CAPÍTULO III

Laura al darse cuenta de que llegaba Ellen junto con su madre, secó rápido las lágrimas de sus ojos con un pañuelo de seda que cargaba en el bolsillo de su abrigo. Una vez secó todas las lágrimas de sus ojos, emocionada, salió corriendo hacia la dirección en la que se encontraba Ellen, y con un gran abrazo la saludó, pidiendo perdón por no haber ido a visitarla durante el tiempo en el que ha estado en rehabilitación pues el trabajo le imposibilitaba poder acudir de vez en cuando. 

Ellen entendió esta situación por lo que no le tomó importancia al hecho de que su mejor amiga nunca haya acudido a verla durante el tiempo en el que estuvo en coma y en la rehabilitación, pues lo único que le importaba era que por fin después de toda la tristeza que predominaba en su vida por fin podía encontrar un poco de paz y estabilidad al poder reunirse de nuevo con Laura.

Pasaron un par de horas desde que llegaron al cementerio, Ellen se mantenía inmóvil, con los ojos cerrados, de vez en cuando una lágrima rodaba por sus rosadas mejillas para finalmente terminar sobre su regazo. El dolor de pronto se convirtió en paz, pues por fin pudo poner en paz su mente, su alma y su cuerpo ya que después de todo aquel sufrimiento en el cual se vio inmersa desde la partida de Aldo. 

Laura se acercó a Ellen tras un rato, se sentó junto a ella y colocó su cabeza sobre su hombro, ambas dieron un gran suspiro para después quedar en calma total, sin hablar ni una sola palabra, sin tener pensamiento alguno. Ellen invitó a Laura a su casa para cenar, pues a su mamá le pareció una buena idea hacer una cena especial por la ocasión a lo que aceptó de inmediato. 

Laura se levantó de la banca y tomó la silla de ruedas de Ellen, comenzó a empujarla de una manera suave y con delicadeza hacia el carro de su madre.

Durante el camino hacia su casa se detuvieron en la tienda favorita de Aldo y Ellen, compraron un par de caramelos que les encantaba comer cuando se reunían con sus demás amigos y retomaron el camino hacia su casa. Una vez allí comenzaron con los preparativos para la cena, tomaron un par de copas de vino y comieron la pasta que su mamá había preparado, ambas se sentían felices de poder estar juntas de nuevo, recordando todos los bellos momentos que solían vivir de más jóvenes. 

Pronto comenzaron a hablar acerca de todo lo que había pasado después de despertar del coma.

Laura-. Y bien, ¿Cómo lo has estado pasando con el hecho de aún no poder caminar?

Ellen-. Ha sido una verdadera mierda, dependo casi totalmente de mi mamá, no me gusta tener que estarla molestando para todo, sé que en ocasiones puedo llegar a ser una carga y eso me hace sentir un asco. 

-. Oye, no tienes derecho de pensar así sobre ti, tuviste un accidente grave, no es para menos, agradecemos que puedas seguir con nosotros, ya verás que en un par de semanas estarás caminando nuevamente. 

-. Eso espero, la rehabilitación me ha ayudado bastante pues ahora he recuperado un porcentaje de la movilidad en los dedos de ambas piernas, mi terapeuta ha sido de mucha ayuda con todo esto. 

-. Así que, un terapeuta eh, cuéntame todo, quiero saber cómo es y qué clase de persona está acariciando las piernas de mi mejor amiga. 

-. ¿Pero qué clase de pregunta es esa? Sabes perfectamente bien que es únicamente por la terapia, yo, no creo amar de nuevo tras perder a Aldo, sabes que él lo era todo para mí. Por favor no vuelvas a hacer ese tipo de bromas.

-. ¡De acuerdo! Entonces no más chistes acerca de terapeutas. 

Tras un par de horas Laura se fue de la casa de Ellen, al igual que su madre, nuevamente se encontraba sola, algo que no ayudaba demasiado en esos días. Una vez se encontraba lista para ir a dormir recordó que no había apagado la veladora que tenía frente a una foto de Aldo en un pequeño cubículo así que decidió regresar a la sala que es en donde se encontraban estos objetos. 

Recorrer el pasillo de su casa le costaba trabajo, pero por suerte no tenía que subir escaleras pues contaban con una habitación para invitados en la planta baja de su casa, así que solamente tenía que recorrer el pasillo que conectaba la recámara con la sala. Una vez entró a su sala, Ellen vio algo que la dejó perpleja, quedó muda por la impresión sin saber qué era lo que debía sentir en ese momento, si era miedo, ansiedad o tristeza. Ella se quedó petrificada, pues parecía que lo que estaba presenciando con sus ojos era algo imposible, pues aquello que se encontraba viendo, no era más que a Aldo, sosteniendo la vela que ella colocaba, él estaba parado, con la veladora en sus manos, viéndola fijamente. 

Esta imagen paralizó todo el cuerpo de Ellen, hasta que en un abrir y cerrar de ojos escuchó la voz en su oído, aquella voz característica de Aldo al estar enojado, el cual le gritó: ¡TODO ES TU CULPA! 

Ella horrorizada por este sonido soltó un grito de verdadera desesperación, desvaneciendo la imagen de Aldo frente a ella, dejando caer la vela directa al suelo mientras esta aún se encontraba encendida. Oscuridad nuevamente.

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