Capítulo 13

Cuando cayó la

noche, las velas comenzaron a encenderse y sostuve mi copa de vino, el nivel

del líquido comenzó a bajar más y más. Me di la vuelta al sonido de la puerta

abriéndose para ver a una criada entrar a mi habitación.

–   Mi señora. –dijo cortésmente antes

de colocar una bandeja de plata en la mesa.

Ella hizo una

reverencia y salió de la habitación. Suspirando, me di la vuelta para ver salir

la luna sobre unas montañas distantes. Ser una Reina potencial era solitario, y

nunca me había sentido más sola en mi vida. Mi dedo índice se deslizó por mis

labios, recordando los besos amoratados del Rey.

Mordí mi labio.

Esto definitivamente no era saludable para mí, enamorarme del tipo que me

secuestró. Repasando los últimos días en mi cabeza, me di cuenta de que no me

había detenido a pensar en ello. Decir que sí a convertirme en reina todo

porque me consiguió un libro. Manera de ser la belleza de su bestia.

Volví a llenar mi

copa de vino y me senté en la mesa plateada de mi habitación, mirando la comida

frente a mí. No merecía esto, no merecía que me mimaran.

Mis pensamientos

fueron interrumpidos cuando sonó un golpe en la puerta. Frunciendo el ceño,

miré hacia la puerta.

–  ¡Adelante! –llamé.

El pomo de la puerta

giró y entró una criada.

–  Siento molestarla, mi lady. –dijo

suavemente.

–  Está bien, por favor llámame Jade.

–casi rogué.

Sus ojos se

abrieron como platos, pero simplemente continuó.

– Mi rey le ha pedido que se una a

él para cenar. –dijo, inclinando la cabeza.

Mordí mi labio y

escondí mi sonrisa.

–  Si el rey quiere cenar conmigo,

debe unirse a mí aquí. –respondí.

La criada asintió y

salió de la habitación. No iba a dejar que me diera órdenes, le dije que se

preparara para estar decepcionado si pensaba que podía darme órdenes.

Tomé otro sorbo de

mi vino y otro mientras miraba de nuevo por la ventana. Sentí un viento frío y

sonrió levemente mientras mi cabello revoloteaba sobre mis hombros.

–   Me alegro de que pudieras venir. –dije

antes de darme la vuelta.

No era el Rey, sino

el hombre del festival. Me puse de pie rápidamente, golpeando la mesa con mi

rodilla.

–  Estás sola, ¿sí? –preguntó el

vampiro.

Tragué.

–  ¡No, no lo estoy, te sugiero que

te vayas antes de que te lastimen! –exclamé.

El solo sacudió la

cabeza.

–  Te reclamo. –dijo con calma, dando

un paso adelante.

Empecé a

retroceder, pero usó su velocidad de vampiro para aparecer detrás de mí. Me

atrapó en sus brazos.

–  Tú y yo podemos estar juntos para

siempre. –susurró en mi oído.

–  ¡Diablos, no! –exclamé, pateando

mi pierna hacia atrás.

Golpeé su rótula y

el Vampiro extraño, gimió de dolor.

–  Luchadora, me gusta eso. –respondió

el Vampiro con una sonrisa torcida.

Mi puerta se abrió

de golpe y de repente el Rey me empujó detrás de él. Tropecé y caí al suelo,

sobre mi trasero, pero decidí quedarme abajo y dejar que me lo repartieran.

–   Fuera. –gruñó William.

El otro vampiro

entrecerró los ojos.

–  ¡No me importa si eres el Rey, esa

chica es mía! –gruñó.

William deslizó un

pie hacia atrás y fruncí el ceño.

–  Tendrás que pasar por mí para

conseguirla. –respondió, protector.

El otro Vampiro

espetó y se abalanzó hacia adelante, no tenía oportunidad. El Rey lo agarró y

lo empujó hacia atrás, haciendo que el extraño Vampiro volara por los aires y

se estrellara contra mi ventana.

El aire frío de la

noche llenó mi habitación y me estremecí. William se acercó a la ventana y miró

hacia el suelo antes de volverse hacia mí.

Sus ojos encendidos

parecieron parpadear cuando me vio acurrucada en el suelo.

–  ¿Estás herida? –Preguntó,

caminando hacia mí.

Me alcanzó y me

tendió una mano. Negué con la cabeza.

–  No, estoy bien. –dije mientras

tomaba su mano.

El Rey me levantó y

choqué contra su forma sólida antes de mirar por la ventana.

–   ¿Está... muerto? –pregunté

lentamente.

William negó con la

cabeza.

–  Se necesita mucho para matar a un

vampiro, debe involucrar fuego y otras cosas. –respondió, todavía junto a la

puerta.

Caminé hacia

adelante y suspiré en la ventana rota.

–  Ahora tengo que cambiar de

habitación. –dije principalmente para mí.

–  Te quedarás en mi habitación. –dijo

el Rey con firmeza.

Me di la vuelta.

–  ¿Perdóneme? –farfullé.

–  Si ese Vampiro te encontró aquí

entonces puede encontrarte en cualquier lugar, al menos en mi habitación puedo

vigilarte. –respondió el Rey, con indiferencia.

Dio un paso

adelante, sus botas de montar negras rompiendo el vidrio mientras caminaba.

–  En cuanto a rechazar mi pedido de

cenar, serás castigada por eso. –dijo, deteniéndose frente a mí.

Levanté la cabeza

para mirar debajo de la capucha del Rey.

–  ¿Y cuál es mi castigo? –pregunté

inocentemente.

–  Todavía no lo he decidido. –dijo,

antes de alejarse.

Mis mejillas

probablemente estaban sonrojadas y mentalmente culpé al frío que llenaba la

habitación.

–   Ven. –ordenó por encima del

hombro.

Tomando una

respiración profunda, lo seguí fuera de mi habitación y hacia la suya. Una vez

más me sorprendió ver lo limpio y sin telarañas que estaba. El Rey cerró la

puerta después de que entré.

–  Haré que alguien traiga algo de

comida. –dijo con firmeza mientras tiraba de una palanca. Se dio la vuelta y lo

vi quitarse la capucha, pasando una mano por su cabello oscuro y rudo.

–  ¿Por qué no dejas que la gente vea

tu cara? –Pregunté, acercándome.

–  Muchas personas me han visto la

cara, simplemente no sabían que era yo. –respondió con rigidez.

– ¿Y tu nombre? ¿Por qué nadie puede

saber tu nombre? –Pregunté, curiosa.

–   Haces demasiadas preguntas

–  Quiero saber. –respondí.

William se volvió

hacia mí.

–  Los nombres son poder, saber el

nombre de uno significa que tienes poder sobre ellos. –respondió, sus ojos

nunca dejaron mi rostro.

Tragué.

–  Entonces, ¿por qué me dijiste tu

nombre? –Pregunté, confundida.

– Ya tenías poder sobre mí, también

podría decirte mi nombre. –respondió, mirando hacia otro lado.

–  ¿Tenía un poder sobre ti? –Pregunté,

sorprendida por esta nueva información.

–  Tienes es el término correcto. –respondió.

Tragué saliva de

nuevo, sin saber qué decir.

–   Estoy confundida, me secuestraste,

me encerraste en tu calabozo, me golpeaste y me convertiste en tu esclava, pero

de alguna manera tenía poder sobre ti. –Pregunté, sin creerle en absoluto.

–   Realmente no te das cuenta de lo

cautivadora que eres, ¿verdad? –Preguntó, inclinando la cabeza.

Crucé los brazos en

defensa.

–  Mi único novio me engañó con una

chica mucho más linda, vas a tener que convencerme mucho. –le respondo

secamente.

Salté cuando

apareció detrás de mí, sus dedos arrastrándose por mis omoplatos. Me puso la

piel de gallina.

–  ¿Usted cree en la reencarnación? –Preguntó,

con calma.

– ¿Por qué? –Pregunté, confundida.

–   Sí, y creo firmemente que eres una

reencarnación de mi primera esposa. –respondió.

La ira me atravesó,

me alejé de él.

– ¿Crees que soy una reencarnación

de tu esposa? ¡Vaya, eso me hace sentir genial como persona! –exclamé,

volviéndome hacia él. – ¿Es por eso que me pediste que fuera tu Reina? ¿Porque

te recuerdo a ella? –Pregunté, cruzando mis brazos de nuevo.

Abrió la boca, pero

no dijo nada. Negué con la cabeza.

–  Bueno, prefiero arriesgarme con un

vampiro extraño al azar. –dije, moviéndome hacia la puerta.

Estuvo allí en un instante,

bloqueando mi salida.

–  ¡No vas a ninguna parte! –El

exclamó.

–  ¡Oh! ¿sí? ¡Y quién me va a

detener! ¡No me golpearías! –Respondí, descruzando los brazos y manteniéndome

firme.

El shock me

recorrió y mi cabeza se inclinó hacia un lado y mi piel ardió por el dorso de

la mano del Rey. Grité mientras me agarraba la mejilla.

–   ¡Soy tu rey! –Rugió, dando un paso

adelante.

Las lágrimas

llenaron mis ojos cuando pareció perder el control.

–  Si te recuerdo a tu esposa

entonces siento pena por ella, si así es como me tratas... Dios sabe cómo la

trataste a ella entonces. –susurré.

Dio un paso atrás,

su rostro volvió a caer en una máscara sin emociones.

–  Fuera. –dijo, con una calma

mortal.

Me enderecé.

–  Con mucho gusto. –respondí.

Empujándolo, abrí

la puerta y la cerré detrás de mí mientras caminaba hacia las habitaciones de

las criadas.

–  ¿Mi señora? –preguntó Berkis

cuando me acerqué a ella.

–   Necesito mi ropa de vuelta, mi

ropa de sirvienta. –dije con calma.

Ella frunció el

ceño, confundida.

–   Solo quiero ser sirvienta. –respondí

mientras la comprensión cruzaba su rostro.

–  Como quieras. –respondió Berkis.

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Comments

EyVi Ruiz Gonzales

EyVi Ruiz Gonzales

Pobre Jade, se encuentra en un mundo q ni sabe como vivir, q miedo!!!

2022-10-05

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