4 capitulo

En el día de la junta familiar, el nosocomio me entregó una imposibilidad de 6 meses, lo que me brindó más tiempo para dedicarme a la universidad, ya que no podía trabajar. Aprovecharía este tiempo para centrarme en mis estudios y en estar con mi familia. Mi madre había estado preocupada por mi estado debido a la lesión en la pierna, y mis hermanos siempre intentaban animarme.

Un día, decidí visitar a mi familia en la granja. Con dificultad, junto a mi hermano Osher, nos dirigimos a los corrales donde mi padre estaba revisando a los animales. Mientras caminábamos, nos topamos con barro, y Osher me cargó para evitar que me lastimara. Continuamos caminando, y al llegar, los trabajadores avisaron a mi padre sobre mi llegada, sorprendido por verme allí.

Tras hablar con mi padre y observar las tareas en la granja, regresé a la casa, donde me instalé en una esquina para evitar lastimarme. Desde allí, observé lo que hacían. Después de terminar su trabajo, los trabajadores se reunieron en el rancho para dialogar.

Le pedí a uno de los trabajadores que me esperara en la salida, ya que las escaleras me resultaban complicadas. Subí a mi habitación, donde tomé mis analgésicos para el dolor en la pierna. Cuando bajé, me encontré con mi madre en las escaleras.

Nuestra conversación se volvió tensa cuando mi madre me acusó de causar mi lesión para llamar la atención de mi padre y que ella sufriera. Le respondí con determinación, mencionando las acciones negativas que había tenido hacia mí y expresando mi descontento por su actitud.

Le hice saber que, aunque estaba orgullosa de mi apellido Dubois, jamás estaría orgullosa de tenerla como madre debido a su comportamiento. Nuestra relación se tornó aún más tensa, y mi madre se retiró con un semblante sombrío.

Más tarde, la tensión en la casa se incrementó debido a nuestras diferencias, y la posibilidad de una confrontación se avecinaba.

Capítulo Largo: "La Caída en la Escalera"

Las palabras hirientes de Roxana resonaron en el pasillo, desatando una discusión feroz. El enfrentamiento se intensificó hasta que, en medio del forcejeo, perdí el equilibrio y caí por las escaleras. Rodé escaleras abajo, mi cuerpo golpeando cada escalón en su camino.

Cuando finalmente me detuve en el suelo, me encontré en un dolor insoportable. Desde el pasillo, pude ver a mi madre observándome con una frialdad impactante, aparentemente tranquila ante mi situación. Mi voz se quebró mientras pedía auxilio, sabiendo que algo estaba muy mal.

Intenté moverme, pero el dolor me inmovilizaba, y el trabajador de mi padre, a quien había pedido esperar, no estaba por ninguna parte. Luché por mantener la conciencia, sabiendo que la ayuda era crucial.

Veinte minutos después, escuché a alguien acercarse. Era mi nana, quien me encontró tirada en el suelo, desamparada. Corrió hacia mí, preocupada y tratando de mantenerme despierta.

Mi nana preguntó con angustia lo que había sucedido, y entre lágrimas, le revelé que mi madre era la responsable. Pidió ayuda desesperadamente, llamando a los servicios de emergencia mientras trataba de mantenerme consciente.

Finalmente, pude oír las sirenas de los vehículos de emergencia acercándose. Mi nana seguía gritando pidiendo ayuda mientras esperaba a que llegaran. La llegada de mi padre cambió la dinámica. Su expresión de preocupación se transformó en furia y decepción al enterarse de lo que había sucedido.

Me acusó de haber lastimado a nuestra hija, recordándome un pasado doloroso en el que había causado daño. Me ordenó que encontrara a Roxana y la confinara en una habitación, con las manos atadas, mientras pronunciaba una sentencia severa. Mientras tanto, yo yacía en el suelo, incapaz de sentir mis extremidades, y pedí ayuda desesperadamente.

El incidente en la escalera había desencadenado un nuevo capítulo en la complicada relación de nuestra familia, lleno de dolor y desconfianza.

"Consecuencias y Desafíos"

Después de la caída en la escalera, me inyectaron un calmante para aliviar el dolor y permitirme descansar. Estaba agotada y apenas podía abrir los ojos. El ruido de un helicóptero se acercaba, pero mi debilidad me impedía reaccionar.

Mi padre, Aurelio Galonis, estaba preocupado y buscaba al médico. Explicó cómo había caído por las escaleras y cómo no podía sentir sus extremidades. El médico asintió y se preparó para tratar la situación.

Pero la conciencia se desvaneció de nuevo, y durante un tiempo desconocido, me encontraba en un estado de inconsciencia.

En el fondo, mi padre, Aurelio Galonis, estaba preocupado por mi situación. Había perdido a Jezabel y estaba lidiando con la idea de que había sido su madre, Roxana, quien había causado tanto daño. La tensión en la familia seguía en aumento.

Aurelio llamó a su amigo Isaac para obtener información sobre el estado de Jezabel. Isaac informó sobre las lesiones que había sufrido debido a la caída por las escaleras y la dislocación de la rótula en su pierna, que requería cirugía y terapia física. La conversación también giró en torno a la difícil relación entre Jezabel y Roxana, y la preocupación de Aurelio por la influencia negativa de su esposa en su hija.

Finalmente, mi padre se enfrentó a Roxana, quien fue encontrada intentando escapar con dinero y ropa. Ella se defendió, afirmando que Jezabel le había arrebatado todo lo que amaba, mientras él le recordaba la importancia de su papel como madre y su falta de participación en la vida de su hija. La discusión se tornó amarga, y finalmente, mi padre decidió que Roxana debía ser llevada a una habitación de invitados y atada, alejándola de la casa principal.

Roxana expresó su enojo y su determinación para vengarse, y mi padre la dejó en manos de su escolta, José. La tensión en la casa era palpable, y las consecuencias de los eventos recientes seguían afectando a la familia Galonis.

Finalmente, mi padre se retiró a su habitación y reflexionó sobre la situación, mientras se preparaba para enfrentar las responsabilidades que le esperaban en el nosocomio.

Hospital Arthur

Caminé hacia la recepción del hospital, ansioso por obtener información sobre la habitación de Jezabel. Al acercarme a la recepcionista, noté su coqueteo, pero estaba preocupado por mi hija.

- Buenas, señorita, ¿podría decirme en qué habitación se encuentra la señorita Jezabel? - pregunté.

La recepcionista, un poco sonrojada por mi presencia, me preguntó si era un pariente de la paciente, y le confirmé que soy su padre, el coronel Galonis.

La joven, aún sonriente y coqueta, me pidió mi cédula para registrarme en el sistema, argumentando que era una política del hospital para llevar un control de quién visita a sus pacientes. Le proporcioné mi número de identificación, y ella procedió a verificarlo.

Me informó que Jezabel estaba en la habitación 202 y, aunque estaba preocupado por el comportamiento coqueto de la recepcionista, agradecí su ayuda.

Cuando finalmente llegué a la habitación de mi hija, me encontré con mi amigo Isaac. Comentó sobre la necesidad de que Jezabel permaneciera tranquila y que no la molestara, ya que se encontraba en un proceso de recuperación delicado. Agradecí su preocupación y prometí mantenerme atento a su bienestar.

Isaac se retiró, y quedé a solas con mi hija, observando su estado delicado. Le hablé, tratando de consolarla y darle ánimo para su recuperación. Aunque aún estaba bajo los efectos de la anestesia y los calmantes, sentí un apretón en mi mano y una lágrima en los ojos de Jezabel. Sabía que estaba luchando por recuperarse, y eso me llenó de esperanza.

JEZABEL

Desperté en la habitación del hospital, desconcertada por mi entorno. El dolor me invadió de inmediato, y comencé a quejarme. Miré alrededor y me di cuenta de que no estaba en mi habitación. Mi cuerpo estaba lleno de vendajes y heridas, evidencias de la violencia que había sufrido a manos de mi madre y el atentado anterior.

Necesitaba saber la hora, y encontré un reloj en una mesa cercana. Eran las 3 de la madrugada, y el dolor seguía siendo insoportable. Comencé a llamar a mi padre, quien estaba acostado en una silla junto a mi cama. Su presencia me reconfortó, y susurré su nombre varias veces.

Finalmente, mi padre se despertó y me informó que había pedido ayuda. La enfermera llegó, y tuvieron una breve conversación. En medio de todo esto, mencioné un comentario atrevido sobre la enfermera, lo que sorprendió a mi padre. No pude evitar notar que ella le coqueteaba, lo que añadió una capa de incomodidad a la situación.

La enfermera me suministró anestesia y calmantes, aliviando mi dolor y permitiéndome volver a dormir.

Después de ese episodio, pasé meses en recuperación. Me sometí a terapias y tratamientos, y seguía las instrucciones de los especialistas. Las clases virtuales me ayudaron a seguir con mis estudios mientras me recuperaba, pero mi madre seguía desaparecida, y mi padre no mencionaba nada sobre ella.

Finalmente, me encontraba en casa, sentada en la mesa para almorzar. Mi nana, quien había sido un gran apoyo durante mi recuperación, me sirvió mi plato favorito. Mi padre se unió a la comida y me preguntó cómo iba mi recuperación. Mientras comía, noté que mi padre había retomado su vida sexual, pero no estaba seguro de cómo reaccionar.

La sorpresa vino cuando vi a una dama atractiva en mi habitación, acompañada por nuestro escolta, José. Estaba claro que había una historia en desarrollo que desconocía. La incertidumbre seguía rodeando mi vida, pero me sentía decidida a recuperarme por completo.

Me he pasado las últimas horas en mi habitación, centrada en mi recuperación. A pesar del dolor, intento avanzar en mis tareas universitarias. Esta semana, mis compañeras de análisis me han contado que llegará un nuevo profesor de Matemáticas Financieras, Héctor Andrés, quien, según los rumores, es un hombre guapo. Decido completar la actividad que tenía pendiente y enviársela al nuevo profesor.

Llamo a mi asistente para que me ayude a levantarme. El dolor me hace quejarme mientras me apoyo en su cuello para llegar al baño. Luego, él se da la vuelta para darme privacidad. Una vez que termino, lo llamo para que entre al baño y me ayude a regresar a la cama.

Le agradezco y me acuesto con un libro que encuentro en mi gaveta: "Los 7 maridos de Evelyn Hugo", una novela de Taylor Jenkins Reid. Aprovecho la lectura para tomar un descanso, tras lo cual tomo los analgésicos y calmantes para el dolor.

Mientras me relajo, tengo una visión en la que un hombre atractivo y musculoso se acerca a mi cama. En mi sueño, siento que estoy esposada y no puedo moverme. El hombre me toca y acaricia, y sus acciones despiertan en mí sensaciones que nunca antes había experimentado. Sin embargo, la situación cambia, y sus acciones se vuelven más intrusivas y dolorosas.

En medio de mi confusión, llamo a mi padre en busca de ayuda. En mi sueño, me doy cuenta de que este hombre es mi maestro de Matemáticas Financieras, y mis pensamientos se desdibujan entre la realidad y la fantasía.

Finalmente, me despierto, y al escuchar ruidos extraños en mi habitación, me doy cuenta de que estaba soñando. Mi asistente ha tocado la puerta, preocupado por el ruido.

Tras esta experiencia onírica, me siento confundida y nerviosa, pensando en la llegada de mi maestro de Matemáticas Financieras, cuyas clases son presenciales. Mi padre ha hablado con la universidad para organizar clases en casa debido a mi recuperación.

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