Aries logró salir del bosque y había dejado una especie de marca en los árboles para poder regresar más tarde a la baldosa, después de hallar a los otros signos zodiacales.
Ahora necesitaba una señal del universo que le indicara el camino o le dijera quiénes serían sus compañeros de aventura. Comenzó a caminar por las calles y miraba con precaución su entorno. Le llamaba la atención que fuera tan diferente al suyo.
Se notaba que en ese mundo no usaban la magia.
— Lindo cabello, ¿es natural? — pregunta una voz femenina detrás de él.
Se voltea y mira a una chica que se comía una piruleta sabor fresa — Jamás había visto un rojo tan llamativo, me recuerda a las cerezas.
Aries fácilmente la podría confundir con una maga tipo dríada por su vestimenta: faldas largas, ambas muñecas cubiertas por miles de pulseras, su cabello rubio rojizo que le llegaba a la cintura y sus ojos castaños, que mostraban un brillo travieso y curioso.
— El mío es natural, pero me gustaría tenerlo de ese tono. ¿Qué número de tinte usaste? — pregunta la chica sin borrar la sonrisa de su cara — ¿Me lo puedes decir o es secreto? Tengo amigas que ocultan esa información, ya sabes, quieren ser únicas y odian que las demás personas copien su estilo. ¿Estoy hablando mucho? Lo siento.
Aries se aclara la garganta y dice un poco precavido, ya que los magos de la naturaleza eran conocidos como personas de cuidado:
— Es natural, nací con este color de cabello.
— Interesante. ¿Qué carrera cursas? — pregunta ella, mientras que seguía jugando con el caramelo en su boca — ¿Eres nuevo en la universidad? Nunca te he visto por estos rumbos.
¿Universidad? ¿Nuevo? ¿Carrera? ¿De qué hablaba esta maga?
— ¿Por qué tantas preguntas? — comenta él, algo incómodo, mientras se cruza de brazos y mira con desconfianza a la chica — Además, ¿qué hace una dríada lejos de su grupo? ¿No tienen prohibido ir solas?
— ¿Qué cosa? — pregunta la chica, confundida — ¿Eso se come? Le debo preguntar a Leónidas sobre esto, él sabe más de estas cosas de magia que yo.
— ¿Quién? — pregunta Aries, bajando un poco la guardia y con un tono más relajado sigue la conversación — Las dríadas son extraños. Menos mal que a mí me tocó ser el próximo signo zodiacal.
La pelirroja lo sigue mirando confundida y extrañada:
— ¿Te golpeaste la cabeza de pequeño?
Aries se enoja y luego le responde, mientras saca el pecho con orgullo. — Mi nombre es Aries, el elegido para representar al primer signo zodiacal.
La chica al escucharlo no pudo evitar reírse, pero eso no evitó que le siguiera el juego — Ahora estamos hablando de los signos astrológicos. Entonces, yo soy Sagitario y soy el décimo segundo signo zodiacal, representante de la justicia, la libertad y la esperanza.
Aries no termina de sorprenderse con la extraña y, con el corazón acelerado por la emoción, estaba a punto de preguntarle si lo decía en serio. Pero al parecer la chica se cansó de él, dio media vuelta y se fue.
Él, sin perder el tiempo, comienza a seguirla. Necesitaba confirmar si lo que le decía era la verdad.
— Sam, ¿quién es tu amigo? — pregunta Leónidas al ver cómo la chica llegaba acompañada de un muchacho pelirrojo y de ojos café. Fruncía mucho el ceño y parecía incómodo.
— Dice que se llama Aries. Pensé que era un chico nuevo de Artes Dramáticas, pero me ha seguido por toda la universidad y hasta el baño de mujeres — dice Sam, ya cansada de ese juego y sentándose frente al rubio. Estaba exhausta de tanto caminar — Hasta le hablé a un guardia, pero el señor me ignoró. Hizo como si no existiera y dejó que me siguiera por todo el instituto.
Leónidas mira al chico de forma desafiante, aunque él lo ignora y se sienta al lado de Samantha.
— ¿Qué quieres con ella? Deja de perseguirla como su sombra, ¿qué buscas?
El pelirrojo lo mira curioso y toma un mechón de su rubio cabello para analizarlo. Un poco curioso le responde — Pensé que los ángeles no podían bajar del cielo, ¿cómo le hiciste? ¿Cómo te dejan juntarte con la dríada? Pensé que estaba prohibido que salieran de su dimensión.
Leónidas, incrédulo, sacude la mano del otro de su cabello y lo mira fijamente a los ojos:
— ¿Qué clase de juego es este?
Samantha lo mira confundida y algo nerviosa, se acerca a su amigo para decirle al oído:
— Creo que está loco y se escapó de un sanatorio.
Aries la escucha y mira a ambos ofendido:
— No estoy loco y mi nombre es Aries, soy el primer signo zodiacal.
Leónidas con sarcasmo le responde— Yo soy Leo, el sexto signo zodiacal.
— En verdad serías el quinto, el sexto es Virgo — lo corrige su amiga y luego se burla de él — Para venir de una familia que estudia las estrellas, te falla a veces la teoría.
Leónidas decide, por el bien de ambos, ignorar ese comentario. Era un tema delicado y también odiaba que lo corrigieran en público.
— Samantha no lo decía en serio y sabes que no creo en estas cosas — murmura Leónidas, para después distraerse con su teléfono e imaginar que estaba solo, sin compañía que fuera en contra de su autoridad.
La chica no pudo evitar reírse por lo
dramático que era su amigo con esos temas.
Aries estaba confundido, pero al mismo tiempo feliz. Había encontrado a sus compañeros de aventura, aunque no esperaba que fueran un ángel y una dríada.
— ¡Perfecto! — dice él emocionado, algo inusual en su carácter, pero le había costado mucho conseguirlos y no los iba a dejar tan fácilmente — Entonces, es hora de regresar a casa.
Leónidas y Samantha se miran al mismo tiempo, preguntándose en silencio si ese loco por fin los iba a dejar en paz y se iría de una vez. Así no sería necesario llamar a la policía o a un centro psiquiátrico.
Ambos sin saber que la aventura apenas estaba por comenzar.
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