo ameritaba la historia. Al terminar de contar su aventura, Mimi sintió orgullo y cariño por su arriesgada mejor amiga.

—Espero no tener que dirigirle nuevamente la palabra. De verdad que voy a tener pesadillas esta noche —le dijo Rei apretando los puños nerviosa exagerando el sentimiento de temor—. Hoy y todas las noches de mi vida —Mimi no podía parar de reír.

—De verdad no tenías que exponerte tanto. Imagínate que se comportó así de raro estando su mamá en casa ¿qué hubiera pasado si te lo pillabas solo? —"¿Si hubiéramos estado... solos?", se dijo con temor.

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