REI-NA (parte 1)
“Tú no vivirás como viví yo. Me encargaré de que vivas cada día como una reina. Tu nombre será: Reina.”
Eso fue lo que dijo Mireya, su madre, cuando la tuvo. Pero adivinen, ella solo tenía quince años cuando quedó embarazada de Rei, así que no pudo cumplir su palabra. Agraciadamente su papá era un empresario adinerado que sí cumplió con su parte del trato, pero según palabras de Mireya: la consentía demasiado.
—Papá es mucho más genial que tú, zorra barata —Exclamó Rei, disminuyendo la voz poco a poco hasta hacer de su vocativo un suave susurro cerca de su madre. Nuevamente se llevaba la "sorpresa" de ver a su mamá entrando con un nuevo novio a casa.
—Ay, por favor, Reina, no seas tan dura con mamá —movía sus angostas, pero contorneadas caderas a un lado y otro fingiendo inocencia.
—No vuelvas a llamarme así. Rei, soy Rei —ni el enojo la hacía pestañear—. Me largo de casa.
—Ay, Rei, no seas dramática —se lanzó al suelo para aferrarse a su pierna.
—Avísame cuando ese hombre horrible se vaya de casa —se liberó de los brazos de su mamá con violencia.
—¡No la escuches! Es solo una chiquilla malcriada por su papá —Escuchaba apagarse la voz de su mamá disculpándose con el hombre desconcertado mientras se alejaba.
Odiaba su nombre. “'Reina', ¿qué estaba pensando esa mujer cuando me dio ese terrible nombre? Es como nombre de mascota”. Le parecía demasiado cursi, pero que la llamaran “Rei” le encantaba, la hacía sentir como un personaje de caricaturas japonesas. Así que al final se sentía entre maldecida y agradecida por él.
Salió de su casa, un departamento estilo mariposa en el centro de la ciudad capital de Ritoquia, anclado a un Café que había abierto su madre y al cual le dedicaba su tiempo para ganarse la vida. Esquivó a los chicos guapos que trabajaban allí que hacían su cambio de turno y llamó por teléfono a su mejor y única amiga.
—Aló, Mimi —Con ella descargaba todas sus frustraciones y compartían sus gustos púberes—. ¿Reunión? —Rei ya había salido caminando con ritmo acelerado en dirección a casa de Mimi. Sus zapatos iban haciendo sonar las hojas de la calle que crujían fuertemente al pisarlas.
Cada vez que su mamá llegaba con un nuevo hombre, le daba mucha ira. “¿Cómo no va a poder estar soltera un tiempo? ¿Qué tanto puede darle un hombre que no pueda obtener por sí misma?”. La niñez ya quedaba atrás y Rei comenzaba a cuestionarse la vida, especialmente la suya.
—¡Rei! ¡Amiga! ¿Dónde nos vemos? —Acordaron verse en su zona de reunión habitual, desde la cual ambas se encontraban a unos cinco minutos de distancia.
El sol ya comenzaba a descender, pero Ritoquia era un país con un nivel de seguridad envidiable, especialmente en la capital, donde vivían; así que era común ver a jóvenes de todas las edades saliendo solos y caminando largas distancias para disfrutar de los bellos paisajes cercanos a la playa y el agradable clima.
Llegaron a su punto de encuentro: un terreno vacío de unas pocas hectáreas y hierba alta donde próximamente se construirían recintos habitacionales. El sol ya caía a la altura de los ojos y el cielo rojizo comenzaba a apagarse poco a poco en una tarde de otoño donde los días se acortaban cada vez más.
—Odio que Mireya lleve tipos a casa. —Se quejó Rei con su amiga—. Después me pregunta por qué las demás chicas me molestan en el colegio diciendo que ella es una cualquiera —caminaba de un lado a otro meneando su largo cabello marrón oscuro.
—No les hagas caso a esas zopencas, ya verás que se aburrirán o encontrarán a alguien más a quien fastidiar —Mimi tomó un delgado palito para dibujar en la tierra mientras conversaban.
—Como sea, no quiero volver a casa para ver a mi mamá besuquearse o algo peor. Siempre me cuenta cómo era su propia madre y ella ha repetido exactamente el mismo patrón.
—Debe ser difícil para ella estar sola —justificó Mimi.
—No está sola, está conmigo. Además tus papás están juntos y tienen una edad apropiada para su cargo parental. No entiendes lo que es tener a una chiquilla de mamá. Podría ser mi hermana mayor, incluso a ratos parece menor que yo —Rei pateó un montón de pasto seco con su bototo negro una y otra vez, hasta que se desparramó con el viento.
—Bueno sí, es un poco inmadura —rio Mimi mostrando sus grandes dientes delanteros. Le causaba gracia la mamá de Rei, la encontraba simpática, agradable y permisiva—. Probablemente se comporte así porque es joven aún ¿cuántos años tiene Mireya?
—Veintisiete. Pero parece de quince todavía. Según me cuenta, pensaba con mayor claridad antes de tenerme, era responsable e independiente, pero conoció a mi papá y… Al demonio con ella —Arrancaba manojos de pasto seco como escape mientras se quejaba—. Seguramente su cerebro se frio con el embarazo. Y sin mencionar que cuando yo era pequeña se comportaba de un modo mucho más despreciable, ahora al menos está más presente trabajando en esa trata de chicos.
—Ay, Rei —Mimi estalló en risa—. Sabes que no es así, no es una trata. “Es un café con chicos que te atienden de día y conversan con los clientes de forma totalmente inocente” —recitó como de memoria.
—¿Habló contigo? —Rei se acercó rápidamente al rostro bronceado de Mimi haciéndola retroceder instintivamente hasta que sus rizos naranjas cubrieron parte de su cara—. ¿Te lavó el cerebro a ti también?
—¡Yaaaa! Aleja tu cara. Me das miedo —Rei tenía unos enormes e inexpresivos ojos violeta y era de piel pálida. A ratos parecía una muñeca de película de terror. Mimi le empujó el rostro alejándola de ella—. Mira, te traje algo, si te portas de forma siniestra te lo tendré que quitar, así que sé buena chica —Mimi hurgó en el bolsillo de su pantalón tipo cargo—. Ten. Para que te pongas feliz —le extendió una mascarilla roja y negro con ganchos y pines de calaveras, y la meneó como si Rei fuera un cachorrito recibiendo un premio.
—¡Aaaah! —El rostro de Rei seguía inexpresivo, pero Mimi sabía que había hecho feliz a su amiga al ver un brillo centelleante escapando de su mirada con sus ojos abiertos a más no poder—. Me encanta —Rei se lo arrebató de las manos y se puso la mascarilla estilo punk en el rostro para lucirla—. ¿Qué tal? ¿Luzco aterradora?
—Ja, ja, ja —rió Mimi. Le encantaba consentir a su amiga—. Luces adorable.
Llevaban un par de años de amistad. Los rumores de la mamá de Rei y su inusual comportamiento social la habían hecho quedar excluida del resto de sus compañeros. Por otro lado Mimi era bastante tímida y se había aislado sin querer. Tras un proyecto escolar en parejas se volvieron inseparables compartiendo gustos similares de música y televisión y, desde hace unos meses, estaban incursionando en modas de vestir locas y extravagantes. Mientras comentaban sobre bandas de rock japonés se escucharon ruidos entre el espeso pastizal que pusieron en alerta a las chicas.
—¡Ssshhh! —Rei hizo callar de golpe a Mimi para agudizar el oído dirigiendo la mirada a un punto perdido para concentrarse.
—Ay, no me asustes. ¿Oíste algo? ¿Será un animal salvaje?
—Yo creo que sí… animales despreciables.
Rei acababa de oír a las últimas personas que quería ver en ese momento.
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