capítulo XVIII.

Ladia fue llevada en brazos en persona por el propio duque, les había dicho y repetido que no era necesario llamar a un médico, que ella se encuentra en perfectas condiciones, que no es nada malo, les replicó a cada uno de ellos, sin embargo, ninguno la quiso escuchar.

Así que ahora se encuentra recostada en su gigantesca cama, que por alguna extraña razón la odia, ella prefiere más la comodidad del sofá que está justo en medio de su habitación, es como estar acostado en su vieja cama, la sencillez, aquella que por años peleo con su madre para que esté bien tendida, cosa que a los ojos de su madre nunca estaba bien hecho.

La cosa está en que, al final se salieron con la suya, y ahora se halla siendo atendida por el doctor, un hombre mayor, un poco más grande que su mayordomo, en edad, pero este es un poquito robusto y usa anteojos de cristal. El doctor le está tomando el pulso por medio de la muñeca derecha.

-es agotamiento.- declaró poniéndose de pie.- debe de hacer reposo.- todos los presentes pudieron respirar aliviados al saber que la duquesa no tiene nada malo.

-bueno como el doc. lo ha dicho.- removiéndose de la cama.- ahora si me permite.- levantado la colcha que tapan sus piernas, lista para salir de la cama.

Pero antes de que ella pudiera poner un solo la punta del pie en el suelo, el mayordomo y el duque se apresuraron a detener cualquier acción imprudente de la duquesa.

- ¿qué demonios les pasa?- pregunto sujentondose el pecho por el susto que le acaban de dar.

-tiene que hacer reposo, mi lady.- comentó con inquietud e intranquilo el doctor.

-eso ya lo sé.- tratando de salir de la cama nuevamente, y otra vez los demás tratan de pararla.- ya pueden terminarla.- molesta.- quiero acostarme en el sofá.- se explicó señalando el objeto en cuestión.

-no, te quedas en la cama.- dijo serio Amadeo.

-no.- negando.- yo voy al sofá es más cómodo.

-te quedas aquí, el sofá es malo para las articulaciones del cuerpo.- la sujeto de los hombros de manera suave pero aun así ejerciendo algo de fuerza para que no se movilice.

-y eso quien lo dice.- arqueo la ceja derecha desafiante.

-el doctor.- ambos miraron al pobre hombre que se puso tenso al ser mencionado por el duque.

-el duque tiene...- fue interrumpido.

-no me interesa.- tratando de liberar el agarre del hombre de cabello marrón.- quítate de encima.- molesta.

-no hasta que te quedes en la cama y te olvides de la idea de ir al sofá.- demandó.

-así quien me va a obligar, tú por favor.- una sonrisa sarcástica se alojó y que lo miran fijamente.- quiero ver que lo intentes.- desafío.

-testaruda.- enojado.

- qui-ta-te. - deletreo sílaba por sílaba.

-terca.

-dime algo que no sepa.- su tono de voz sonó con algo de arrogancia, pero firme ante su decisión.

Ambos empezaron una batalla de verborrea, una que sin darse cuenta se extendió por casi una hora entera, el médico se había dado a la fuga, el mayordomo mando a las mujeres a que continuaran con sus deberes de la casa.

El único que se quedó en el sitio fue el pobre mayordomo, que le está a punto de dar una migraña, "en algún tenía que parar, ¿no?", motivándose a darse ánimos asimismo, sujetándose el puente de la nariz.

-suficiente.- perdiendo la paciencia, él sabía que no debe de hablar de esa manera, ni mucho menos alzar la voz a sus maestros.- mi lady, ¿por qué quiere descansar en el sofá?, no es adecuado para la espalda.- intentando de razonar con la joven maestra.

-si saben que no les voy a hacerle caso.- haciendo un quinto intento de levantarse y siendo detenida de nuevo.- no estoy jugando, quítate.- amenazó.

-hazme caso.- exigió con cansancio.

-ríndete.- sin ceder un centímetro en su decisión.

-habrá algo para que la pueda hacerla convencer con algo.- cediendo.

-llevo más de tres meses intentando convencerla de que no lo haga.- confesó afligido el mayordomo.- y mírela.- señaló con la mirada, viendo como la duquesa se salió con la suya, y siendo feliz de la vida.

El duque no sabe qué decir o hacer al respecto, tanto la actitud como la personalidad de Ladia habían cambiado bastante, de la noche a la mañana, se la siente diferente y eso es lo que más la atrae de ella, se acercó al sofá, está durmiendo, se la ve tan pacífica y dócil, es como si nada le fuera a perturbar su sueño.

Fue hasta la cama para agarrar una cobija y cubrirla con estas. Salió de la habitación. Se despidió del mayordomo en la entrada de la mansión prometiéndole que volvería en el futuro.

-Bienvenido de vuelta, duque.- saludo con una reverencia su joven amigo, su mayordomo.

-¿alguna noticias nuevas? - pregunto entregando su saco de terciopelo.

-Danielle.- nombro.

-¿qué hizo esta vez?- cansado.

-lo está esperando en su despacho.- dijo.- con compañía.- informó.

Amadeo miró hacia arriba de las escaleras, su casa están diferente de su ex prometida, no más bien se siente diferente, no hay ese aire de familiaridad, no se encontró con aquella bella sonrisa de la duquesa con la que lo recibió en su casa, o cuando lo saco a bailar, esa fue la primera vez, o mejor dicho que una mujer se acerque hasta al hombre a pedir una pieza de baile, mayormente son ellos que lo hacen.

Antes de dirigirse en dirección hacia su oficina, miro a su mayordomo, su fiel amigo de la infancia.

-prepara mis maletas me iré por una temporada al ducado Panthera.- le ordenó, él asintió con la cabeza.- y Sam...- lo detuvo.- también mi espada.- pidió.

-¿pasó algo en la mansión de mi lady?- curioso.

-luego te cuento ahora tengo cosas por hacer.- dictaminó.- y algo más, averigua que es lo que trama la condesa.- ordeno mientras subía corriendo las escaleras.

Suspiró hoy sí que un día bastante largo, solo espera que lo que venga a continuación sea algo para terminar su relación con Danielle.

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