14 - Despedida

Transcurrió una semana y la vida de Rei comenzó a calmarse al fin. Aún tenía heridas físicas que le recordaban lo que había pasado con Mimi, pero ya había tomado la determinación de seguir adelante.

Esa semana la aprovechó para recortarse las puntas del cabello y recortarse un flequillo recto. “Creo que ya no me veo tan dura con este peinado”, se dijo observándose en el espejo. Ya había preparado sus libros, cuadernos y útiles para asistir a su nuevo establecimiento educacional: el Colegio Corazón de León. No había podido cambiarse inmediatamente de colegio debido a su enfermedad, pero ya estaba totalmente curada.

De forma inconsciente, había dejado de lado los gustos que le recordaran a Mimi, pero aún guardaba gran placer por la moda, así que se suscribió a la revistas semanal de la pasarela del mundo. Allí se dio cuenta que el estilo victoriano y oriental eran sus preferidos y comenzó a confeccionar accesorios usando guías de la red.

Durante esa semana fue con su mamá a ver una película de terror que la dejó fantaseando. A Mimi no le gustaban esas cosas, así que nunca había ido a ver una al cine. Le encantó y, a pesar de los rezongos de Mireya, se comenzó a delinear levemente la parte inferior de los párpados.

—Estás muy pequeña para usar maquillaje –le dijo su mamá–. Se te va a echar a perder esa piel tan hermosa que tienes. ¡Te pareces a la chica rara de la película!

—Genial —quería verse tétrica—. No te pongas así, es solo un poco de lápiz de ojos.

—Es que quizás un labial rosa o un poco de colorete, pero te ves tan…

—¿Tan? –pidió que completara su frase

—Tan gótica —dijo con desagrado.

—Excelente —para Rei eso estaba perfecto, el mejor halago que le podría haber hecho Mireya.

Esa noche recibió una visita en casa. Era Kennet.

—Alexa… hola —dijo el chico moviendo los lentes con un movimiento extraño de la nariz.

—Hola, Kennet –Rei miró a su alrededor en casa. Solo estaba su gato negro que paseaba por ahí, su mamá había salido. Kennet la miró insistente como si quisiera que lo dejara pasar–. Am… ¿qué te parece si… salimos a caminar? –Temía que se pusiera raro.

—¿Ah? Está un poco frío afuera y… —Rei lo tomó del brazo y el chico se dejó guiar, enrojecido como un tomate.

Ya era de tarde y anochecía cerca de las seis. Caminaron por un parque alargado que separaba dos calles concurridas. Los árboles ya casi no tenían hojas y se podía observar el nublado cielo. Rei fue caminando sobre una cuneta con sus pies y cuando estaba a punto de caer se aferraba a Kennet que caminaba a su lado. El chico estaba extasiado con la situación. Rei lo miró morderse las uñas y el labio inferior con frenesí y decidió descender. Era demasiado estímulo para el pobre joven.

—Lamento mucho lo que te pasó —le dijo finalmente el joven—. Digo... lo que te hicieron —Habían llegado a una fuente de agua que estaba apagada y donde unos trabajadores intentaban destapar sacando hojas por montones.

—No fue nada, realmente —Rei ya se sentía curada de lo ocurrido. Estaba enfocada en su nueva vida que ya casi comenzaba.

Bailoteó de un lado a otro. Rei no hacía movimientos innecesarios cuando caminaba o hablaba. En general parecía una temible fotografía parlante o una muñeca diabólica poseída. Pero también era muy grácil. Los suaves movimientos de sus manos como si fuera una bailarina y sus piernas chuecas la hacían parecer o muy linda, o muy rara… o ambas. Kennet la observaba desplazarse con sus brazos tomados en la espalda. Le encantaba su compañera.

—Me… me gusta mucho tu —hizo un gesto hacia la frente—, fle… flequillo.

—Gracias.

—Te hace ver… más linda –Rei se volteó hacia el chico

—Gracias –repitió con sinceridad.

—Alexa… te amo –las palabras se le escurrían en momentos de locura. Fluían como miel. El chico daba torpes pasos acercándose a Rei.

—Kennet, basta de eso, por favor. Ya te he escuchado y ya te he rechazado ¿por qué insistes?

—Porque cuando te veo simplemente quiero dedicarte poemas aparatosos. Cuando veo tus suaves movimientos que te hacen parecer flotar sobre…

—Kennet. Lo siento –lo interrumpió–. No me gustas. Me estás haciendo sentir incómoda –lo miró Rei seriamente y a Kennet le pareció maravillosa.

—Gracias por haber ido a mi casa ese día –le recordó. Bajó la mirada y se rascó un brazo con nerviosismo.

—Fatídico día… el momento en que arruiné todo… –Rei se dio vuelta para continuar caminando.

—No digas eso, por favor… al menos yo disfruté mucho. Me… –corrió hacia Rei para alcanzarla y dijo con vergüenza–. Me diste mi primera nalgada –le brillaron los ojos a través de las gafas.

—¡Eew! –dijo Rei burlándose y Kennet se rio–. Gracias por ser un buen chico. Gracias por hablarme para saber cómo me encontraba. Gracias por quererme como soy… –se arrepintió de decir eso.

Kennet se lanzó hacia ella y se metió entre sus brazos para abrazarla. Posó su cara en el pecho incipiente de Rei y se frotó contra ella como una mascota.

—Eres lo más hermoso que ha pisado esta tierra. Quiero ser el suelo por donde caminas, quiero ser el agua en la que te bañas. Oh, dulce, Alexa. Si pudiera respirarte y hacerte mía –¡paf! Rei le dio un golpe que lo hizo caer sentado.

—¡¿Quién te dio permiso de abrazarme?! –le dijo con mirada despectiva–. Si me vuelves a tocar, vas a extrañar tus dientes al momento de masticar.

—Aaaay… —se quejaba de dolor en el suelo–. Maltrátame más, por favor.

—¡Arg!

Terminaron conversando sobre trivialidades y se despidieron deseándose lo mejor para el futuro. Rei se alegró de tener al menos un amigo al cual iba a… extrañar es demasiado, pero sí lo recordaría con cariño y esperaba encontrárselo de vez en cuando.

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Comments

Quetzal Androide

Quetzal Androide

Hasta luego vaquero, fuiste siempre sincero pero no pudiste conquistar a la chica, F en el chat por el pobre Kenneth, quien solo quería que su waifu le diera nalgadas. 🥹

2023-02-22

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