El transcurso de la vida

Nos hallamos en el transcurso del año 1940; lo cual es obviamente indicativo de que, ya habrían pasado apenas algunos cinco años desde aquella vez cuando María Ascensión paso el cáliz un tanto amargo de ser objeto de una actividad de ofrecimiento de venta tal como se es vendido cualquier producto de consumo o dado la particularidad de su caso; un "deseado bien suntuario". Acción que fue emprendida por su propia madre, la cual m siguiendo el rigor tradicional de la ancestral costumbre de la ceremonia de las doce lunas, se la ofreció a un individuo, el cual realmente no era un sujeto de mala catadura; pero que, no obstante considero oportuno aprovechar la tan arraigada costumbre entre los guajiros.

Para que, de esta manera pudiera llegar a comprar esta niña mestiza de escasos diez años de edad. De la que, se había ilusionado Mejor dicho ese fue su pensar que, redundó en un asunto que además de completamente infructuoso, fue un tema abortado y echado al pozo sin fondo del olvido.

Pero en la actualidad las circunstancias son otras y el tiempo buen médico y compañero fiel de los avatares de los dramas de la vida no ha permitido que el suceso de hace cinco años merme la calidad de vivencia espiritual; emocionalmente afectiva y sentimental de la singularidad de aquella niña mestiza. La cual supo lidiar con un adulto inescrupuloso dejándolo plantado con su automóvil nuevo y asimismo la ancestral práctica de un obvio soslayado litúrgico ritual indígena.

Entonces, dejando a un lado el optimismo de este enfoque en su retrospectiva tenemos que, la ahora muy atractiva quinceañera María Ascensión González. Una vez más tal como lo solía hacer, desde hacía cinco años, venía subiendo por aquel estrecho sendero que, había sido marcado con sus pasos, en la orilla de la trilla que tanto transito y por la que ahora volvía de regreso de una de sus tantas rutinarias visita por aquellas rancherias guajiras ubicadas en tierra negra. Diligencia que siempre hacia en obediencia a ese hábito que le inculcara su madre de llevar algún recado o ir para recibir algo de la prima Elena. Hoy era uno de esos días, en que había terminado de recabar con algunas de esas diligencias. Así que durante ese no tan corto trayecto de regreso a su casa donde esperaba encontrar a su madre para contarle las nuevas que le había comentado la muy querida prima Elena.

A la bella quinceañera le fueron acudiendo a su memoria aquellas ciertas y singulares remembranzas que ahora en su adolescencia se le quiebra en guiños somnolientos, que en un brevísimo parpadeo de su memoria le trae algunos impactante recuerdos de su niñez que le marcaron sus sentimientos y su alma.

Eventos caracterizados por facetas dispares entre sí; donde en el primer suceso fueron afectados los sentimientos de hija hacía su madre y en el segundo se trato del ejercicio de aquellos elementos religiosos y místicos relacionados con el más allá; comunes a la feligresía popular; aunadas a un episodio de mucho riesgo en el que, pudo sufrir lesiones y graves laceraciones en el cuerpo.

Entonces, ante aquel panorama de aquellos duros recuerdos lo primero que, acudió a su mente fue aquella vez que su querida madre Rosa González en un viaje que junto con ella realizara hacía la región agricultora del sur del lago adonde llegaron de visita hasta una hacienda adonde ella fue dejada a vivir por un tiempo determinado. Asunto que llegó a ser verdaderamente traumático para María Ascensión que en ese tiempo contaba nada más que con siete años de edad. Más a la pequeña, juzgo aquella acción por parte de su madre como un inexplicable abandono y le dió por echarse a llorar desconsoladamente; sin que, nada ni nadie le pudiera dar consuelo hasta el punto de que, con el pasar del tiempo fue desarrollando un asma traumática. La cual comenzó a padecer desde esa ocasión y que hasta los actuales momentos todavía era mortificada por la disnea y las sibilancias de la tan angustiante enfermedad respiratoria.

Sus remembranzas no la hicieron esperar por otro episodio, si se quiere con muy definidos aspectos espirituales y sombríos. Debido a que el escenario en cuestión se presentó en la ocasión cuando hallandose madre e hija de visita en una hacienda por la región de Perijá.

Entonces, para el tiempo en que, llegaron a ocurrir esos episodios Maria Ascensión tenía ya nueve años de edad y su madre la envío como solía hacerlo a visitar a su tío José, hermano de Rosa Zuleta, quien desde largo tiempo desempeñaba labores de peón en esa otra hacienda.

Asi que, cuando la pequeña ingenuamente fue aproximandose a las adyacencias de la mencionada hacienda; enseguida siendo avistada por cuatro enormes perros de raza los cuales se dirigieron hacia ella con fuertes ladridos que, a ella le parecían rugidos de leon y tan grandes eran que, a la niña Maria Ascensión al ser la primera vez que, sintiendo mucho miedo y viendo por primera vez con ojos asombrados a ese tipo de animales que, a ella le parecieron que eran tan grandes como burros que ladraban como perros. Los susodichos canes la rodearon ladrando muy fuertemente como si la fueran a morder. Ella se quedó paralizada de terror con sus ojos muy abiertos creyendo que aquellas "bestias" la iban a destrozar; pero hallandose en ese trance comenzó a rezarle a "las animas del purgatorio" según la creencia católica y los animales no la tocaron

A su vez llegaron corriendo algunos de los peones hasta donde ella se hallaba todavía paralizada de miedo y ellos alarmados le decían -muchachita que, peligro por el que pasaste, es un milagro de Dios que esos perros no te hicieran nada, debéis de tener un angelito en el cielo que te cuida.

A lo que entonces ella les respondió -lo que hice fue rezarle a "las animas del purgatorio.

-teneis mucha fe muchachita. De verdad que, fuiste muy valiente además de ser muy buena católica. Le respondieron los peones que se acercaron para prestarle socorro.

Más ahora la adolescente despierta de esos duros recuerdos; y ya se esta aproximando a su casa donde esperaba también encontrar a su hermano mayor Julio González. Él, a quien después de haber cumplido con el deber del servicio militar obligatorio. Al regreso del mismo conocio a una buena mujer de la que se prendió de forma bastante resuelta y aunque esta mujer no fue en ningún sentido del completo agrado de su madre Rosa Zuleta. Debido a que después que, Julio un día domingo la llevara hasta su casa para que su madre y sus hermanos conocieran a la yerna y cuñada respectivamente. Rosa Zuleta, no obstante, se dedico a averiguar por aquí y por allá y preguntando pudo enterarse que, según al parecer su futura yerna había estado siendo cortejada por otro hombre. Más a esta cuestión Julio, no le dió ninguna o muy poca importancia a la tal situación afectiva de la que fuera objeto esta buena mujer. Porque él ya había decidido por su propia voluntad dar comienzo de manera definitiva a la simpleza de un gris concubinato con esta susodicha dama dado que, fue un asunto de su mutuo acuerdo por el que ambos lo decidieron así.

Más aún a todo esto él era un hombre al que, solía mantener como una costumbre en que,

gustaba a veces hacer recorrido por los bares y ciertos lugares de expendio de licores y mujeres. Así que mal que bien debido a su pasado algo libertino; Julio no se andaba con muchas exigencias de la naturaleza que fuera

Además de ello él durante el servicio militar no se mantuvo en una conducta "de santo"

así que, ciertas cuestiones éticas no sentía que podían cumplir a completa cabalidad y que además con eso se tenía que, en si esta dama procedía de la región de los estados andinos de donde se decidió a emigrar con sus familiares y llegar a establecer residencia en esta ciudad para que así poder dedicarse principalmente al trabajo de elaboración y ventas de comidas y alimentos; labores que ella a veces tenía el buen hábito de combinar con el de oficios domésticos en algunas de aquellas grandes casonas de los ricos.

No obstante, a María Ascensión respetaba mucho las desiciones de su hermano mayor y a ella le caía bien su cuñada la cual le parecía una buena mujer para su hermano.

Mientras en su caminata de regreso al hogar el azul del cielo de esa tarde comenzaba a cubrirse de nubarrones que anunciaban que se aproximaba un fuerte chaparrón, con las mismas características de aquel de hace cinco años; dicho recuerdo le hizo erizar la piel. Pero no paso de ser una simple mal invocación de ese pasado en particular. De manera que, llegando a su casa saluda a su madre Rosa González.

-La bendición mamá- son las primeras tres palabras que emergen de los labios de María Ascensión, cuando llega hasta el interior de la humilde vivienda. -Dios te bendiga hija mía. Es la piadosa respuesta con la que contesta su madre; haciendo la señal de la cruz con su mano derecha tal como la ha visto infinidad de veces como lo hace el Cura; haciendo un movimiento hacía arriba, hacia abajo y hacia los lados, como si dibujara una cruz en el aire.

-Mama, ahora te voy a contar lo que la prima Elena y yo estuvimos hablando de muchas cosas que ni te imaginais.

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