Te daré luz mi amor.

Para suerte de Daya pasaba poco tiempo en compañía de su desagrable madrastra, quien la trataba con extrema frialdad.

Siempre estaba cerca de su padre, la mayor parte de tiempo, si bien el viajes o en la compañía.

Le gustaba mucho visitar la zona de producción de la Empresa de su padre, dónde se fabricaban toda clase de instrumentos musicales, de los mejores de todo el mundo.

Gustavo Ferreti era el hombre más famoso del mundo, por ser dueño de la más grande Compañía del mundo en el rubro musical.

Cada instrumento de su marca STEINWAY & SONS, estaba valorizado en miles de dólares, y solo las personas pudientes tenían acceso a dichos caprichos.

Los músicos de fama mundial hacían visitas personales desde diversos lugares del mundo para encargar algún instrumento, sin escatimar la suma millonaria. No había marca que podía igualar la calidad de los instrumentos, sus instrumentos de percusión eran de la madera más buena que podía existir, y la melodía era celestial.

La carrera de Daya como pianista estuvo en su mejor momento gracias a la influenza de su padre, en tan sólo 9 meses se había convertido en una pianista muy reconocida.

Brindaba conciertos fabulosos que llenaban los salones más grandes, dónde asistían los más famosos críticos de la música, quienes caian rendidos ante la melodía celestial de Daya.

Su padre estaba orgulloso de su don sobre natural que se emocionaba hasta las lágrimas, lloraba en cada presentación, ya que su dulce niña le recordada a Lucia.

Un día le pregunto a su hija cómo aprendió a tocar el piano tan bien.

Daya le contó que tocaba desde niña, y que le sirvió como fuente de ingresos para ganarse el pan, tocando en pequeños eventos allá en el pueblo.

Tenia el oído más desarrollado que cualquier persona.

***

—Hija mañana es tu cumpleaños, tengo una sorpresa para ti.—Dijo Gustavo mientras acercaba su asiento, para estar más cerca de su hija.

—¿Que es?—Preguntó Daya mientras se sentaba en la cama.

—Conseguí un donante de córneas. Quiero regalarte luz mi amor.

Daya se emocionó, tenía tantas ganas de ver, explorar el mundo, y sobre todo ver el rostro de su padre.

---¿En serio?.

—Ya está todo programado el lunes se realizará tu cirugía. A demás tengo otra sorpresa más, el piano que me pediste elaborar ya está listo.

—¿En serio? ¡Wao que emoción!, quiero verlo.

—Sin ansias cariño, te lo daré el día en que abras los ojos para que puedas disfrutar de su belleza.

—Papá por favor, no aguantaré, quiero por lo menos tocarlo. ¿Te parece si vamos por el en la mañana?.

Cuando Gustavo oyó que Daya le llamó papá sonrió, era la primera vez que su hija lo llamaba de esa manera y sintió una enorme emoción que hizo palpitar su pecho muy fuerte.

—Esta bien mi amor, mañana iremos a verlo.

—Gracias.

Katty la empleada chismosa fue de inmediato a informar a Sharom de lo sucedido y esta enfureció.

Se había resignado a aguantar a la chiquilla porque le parecía indefensa mientras estaba ciega, pensó que así podría manipularla a su antojo.

Pero la idea de que iba a recuperar la visión no le agradó ni un poco, tenía que deshacerse de ella cuánto antes ya nada le importaba, ni siquiera su marido, además tenía que hacer algo porque Gustavo estaba empezando a sospechar de ella, estaba a un pelo de descubrirla, ya había reunido varias pruebas y solo faltaba confirmar una única hipótesis.

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