Capítulo 5

El

hombre me arrojó dentro de la puerta y caí al suelo en un

montón. Levantando mi cabeza para mirar al hombre, él me devolvió la

mirada antes de cerrar la puerta de golpe.

–    ¿Estás bien? –Una dulce

voz preguntó desde dentro de la habitación.

Rápidamente

me senté, ignorando el destello de dolor que se extendió por mi cuerpo.

– Estoy bien. – respondí.

Una

mujer salió de las sombras vistiendo un uniforme de sirvienta.

– Entonces tú debes ser Jade, la

mujer que el Rey salvó. –dijo, sus ojos verdes estudiándome.

– Él no me salvó, me secuestró. –respondí.

Una

sonrisa bromeó en sus labios.

– Puedo manejar el sarcasmo, pero

el Rey odia cuando alguien no sigue sus órdenes. –dijo, acercándose.

Extendió

sus manos y yo las alcancé y las agarré. Levantándome, miró mi cuerpo

magullado.

–   Realmente hicieron un número

duro contigo. –dijo principalmente para sí misma.

Me

aclaré la garganta.

– Ven por aquí cariño, vamos a

darte un baño caliente y algo de ropa limpia. –dijo, tomando mi mano.

Seguí

a la anciana regordeta hacia el fondo de la habitación hasta otra

puerta. Subconscientemente, me pasé las manos irregulares por los brazos

sucios y me di cuenta de que probablemente parecía una mendiga asquerosa. Yo

había estado frente al Rey, luciendo así. No es que me importara lo que él

pensara, pero, aun así, necesitaba aferrarme a la pizca de decencia que me

quedaba.

La

puerta se abrió a un baño sencillo, la bañera lo suficientemente grande como

para ocultar todo tu cuerpo bajo el agua. Tenía un lavabo y eso era

prácticamente todo. Miré a la dama que se movió hacia un pequeño armario

detrás de la puerta. Estirándose, agarró un bulto.

–   Ahí está la ropa de la

sirvienta, debes usar esto en todo momento... Tendrás un par de segundos para

ti también. –dijo, entregándome el bulto.

Lo

tomé con cuidado.

– Sé que esto no es glamoroso y

qué no, pero si haces tu trabajo y mantienes la boca cerrada, te tratan

bastante bien. –dijo la señora.

– Gracias…. –la interrumpí,

mirándola cuestionadamente.

–  Berkis. –respondió ella sonriendo.

–  Gracias. –dije de nuevo.

Ella

me dio otra sonrisa y asintió con la cabeza antes de cerrar la puerta y dejarme

en mi privacidad. Suspirando, me moví hacia el fregadero y coloqué mi ropa

antes de ir al baño.

Abrí

los grifos para tener la temperatura perfecta y esperé a que se llenara. Lentamente,

me despojé de mi viejo uniforme y lo puse en el suelo.

Me

metí en la bañera y me estremecí cuando el agua limpió los cortes y moretones

de mi cuerpo. Me hundí debajo del agua.

Solo

tenía una pregunta candente en mi mente.

¿Por qué el Rey me salvaría

solo para atraparme aquí y tener que obedecerle todas las órdenes?

Regresé

a la superficie y comencé a lavarme el cuerpo, con cuidado alrededor de mis llagas,

pero asegurándome de que estuvieran limpias. Froté un poco de jabón por mi

cabello, sin importarme si lo secaba.

Me

quedé en el agua hasta que mi piel comenzó a arrugarse. Salí, me sequé y

me puse el uniforme de sirvienta que estaba un poco suelto.

Tomando

mi lazo para el cabello, me recogí el cabello en un moño. Agarré mi montón

de ropa sucia y abrí la puerta del baño.

Berkis

estaba apoyada en el banco, esperándome con los ojos cerrados. Parecía una

elegante anciana que probablemente había estado atrapada aquí durante mucho

tiempo. Me aclaré la garganta. Abrió los ojos y me miró, brindándome

una amplia sonrisa.

– Eso se ve muy bien en ti, aquí

déjame tomar esos. –dijo comenzando a avanzar.

Tomando

mi ropa sucia, se dio la vuelta y la tiró a la basura. Observé la tapa

batiente mientras mi vida desaparecía.

–  Ahora tus deberes son atender

al Rey, debes seguir todas sus órdenes, sígueme. –dijo suavemente.

Manteniendo

el suspiro para mí, seguí a Berkis fuera de la habitación mientras abría otra

puerta que conducía a un delicioso pasillo.

–  Este es el pasillo de los

sirvientes, tiene acceso directo a todas las habitaciones importantes. –dijo.

Traté

de mantener toda la información cuando se detuvo frente a una puerta

dorada.

–   Esta es la habitación del Rey,

para tener acceso... necesitas la llave, pero tienes que pedírsela, todo lo demás

vendrá solo con el tiempo. –dijo suavemente.

Se

acercó a otra puerta y la abrió.

–  Está aquí, será mejor que te

des prisa. –dijo antes de hacerme un gesto para que avanzara.

Mis

ojos se abrieron y me escondí.

–   Solo pídele la llave y usa tus

modales. –dijo, empujándome hacia adentro.

Tragué

saliva antes de caminar más adentro de la habitación. Mirando alrededor,

no pude ver a nadie. Un escalofrío me recorrió la espalda, me di la vuelta

y me tambaleé hacia atrás.

–   ¿Te puedo ayudar en algo? –Preguntó

su voz de tono oscuro.

Incliné

la cabeza.

–   Mi señor, iba a pedir la llave

de su habitación. –dije, tragando saliva.

– Veo que te estás hundiendo bien

en el papel de sirvienta. –dijo, dando un paso atrás antes de caminar hacia una

pila de libros.

Me

tragué mi respuesta sarcástica.

–   Por supuesto, mi señor. –le

respondí.

Se

volvió para estudiarme antes de levantar una mano y quitarse una cadena del

cuello.

– Piérdela y pagarás el precio. –dijo

con seriedad.

El

Rey la tendió y me moví para agarrarla. Rápido como un rayo, me agarró la

muñeca y me retorció el brazo, de modo que quedé atrapada contra él y la

mesa. Su cuerpo presionado contra mi espalda.

–  Si pones un pie fuera de la

línea, no dudaré en dejar que cualquier Vampiro te drene o mejor aún, lo haré

yo mismo, ¿entiendes? –Preguntó, su aliento me lavó la oreja y el cuello.

–   Sí, mi señor. –dije con voz áspera,

antes de hacer una mueca.

–   Bien, ahora vete. –espetó,

dejándome ir.

No

dudé. Salí corriendo de la habitación.

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