Poniéndome
de puntillas, pasé el plumero por el estante superior y una nube de polvo se
agitó y me hizo estornudar. No había sido capaz de concentrarme muy bien
después de la cena hace dos días y evité al Rey como la peste.
No
había mucho que pudiera hacer cuando me pidieron mi presencia, pero
afortunadamente fue solo por cosas que sucedieron en la sala del
trono. Sentí sus ojos sobre mí mientras observaba, con cara de piedra, y
veía morir a un vampiro por traicionar las leyes.
Sentí
ojos sobre mí todo el tiempo e incluso Berkis se había dado cuenta de la rareza
de las miradas del Rey.
– ¿Cómo vas? –preguntó Berkis,
entrando en la habitación.
Giré
la cabeza y sonreí.
– Casi termino, solo trato de
terminar esta estantería. –respondí.
– Bueno gracias, realmente has
limpiado esta habitación. –dijo, mirando alrededor para ver el orden.
– Sí, eh, me molesté un poco. –respondí,
sonriendo.
Berkis
me devolvió la sonrisa.
– Vamos, el Rey estará aquí en
breve y sé que no quieres estar aquí cuando él esté. –dijo, tendiéndome la
mano.
Lo
tomé con firmeza mientras saltaba de la mesa que me había ayudado cada vez a
dar más altura.
– Entonces, ¿cuál es el plan para
esta noche? –Pregunté, habiendo escuchado los susurros de otras sirvientas
hablando de un festival.
– Bueno, el Festival está en
pleno apogeo, por lo que realmente no podemos hacer mucho, el Rey nos dará
instrucciones pronto. –respondió Berkis.
– Siempre he querido saber algo. –dije
con curiosidad, mirando a Berkis mientras salíamos de la habitación.
Ella
me dio una mirada curiosa.
– ¿Cuál es el nombre del Rey? –Pregunté,
continuando.
Berkis
negó con la cabeza.
– Nadie sabe porque nadie se
atreve a preguntar, como dije, el Rey es muy reservado. –respondió ella.
Entramos
en las Cámaras de las sirvientas para ver al Rey repartiendo
instrucciones.
– Oh, no. –susurró Berkis,
inclinando la cabeza.
– Qué bueno que te unas a
nosotros. –dijo la fría voz del Rey antes de volver a las instrucciones.
Suspiré
cuando escuché la mía.
– Berkis, ¿podemos intercambiar?
Realmente no quiero quedarme atrapada siguiendo al Rey esta noche. –murmuré.
– Solo haz tus deberes y no
hables, estarás bien. –susurró ella.
– ¿Interrumpo? –Preguntó la
fría voz del Rey cuando apareció frente a nosotras.
Inmediatamente,
Berkis y yo hicimos una reverencia.
– Perdónenos por nuestra
tardanza, mi señor, nos estábamos asegurando de que la oficina estuviera limpia
y lista para usar. –dijo Berkis, nuestras cabezas inclinadas.
– Al menos estabas haciendo algo,
encontré a una sirvienta sentada y comiendo un muffin que ciertamente no le
pertenecía. –gruñó de vuelta.
Berkis
suspiró.
– Lo haré de inmediato. –dijo
mientras yo fruncía el ceño.
– ¿Qué tiene de malo que se coma
un muffin? –pregunté sin pensar.
Berkis
me lanzó una mirada con los ojos muy abiertos antes de volver a mirar al
suelo.
– Ese panecillo no es lo que se
sirve a las sirvientas, eso indica que ella robó ese panecillo, ¿necesito recordarte
lo que sucede cuando me desobedeces, Jade? –Preguntó, su labio curvándose
en una sonrisa cruel.
– No, mi Señor. –respondí rápidamente,
bajando los ojos.
– Berkis, por favor ve e instruye
a tu personal sobre sus deberes esta noche, necesito hablar con Jade a solas. –dijo,
su voz fría y poco atractiva.
Me
estremecí. Realmente no quería estar aquí a solas con él. No
queriendo ser cautivada de nuevo, mantuve mis ojos en el suelo.
– Ahora que te tengo a solas,
revisaremos tus deberes para esta noche. –dijo el Rey mientras Berkis se
alejaba.
Me
enderecé.
– Estarás a mi lado toda la
noche, no como mi sirvienta y te pondrás lo que se te ha dado, seguirás cada
orden que te dé, ¿entiendes? –preguntó, levantando una mano para agarrar
mi barbilla.
Inclinó
mi cabeza hacia arriba para que lo mirara a los ojos con fuerza.
– Sí, mi Señor. –respondí, entre
dientes.
– Porque ¿a quién perteneces? –Preguntó,
sus ojos cautivándome de nuevo.
– A ti, yo pertenezco a mi Rey –dije
casi como un robot.
Mi
interior solo suspiró y lancé mis manos al aire en señal de
derrota. Parpadeé y la expresión del Rey se endureció.
– Estás jugando un juego muy
peligroso Jade, yo que tu tendría mucho cuidado donde piso, ¿entiendes? –Gruñó.
Luché
duro contra sus ojos.
– Por supuesto, mi Seño. –dije entre
dientes.
– Tu ropa de noche te estará
esperando en tu cama y yo te estaré esperando aquí al anochecer, asegúrate de
que estés presentable y no llegues tarde. Odiaría tener que castigarte por
llegar tarde. –dijo. mientras sentía su aliento frío y mentolado flotando sobre
mi piel.
– Sí, mi Señor. –respondí.
Podía
sentir los ojos de las otras sirvientas en nosotros de vez en cuando y
probablemente se veía muy raro para ellas. Se elevó sobre mí y sostuvo mi
barbilla con fuerza, podríamos haber parecido como si estuviéramos en un abrazo
de amantes, como si el Rey se abalanzara y presionara sus labios contra los
míos.
Pero
me estaba amenazando en cambio, diciéndome que no llegara tarde o sufriría las
consecuencias. El pensamiento del Rey besándome permaneció en mi mente
antes de que lo hiciera una bola y lo arrojara lejos de mí. Él era
un Rey Vampiro, yo era su esclava y de ninguna manera, quería que esa cosa me
besara.
¿Ah,
de verdad?
Cerré
ese pensamiento muy rápido.
Ni
siquiera me di cuenta de que todas las sirvientas se habían ido mientras yo
estaba perdida en mis pensamientos y el Rey me observaba de
cerca. Apartando la mirada de sus ojos, le rogué a cualquier dios o diosa
que existiera que se fuera.
Obviamente,
esto era una mierda del síndrome de Estocolmo y me estaba engañando.
Pero,
¿cómo se sentiría su boca?
Aplasté
ese pensamiento y lo tiré por la ventana.
– ¿Eso es todo, mi Señor? –Pregunté
mientras mi mandíbula comenzaba a doler.
Estaba
sonriendo como si supiera lo que estaba pensando.
¡Oh!
¡Dios, qué pasaría si pudiera leer la mente!
– Puedo leer la mente, Jade y
también responder a tu pregunta interior…. –se apagó antes de inclinarse.
Se
me cortó la respiración cuando sus labios se cernieron sobre los míos.
– Tendrás que esperar para saberlo.
–terminó, antes de dejarme ir.
Parpadeé
y él se fue, apoyándome contra la pared más cercana. Tomé aire en mis pulmones
mientras trataba de calmar cualquier emoción que estuviera corriendo por mi
cuerpo en este momento.
Definitivamente
iba a ir al infierno por esto.
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