Capítulo 4

Leonidas amaba el bosque, cada vez que podía se escapaba a un parque o un lugar repleto de árboles, para apreciar la naturaleza, los pájaros cantar, las ardillas correr de un lado a otro y ver pequeños insectos volando a su alrededor.

Así que cuando Aries le dijo que Samantha y él lo acompañará, lo primero que respondió; ¿qué si estaba loco?

No pensaba acompañarlo a un lugar donde lo podían matar y sacar sus órganos para venderlos al mercado negro, pero cuando el chico le dijo que era en medio un bosque, no lo pensó dos veces y le dijo que sí.

— Tú amor por la naturaleza, un día de esto te meterá en problemas — dice Samantha con una sonrisa, mientras que pasaba por unos árboles y tomaba algunas fotos con su cámara.

Leonidas solo sonríe y sigue el camino, no le importaba morir en medio de los bosques, total el ciclo de la vida debía de seguir y si podía ayudar al ecosistema con sus restos, estaba más que feliz o eso creía.

Los tres siguieron caminando, hasta que Aries se detuvo en una baldosa gris y sin chiste.

— Qué extraño, según las marcas esta es la baldosa — dice Aries mirando fijamente la piedra gris — ¿Me abre equivocado?

— También puede ser que si estas locos — murmuro Samantha con una sonrisa, para después tomarle una foto a Aries y la baldosa.

— Bueno, lo intentamos y hasta te acompañamos — dice Leonidas mirando al chico de ojos café — Creó que sólo estabas delirando, que tus padres te quisieron colocar Ariel y registro escucho mal, así que te colocaron Aries.

— Leo no seas malo con el niño.

Aries frunce las entrecejas y responde — Mi primer nombre no es Ariel, es Alexander y no soy un niño, tenemos la misma edad.

El chico suspira y se sienta encima de la baldosa, que sirva para algo por los menos. ¿Y ahora? ¿Cómo regresaba a su mundo? Extrañaba sus poderes, por algunas extraña razón, desde que llego aquí no podía invocar el fuego como antes, ¿será que me estoy apagando?

Aries un poco desanimado sigue cuestionando su destino, cuando de la nada escucha un ruido y ramas romoiendose.

— ¿Qué es ese sonido? — pregunta Leonidas mirando a su alrededor de forma suspicaz, mientras que tomaba su teléfono del bolsillo trasero del pantalón y enciende la linterna, se sorprende por lo que ve.

— ¿Lobos? ¿Desde cuándo hay lobos en este bosque? ¿Y por qué son tan grandes? — pregunta Samantha un poco nerviosa. No le gustaba los perros y que cuando era  pequeña, tuvo un accidente con uno que la atacó a ella y ha uno de sus hermanos.

Leonidas se mueve despacio y suave, hasta colocarse frente de Samantha para tratar de protegerla, susurra suavemente — No hay, en la parte sur del continente no existen los lobos, sería más común una cabra o serpiente.

Aries también qué estaba en guardia, le da a Sam una mirada rápida y le comenta muy serio — Esos al parecer no son simples lobos, su pelaje es más plateado y puntiagudos, esos son lincatropos.

Leonidas y Samantha se asustaron al escuchar esa palabra, ha simple vista no se notaba, pero después de unos segundos si podías notar como la piel de esos lobos brillaban y sus colmillos se veían más afilados qué uno lobos comunes.

— ¿Y que hacemos ahora? — murmura Leonidas al pelirrojo.

— ¡Correr!

Los chicos no esperaron otra señal y como si los lobos también hubieran entendido, comenzaron a correr hacia ellos para atacar.

Los tres comenzaron a correr en medio del bosque, saltando raíces de los árboles y tratando de buscar una salida. Aries se sentía impotente al ver que no podía usar sus poderes, Leonidas había colocado a Samantha delante de él y le gritaba que no mirara hacía atrás, mientras que él trataba de que los lobos se pudieran distraer con cualquier cosa, con un palo o una piedra, aunque en el fondo se sentía más lanzadolo, de todas formas eran seres vivos y unos simples animales.

Leonidas tuvo que luchar para dejar esos pensamientos de lado, tenía que proteger a su amiga y al otro chico. Ahorita no importaba los derechos de los licantropos, no cuando ellos también los querían atacar y apostaba qué sus mordidas debían doler como los mil demonios.

Él seguían corriendo, pero se queda asombrado al ver como los lobos corrían por las ramas de los árboles y también brincaban por los troncos, ¿no conocían la gravedad o la física?

— ¿Qué demonios son? — pregunta Leonidas asustado y asombrado por ese hecho, era imposible que un lobo común hiciera eso.

Quería observarlo un poco más, pero un grito lo distrajo, era Samantha quién lo hacía y vio con miedo como delante de ella había un lobo más grande que los demás, su pelaje era como azul eléctrico, babeaba mucho y tenía una mirada endemoniada.

Leo si pensarlo corrió a su amiga y se lanzó sobre ella, para tumbarse a ambos al suelo, antes de que el lobo la fuera a atacar. Leonidas se levanta rápido y mira como Aries con una rama gruesa trata de defender.

Tenían que salir de ahí y rápido, pensaba el rubio con desesperación. Tenía que prireger a sus amigos, debía de algún modo sacarlos de ese apuro. Sus manos temblaban y su corazón se aceleraba, necesitaba calmarse, un ataque de ansiedad no era lo mejor en ese momento.

Por alguna extra razón, escucho la voz de su mamá, guiando como cuando era un niño.

"Cuando sientas miedo o te sientas sólo, solo cierra los ojos e imagínate que estás en otro lugar, trata de tranquilizar tú respiración y escuchar los latidos de tu corazón, después imagina un lugar en donde quieras estar"

Leonidas cerro los ojos y calmo su respiración, eso siempre lo ayudaba cuabdo estaca nervioso o iba presentar una prueba importante. Respira y trata de buscar una solución, pero solo le vino a la mente un desierto enorme, todos rodeados por montañas de arena y un sol abrazador, sintió el latir de su corazón y un calor en su pecho.

Cuando abrió de nuevo los ojos, lo que vio lo dejó asombrado.

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