– ¡No estaré usando esto! –exclamé
mientras me giraba para mirar a Berkis.
Ella ahogó una
risita.
– Tienes que ponértelo, fueron
órdenes del Rey. –dijo, mirando mi ridículo vestido.
– ¡Parece que me voy a casar! –exclamé.
Ella se rio de
nuevo.
– Sí, es un poco extravagante, pero
te hace muy bonita, tu cabello es tan blanco. –dijo sonriendo.
Entrecerré los ojos
hacia ella.
– Si supiera que ir a festivales
vestida con un maldito vestido de novia es lo que significa ser una esclava,
definitivamente habría intentado escapar hace mucho tiempo. –respondí.
Berkis se puso
seria.
– Realmente no es tan malo y, además
nadie sabrá quién eres, usando este velo... –dijo Berkis, poniéndose de pie.
Suspiré.
– ¡Hay un velo! –exclamé,
desconcertada.
– Date la vuelta. –dijo, girando mis
hombros.
Sentí sus manos en
mi cabello mientras sujetaba el velo en mi cabeza antes de dejarlo caer sobre mi
rostro. Observé mi reflejo.
– Odio esto. –dije con firmeza.
Finalmente, me giré
para mirar a Berkis.
– Es hora de irnos, no queremos que
enojes al Rey por llegar tarde. –dijo Berkis, dándome una mirada lastimera.
Suspiré y asentí,
bajándome del taburete y levantando el pesado vestido.
– Voy a morir ahogada en esto, no
puedo respirar. –dije mientras Berkis me conducía fuera de la habitación.
Se congeló cuando
doblamos la esquina para ver al Rey, de pie junto a la puerta, hablando
animadamente con otro hombre. Casi me trago la lengua.
Todavía sin poder
ver su rostro, no tenía que hacerlo, para saber que estaba increíblemente caliente.
Mis ojos recorrieron su cuerpo, levantando una ceja ante el traje negro que
llevaba puesto.
¿Cómo diablos había una capucha en su traje?
Como si leyera mis
pensamientos y probablemente si leía mis pensamientos, el Rey despidió al
hombre y volvió la cabeza para mirarnos a Berkis y a mí.
– Puedes volver a tus deberes. –le
dijo el Rey a Berkis.
Me lanzó una mirada
de perdón antes de hacer una reverencia al Rey y escabullirse. Miré hacia abajo
y rápidamente me hundí en una reverencia, tanto como pude de todos modos.
– Veo que encaja. –dijo simplemente.
– Sí, mi Señor. –respondí.
¿Por qué diablos tenía que usarlo sin embargo?
– Es tradicional que las mujeres de
la corte vistan de blanco en su primer festival, ya que vas a asistir conmigo...
tenía que ser de la realeza. –respondió, leyendo mis pensamientos.
Rápidamente pensé
en gatos comiendo arcoíris.
– ¿Podemos? –Preguntó, extendiendo
una mano.
Tragándome el odio
a mí misma, estiré la mano y lo tomé del brazo. El Rey me guio desde la
habitación de la criada hasta la sala del trono mientras cientos de Vampiros
llenaban la gran área. Mantuve mis ojos en el suelo, a pesar de que no podían
ver mi rostro.
Todos eran
hermosos, como si hubieran salido de revistas de supermodelos. El Rey me guio
escaleras arriba y nos paramos uno al lado del otro frente a toda la multitud.
Los nervios
llenaron mi estómago y mi mano se apretó.
– ¡Como rey, declaro que comienza el
festival! –anunció el Rey.
La música empezó en
alguna parte y por instinto, miré hacia arriba. Los aplausos recorrieron la
sala antes de que comenzaran a irse.
– ¿Qué está sucediendo? –Pregunté,
olvidando por completo mi lugar por un momento.
– El festival se lleva a cabo
afuera, ¿seguro que no creerás que haríamos todo un festival en un castillo? –
preguntó, girando la cabeza.
Aparté la mirada.
Dio un paso adelante y no tuve más remedio que ir con él, tenía un firme
control sobre mí y sabía que no iba a ir a ninguna parte, en el corto plazo.
Salí del castillo por primera vez y mis ojos trataron de abarcar tanto como fuera
posible. Este lugar parecía aislado y tocado solo por los ocupantes.
Casi me tropiezo
por unas escaleras, pero el Rey me atrajo hacia él.
– Mira por dónde pisas. –dijo en
voz baja.
– Lo siento, mi Señor. –me disculpé
inmediatamente.
Me guio a una carpa
dorada donde había comenzado el baile. Sentado en un trono dorado, me paré a su
lado insegura.
¿Me siento en el suelo?
Sin pensarlo tomó
mi mano y sus ojos permanecieron en los bailarines mientras me sentaba en su
regazo. Me congelé mientras estaba sentada allí, preguntándome ¿qué diablos?
La música cambió y
los bailarines aplaudieron antes de que comenzara otra canción. Los observé,
estudiando a la multitud. No parecían monstruos. Más como un grupo normal de
personas que viven repetidamente en el siglo XVIII.
Un hombre alto se
nos acercó. Mirando al Rey, me moví en caso de que me ordenaran que me fuera,
pero el Rey agarró mi muñeca y me congelé de nuevo. Sentarme en el regazo del
Rey trajo un montón de emociones que no quería tener. Era como jugar al golpea
a la ardilla... cuanto más los golpeaba, más brotaba.
– Mi Rey, ¿puedo hablar contigo en
privado por un momento? –dijo el hombre, apenas mirándome.
– ¿Para qué? –Preguntó el Rey,
haciéndome saltar cuando sentí su mano en mi espalda.
– Se trata de lo que hablamos. –respondió
el hombre.
Mis ojos se
movieron hacia un lado para ver al Rey inmovilizar al pobre hombre con una
mirada fulminante.
– ¿No puede esperar hasta mañana? –preguntó
el Rey.
– Me temo que no. –respondió el
hombre, casi encogido.
El Rey dejó escapar
un gruñido suave. Me puse de pie rápidamente, el Rey me siguió, se giró para
mirarme y levantó su mano para agarrar mi barbilla.
– Siéntate aquí y no te muevas. –ordenó
en voz baja.
– Sí, mi Señor. –respondí.
El hombre y el Rey
se alejaron y yo me senté en el trono, pisando el pie al ritmo de la música.
Sonreí detrás de mi velo mientras dos bailarines se reían salvajemente el uno
del otro.
– ¿Quiere un baile, mi señora? –preguntó
una voz.
Giré mi cabeza
hacia un lado para ver a otro supermodelo extender su mano. Mirando alrededor,
no vi al Rey. Un baile no podía hacer daño.
– Solo un baile. –respondí, tomando
su mano.
Casi me reí a
carcajadas cuando el Vampiro me sacó del trono y me metió en la agonía de los
bailarines. Bailamos al son de las flautas y la música de tupe medieval, yo reí
a carcajadas detrás de mi velo.
Con su mano
alrededor de mis hombros, y nuestras otras manos unidas, nos inclinamos hacia
arriba y hacia abajo, bailando alegremente con la música. De repente, el
Vampiro me soltó.
– ¿Qué ocurre? –Pregunté mientras
sentía un escalofrío recorrer mi espalda.
Me di la vuelta
para ver al Rey de pie junto al trono, sus ojos en mí y sus brazos cruzados.
Tragué. Los otros bailarines parecían no darse cuenta cuando incliné la cabeza
y me dirigí de regreso al trono.
No me habló ni me
tiró de nuevo a su regazo cuando se sentó, en lugar de eso, me paré junto a su
trono tan rígida como un poste de acero. Podía sentir su ira saliendo de él y
no me atreví a decir nada.
Terminó otra
canción y se levantó rápidamente, saliendo de la tienda. Suspirando, lo seguí.
Debía quedarme con él, esas eran las reglas. Quédate con él y sigue cada orden.
Lo seguí fuera de
la tienda y pasé junto a una multitud de vampiros que jugaban al póquer en
barriles de madera. Mis tacones resonaron en los escalones de piedra mientras continuaba
siguiendo a mi Rey de regresó al castillo y suspiré de nuevo.
Desapareció por las
puertas delanteras, y yo seguí su ejemplo solo para que mi espalda se golpeara
contra las paredes de mármol cuando doblé la esquina.
– Desobedeciste una orden directa. –dijo
el Rey.
Todo el aliento
abandonó mi cuerpo ante el empujón.
– Lo siento. –dije con voz áspera.
– ¿Tienes idea de lo que estaba
pensando ese Vampiro? ¡Eres una chica humana rodeada de Vampiros, si hubieras
obedecido mi orden nadie podría tocarte! –Él chasqueó.
Me estremecí.
– Solo quería bailar. –respondí
débilmente.
Su agarre sobre mí
se hizo más fuerte.
– Ese Vampiro ahora está intoxicado
por tu olor, te lastimará si no lo mato primero. –espetó el Rey nuevamente.
– ¡Lo siento! –exclamé.
– ¡No quiero escuchar tus patéticas
disculpas! –Él chasqueó.
Miré hacia otro
lado.
– Tengo que matarlo ahora,
¿entiendes? –Preguntó, su tono bajo y amenazante.
Negué con la
cabeza.
– Estar intoxicado por un olor
humano es peor que una obsesión, hará todo lo que esté a su alcance para
matarte. –respondió el Rey.
Sintiéndome
valiente, me volví hacia el Rey y levanté la mano para quitarme el velo.
– ¡Entonces tú y él deben tener
muchísimo en común! –Respondí bruscamente.
Tiré mi velo al
suelo y el Rey me soltó, obviamente sorprendido por mi repentina desobediencia.
– ¡Encuentra tu lugar, sirvienta! –Gruñó
de repente sujetándome contra la pared de nuevo.
Con un resoplido,
lo empujé, queriendo que me dejara ir.
– ¡Muérdeme el culo! –Respondí
bruscamente.
Sus ojos brillaron
y lo siguiente que supe fue que su boca estaba sobre la mía y mi espalda estaba
contra la pared otra vez. Me sumergió en su beso profundo, obligándome a
corresponder.
Saqué su capucha
hacia atrás, exponiendo la cara que solo había visto una vez antes y recordé lo
malditamente caliente que estaba. Se apartó tan rápido como me había besado y se
puso la capucha en su lugar.
– ¡Mierda! –El grito.
Me estremecí, pero
presioné una mano en mis labios. Ni siquiera me dio una segunda mirada antes de
irse, dejándome sola.
Girando la cabeza,
miré las puertas abiertas. Podría huir y nadie se daría cuenta en este momento.
Suspirando, recogí
mi vestido y comencé a caminar de regreso a las habitaciones de las criada.
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