Capítulo II

Mateo con gran ímpetu observa con calma su reflejo en el agua que se halla dentro de la bañera, la cual se podría decir que es bastante grande. Un reflejo el cual no le pertenece al igual que el cuerpo que está poseyendo actualmente. Sus facciones son tan distintas a las que solía ser, ya no poseía un rasgo varonil sino que su rostro al igual que todo su cuerpo se ve tan delicado y frágil, están extraño. Su piel es tan blanca, un poco más blanca que la de su... ¿Sirvienta?.

El color de su cabello es tirando a un celeste, muy raro, aunque a decir verdad en su mundo hay muchas personas que se lo tiñen, pero este color es muy natural, es mucho más diferente que el suyo, demasiado largo. Pero ni hablar de sus ojos son amarillos, casi tirando al ámbar, extraña combinación.

No quería seguir mirando más allá de su reflejo se siente como una falta de respecto hacia la dueña original de esta. Oh esperemos que esa persona no se encuentre en su cuerpo o eso sería un serio problema.

A su lado ahí una pequeña campanita que la tomó entre sus dedos y la hizo sonar, escuchó como la puerta se abre de forma lenta de ella salió, la anterior maid. Permaneciendo a un lado de la puerta, está vez un poco más pequeña que la puerta de entrada de su habitación, no quisiera saber el tamaño de la puerta principal, ese tan simple pensamiento le hizo sentir un escalofrío recorrer desde espalda baja hasta la punta de su cabeza.

-me mandó a llamar maestra.- dijo entrando la anterior sirvienta con la cabeza gacha, haciendo una pequeña reverencia.

-sí.- respondió.- precisó que me enseñes la ropa que tengo y pídele al mayordomo que venga una vez que termine de alistarme.- ordenó sin mirarle. Aún con la vista fija en su reflejo, su tuvo que poner una toalla alrededor del torso para no mirar aquel cuerpo que no le pertenece, no le gustaría ser un desubicado, y tampoco que su madre le arranque las greñas cuando, o si es que se llega, "bueno más prevenir que lamentarse" pensó en sus adentros.

Detrás de ella escuchó como su orden había acatado y luego escuchar la puerta cerrarse, esa fue una excelente señal para salir de la bañera. Se levantó y salió de ella, para luego tomar con una de sus manos una hermosa bata hecha de algodón egipcio de color blanco, luego de eso tomó una toalla con el cual envolvía el pelo, lo había visto varias veces que hacían su mamá y su dos hermanas menores, no lleva ni un día en este lugar que ya quiere regresar. Hizo una pequeña mueca de tristeza, extraña su hogar.

Al salir del baño se percató de la gran montaña de ropa que se encuentra en la gran cama de su habitación, trago en seco por el asombro y el nerviosismo. Dios Santísimo, le iba a llevar horas, si no que días para poder elegir que vestido ponerse.

Oyó de nueva manera la puerta de su habitación, se percató de que su sirvienta trae otra montaña de ropa. La sirvienta se asomó a un lado dejando ver la cara con una enorme sonrisa de satisfacción y orgullo.

-oh, señorita.- poniendo los vestidos sobre el montón.- esto es lo último, solo me faltaría traer los zapatos y ya estamos.- volviendo a salir del lugar orgullosamente.

Se acercó hasta la cama, empezó a revolver todo para ver que se podría poner sin que le cause ningún tipo de molestia. Observo cuidadosamente cada una de las prendas, hay de todo, y para el colmo de los colmos la sirvienta a dicho que traería zapatos para que hiciera a juego con la vestimenta. Negó rápidamente con la cabeza ante tales pensamientos, hurgó entre la ropa, buscó lo más sencillo y fácil de poner.

Al cabo de unos cuantos minutos, la doncella trae entre sus brazos cargando unos diez pares de zapatos, lista para alistar a su maestra, pero en cuanto entró a la habitación se percató con que su maestra yacía lista, vestia una sencilla camisa de seda color beige junto a una larga falda de color marrón, un pequeño corcel que se ve confortable de usar.

-Mi Lady, porque no me espero.- cuestiono la muchacha poniendo los zapatos en el suelo marmolado.

-tengo prisa.- dijo de forma simple tratando de atarse el cabello en una coleta alta.

-pero aún así... es mi deber como su doncella.- acercándose a su maestra para poder ayudarle. Mateo se permitió recibir la ayuda de su sirvienta. Ese suave toqué le hace recordar a cuando su mamá le acariciaba el cabello de cuando solía ser joven, se dejó llevar por el momento.- listo.- terminando el peinado.

-gracias.- agradeció con una brillante sonrisa en el rostro.

-no agradezcas.- asustandose.- es el deber de un sirviente hacer estas cosas por sus maestros y señores.- respondió con una sonrisa orgullosa.

-oh, con que ya veo.- puso una sonrisa sarcástica.

-¿qué cosa mi Lady?- preguntó curiosa y mirando a su alrededor ante las palabras dichas por su maestra.

-Solo Dios sabrá.- respondió sin mirarla a la cara.

-¿Dios?- aún más confundida que antes, vio que su se da la vuelta para sentarse en uno de los sofá, ella le siguió el paso con gran intriga por saber a lo que se refería la joven señorita.

-y bien, ¿hiciste lo que te pedí?- preguntó cambiando de tema y mirando directamente a los ojos de su doncella.

-si.- asintió con la cabeza en afirmación.- estará aquí dentro de poco.- respondió con alegría. Por alguna extraña razón a Mateo no le agrada mucho la sirvienta, es demasiado alegre, le acordar a uno de sus tantos amigos que tuvo en la primaria, claro si esos se les puede llamar amigos, puso los ojos en blanco ante el recuerdo de esos malditos traidores.- ¿sucede algo, señorita?.- pregunto con una voz de preocupación al ver cómo el cuerpo de su joven maestra se pone tenso y se perdía en sus pensamientos.

-no es nada.- hizo un gesto con la mano para que no le diera importancia al asunto.

-me mandó a llamar.- se escuchó del otro lado de la puerta abriéndose al mismo. revelando a un hombre mayor entre sus cuarenta y cincuenta años de edad, bien vestido con un traje de mayordomo de color negro y guantes blancos en ambas manos, el cabello negro con rastros de unas finas canas a los lados de su cabellera, tiene la cabeza inclinada hacia adelante, sin poder verse ver bien el color de ojos de la persona.

-si.- respondió firmé.- preciso de sus servicios.- ordeno demandante.

el hombre mayor mayor alzó la cabeza para mirar a través de la mirada de ama, asintió con la cabeza, dándole a entender que acata sus órdenes al pie de la letra.

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Comments

Luisa Maria Reyes Leuro

Luisa Maria Reyes Leuro

chale, qué mala Ortografía🤔🙄

2023-02-15

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