Capítulo 7

Poniéndome

de puntillas, pasé el plumero por el estante superior y una nube de polvo se

agitó y me hizo estornudar. No había sido capaz de concentrarme muy bien

después de la cena hace dos días y evité al Rey como la peste.

No

había mucho que pudiera hacer cuando me pidieron mi presencia, pero

afortunadamente fue solo por cosas que sucedieron en la sala del

trono. Sentí sus ojos sobre mí mientras observaba, con cara de piedra, y

veía morir a un vampiro por traicionar las leyes.

Sentí

ojos sobre mí todo el tiempo e incluso Berkis se había dado cuenta de la rareza

de las miradas del Rey.

–   ¿Cómo vas? –preguntó Berkis,

entrando en la habitación.

Giré

la cabeza y sonreí.

–  Casi termino, solo trato de

terminar esta estantería. –respondí.

–   Bueno gracias, realmente has

limpiado esta habitación. –dijo, mirando alrededor para ver el orden.

–   Sí, eh, me molesté un poco. –respondí,

sonriendo.

Berkis

me devolvió la sonrisa.

–   Vamos, el Rey estará aquí en

breve y sé que no quieres estar aquí cuando él esté. –dijo, tendiéndome la

mano.

Lo

tomé con firmeza mientras saltaba de la mesa que me había ayudado cada vez a

dar más altura.

–  Entonces, ¿cuál es el plan para

esta noche? –Pregunté, habiendo escuchado los susurros de otras sirvientas

hablando de un festival.

–  Bueno, el Festival está en

pleno apogeo, por lo que realmente no podemos hacer mucho, el Rey nos dará

instrucciones pronto. –respondió Berkis.

–   Siempre he querido saber algo. –dije

con curiosidad, mirando a Berkis mientras salíamos de la habitación.

Ella

me dio una mirada curiosa.

–   ¿Cuál es el nombre del Rey? –Pregunté,

continuando.

Berkis

negó con la cabeza.

–  Nadie sabe porque nadie se

atreve a preguntar, como dije, el Rey es muy reservado. –respondió ella.

Entramos

en las Cámaras de las sirvientas para ver al Rey repartiendo

instrucciones.

–  Oh, no. –susurró Berkis,

inclinando la cabeza.

–  Qué bueno que te unas a

nosotros. –dijo la fría voz del Rey antes de volver a las instrucciones.

Suspiré

cuando escuché la mía.

–  Berkis, ¿podemos intercambiar?

Realmente no quiero quedarme atrapada siguiendo al Rey esta noche. –murmuré.

–   Solo haz tus deberes y no

hables, estarás bien. –susurró ella.

–  ¿Interrumpo? –Preguntó la

fría voz del Rey cuando apareció frente a nosotras.

Inmediatamente,

Berkis y yo hicimos una reverencia.

–  Perdónenos por nuestra

tardanza, mi señor, nos estábamos asegurando de que la oficina estuviera limpia

y lista para usar. –dijo Berkis, nuestras cabezas inclinadas.

–   Al menos estabas haciendo algo,

encontré a una sirvienta sentada y comiendo un muffin que ciertamente no le

pertenecía. –gruñó de vuelta.

Berkis

suspiró.

–   Lo haré de inmediato. –dijo

mientras yo fruncía el ceño.

–   ¿Qué tiene de malo que se coma

un muffin? –pregunté sin pensar.

Berkis

me lanzó una mirada con los ojos muy abiertos antes de volver a mirar al

suelo.

–   Ese panecillo no es lo que se

sirve a las sirvientas, eso indica que ella robó ese panecillo, ¿necesito recordarte

lo que sucede cuando me desobedeces, Jade? –Preguntó, su labio curvándose

en una sonrisa cruel.

–   No, mi Señor. –respondí rápidamente,

bajando los ojos.

–   Berkis, por favor ve e instruye

a tu personal sobre sus deberes esta noche, necesito hablar con Jade a solas. –dijo,

su voz fría y poco atractiva.

Me

estremecí. Realmente no quería estar aquí a solas con él. No

queriendo ser cautivada de nuevo, mantuve mis ojos en el suelo.

–  Ahora que te tengo a solas,

revisaremos tus deberes para esta noche. –dijo el Rey mientras Berkis se

alejaba.

Me

enderecé.

–   Estarás a mi lado toda la

noche, no como mi sirvienta y te pondrás lo que se te ha dado, seguirás cada

orden que te dé, ¿entiendes? –preguntó, levantando una mano para agarrar

mi barbilla.

Inclinó

mi cabeza hacia arriba para que lo mirara a los ojos con fuerza.

–   Sí, mi Señor. –respondí, entre

dientes.

–   Porque ¿a quién perteneces? –Preguntó,

sus ojos cautivándome de nuevo.

–  A ti, yo pertenezco a mi Rey –dije

casi como un robot.

Mi

interior solo suspiró y lancé mis manos al aire en señal de

derrota. Parpadeé y la expresión del Rey se endureció.

–   Estás jugando un juego muy

peligroso Jade, yo que tu tendría mucho cuidado donde piso, ¿entiendes? –Gruñó.

Luché

duro contra sus ojos.

–   Por supuesto, mi Seño. –dije entre

dientes.

–   Tu ropa de noche te estará

esperando en tu cama y yo te estaré esperando aquí al anochecer, asegúrate de

que estés presentable y no llegues tarde. Odiaría tener que castigarte por

llegar tarde. –dijo. mientras sentía su aliento frío y mentolado flotando sobre

mi piel.

–   Sí, mi Señor. –respondí.

Podía

sentir los ojos de las otras sirvientas en nosotros de vez en cuando y

probablemente se veía muy raro para ellas. Se elevó sobre mí y sostuvo mi

barbilla con fuerza, podríamos haber parecido como si estuviéramos en un abrazo

de amantes, como si el Rey se abalanzara y presionara sus labios contra los

míos.

Pero

me estaba amenazando en cambio, diciéndome que no llegara tarde o sufriría las

consecuencias. El pensamiento del Rey besándome permaneció en mi mente

antes de que lo hiciera una bola y lo arrojara lejos de mí.  Él era

un Rey Vampiro, yo era su esclava y de ninguna manera, quería que esa cosa me

besara.

¿Ah,

de verdad?

Cerré

ese pensamiento muy rápido.

Ni

siquiera me di cuenta de que todas las sirvientas se habían ido mientras yo

estaba perdida en mis pensamientos y el Rey me observaba de

cerca. Apartando la mirada de sus ojos, le rogué a cualquier dios o diosa

que existiera que se fuera.

Obviamente,

esto era una mierda del síndrome de Estocolmo y me estaba engañando.

Pero,

¿cómo se sentiría su boca?

Aplasté

ese pensamiento y lo tiré por la ventana.

– ¿Eso es todo, mi Señor? –Pregunté

mientras mi mandíbula comenzaba a doler.

Estaba

sonriendo como si supiera lo que estaba pensando.

¡Oh!

¡Dios, qué pasaría si pudiera leer la mente!

– Puedo leer la mente, Jade y

también responder a tu pregunta interior…. –se apagó antes de inclinarse.

Se

me cortó la respiración cuando sus labios se cernieron sobre los míos.

–  Tendrás que esperar para saberlo.

–terminó, antes de dejarme ir.

Parpadeé

y él se fue, apoyándome contra la pared más cercana. Tomé aire en mis pulmones

mientras trataba de calmar cualquier emoción que estuviera corriendo por mi

cuerpo en este momento.

Definitivamente

iba a ir al infierno por esto.

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