Capitulo 5

Gabriel condujo a Daya a un parque de diversiones dónde pasaron varias horas divirtiéndose. Si la pequeña tenía dificultades en el camino no dudaba en detener el tiempo para ayudarla, era un protector muy eficiente y noble.

Daya se divirtió en gran manera, sintió una inmensa felicidad nunca antes experimentada que llenaban de gozo su pequeño y cálido corazón.

Gabriel amaba su sonrisa tan transparente y dulce y hacia de todo para hacerla felíz.

Muy paciente le enseñaba muchas cosas, narrando cada detalle de lo que veía, haciendo que la pequeña salte de emocion y viera a través de sus ojos.

Después de los divertidos juegos la llevó a por ropa. Le compró varias mudas de hermosos vestidos de diversos colores, entre abrigos zapatos y muchas cosas necesarias, para la niña que vestía de un humilde vestido largo de mangas largas que en algún momento había tenido un color rojo vivo, adornada de muchos pequeños agujeros.

Gabriel salió con 2 bolsas grandes de compras en cada mano. Mientras la pequeña, enfundada en un hermoso vestido rosa y zapatos chalores negros con un moño prominente caminaba a su costado.

Luego la llevo a almorzar a un restaurant muy elegante y pidió el mejor filete y postres para la pequeña. A quien disfrutaba observar mientras comía con gracia.

—Gracias Señor Gabriel, me divertí mucho.—Dijo Daya con una sonrisa enorme mientras se llevaba un pedazo de carne a la boca. — Pero siento que tú no estás comiendo, no logro escuchar el ruido de los cubiertos— Expuso mientras masticaba.

—Come tu. Tomé un abundante desayuno y aún sigo lleno.

Mintió el, ya que los angeles no comían.

—Aya.—Respondió la niña poco convencida, porque creyó que no tenía tanto dinero como decía. —¿No tienes más dinero para otro plato de comida? — Preguntó un tanto agobiada, preocupa por la economía de Gabriel, sintiéndose mal porque le hizo gastar mucho dinero.

—Creéme dulzura, tengo mucho dinero solo que estoy lleno. Solo disfruta y no te preocupes.

—Okey Señor. Gracias.

Después del sabroso almuerzo y cuando él reloj marcaba las 4 de la tarde el la llevó devuelta a casa.

Al entrar en aquel lugar por segunda vez, Gabriel sintió escalofríos, desde las puntas de sus pies hasta su último cabello.

No era nada agradable vivir ahí. Todo olía a alcohol y a rancio.

—Señor Gabriel muchas gracias por lo de hoy. Me hizo muy feliz.

—Me alegra saberlo —Respondió el, mientras dejaba las compras en el sofá que estaba libre. No pudo evitar ver a la mujer que roncaba tan ruidosa. —¿Hay algo más que deseas pequeñita?.

—No Señor, usted es muy noble ya hizo mucho al comprarme ropa muy bonita y llevarme a comer.... Lo único que deseo es...—Balbuceó al ver a su madre.

Gabriel la interrumpió porque no soportaba verla triste.

—Si me necesitas solo grita mi nombre y yo vendré .

—¿En serio?.

—Si pequeña.

—Okey. Bueno creo aprovecharé practicar el piano mientras mamá está profundamente dormida. Ella odia el ruido. Si deseas puede acompañarme a mi cuarto Señor y le enseño.

Gabriel aceptó y la siguió a la pequeña habitación que olía a humedad, la puerta de madera vieja y pequeña que tuvo que agacharse para entrar.

Al poner un pie adentro pudo vislumbrar un impecable orden en medio de cruda pobreza.

Una pequeña cama bien ordenada, unos 3 pequeños peluches sobre una caja de cartón que hacía de mueble, y una pequeña mesa corroida por polillas dónde muy bien dobladas estaban sus pocas prendas de vestir y a un costado libros especiales de ella.

Y finalmente un viejo piano al que le faltaban varias piezas para emitieran melodía impecable.

Se sentó en la pequeña cama para contemplar a la niña, que muy entusiasta se sentó frente al piano...

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