Me senté sobre mi cama y olí la rosa. La fragancia era tan intensa que se quedó conmigo, persistiendo en el aire. Dejé la rosa sobre la mesita de noche y me concentré por completo en la carta, o lo que, a primera vista, parecía una carta, aunque no lo sabía con certeza.
Era un sobre blanco con una pegatina redonda plateada que mantenía cerrada la pestaña triangular; La quité con cuidado y luego levanté la pestaña del sobre.
Esta vez estaba segura de que era una carta, ya que dentro había una hoja doblada en cuatro partes, con letras visibles incluso al reverso. Antes de desdoblar la hoja, observé que en una de las esquinas estaba escrito su nombre: “Dylan Spencer”.
—¡Lo sabía! —exclamé emocionada para mis adentros—. Sabía que la carta era suya.
No podía evitar emocionarme, pues no deseaba que fuera de otra persona. Estaba deseando que en ella hubiera algo tan significativo que me impulsara a romper el silencio de estos últimos días.
La carta decía lo siguiente:
"Hola Némesis.
Perdona el atrevimiento, quiero que sepas que estoy muy avergonzado por lo que sucedió ese día. Te ruego que me perdones. Tienes todo el derecho a estar molesta, y si así lo deseas, puedes decírselo al señor Anderson, no tengo ningún problema con eso; asumiré la responsabilidad de mis actos. Sé que es mucho pedir que me perdones, pero también te ruego que termines de leer esta carta, en ella quiero explicarte la razón de mi atrevimiento.
Cuando estaba en la preparatoria, conocí a quien creía que era el amor de mi vida, tristemente, el destino la alejó de mí de la forma más cruel y definitiva; ella perdió la vida en un accidente. A tan temprana edad, su pérdida me afectó profundamente, su ausencia me había dejado una herida incurable, o al menos eso creía. Sin afan de exagerar, quiero decirte que algo en mí cambió al verte, como si hubieras sanado esa herida en mi ser. Para ser honesto, no he dejado de pensar en tí todos estos días, tu rostro es lo primero que aparece en mi mente al despertar. Sé que mis acciones fueron precipitadas y ahora posiblemente te sientas asustada o confundida; lo he notado, apenas y me miras. Me siento tan mal y no sé si debería seguir aquí bajo estas circunstancias; lo que menos deseo es causarte daño, aunque quizás ya lo hice. Nuevamente te pido perdón por eso.
Me hubiera encantado poder decirte todo esto en persona, pero consideré que esta era la forma más segura de expresar mis sentimientos sin incomodarte. Es todo por ahora, si necesitas decirme algo, no dudes en venir a mi oficina; estaré encantado de escucharte."
Al terminar de leer la carta, me quedé inmóvil, sin saber exactamente qué hacer. Con tantos sentimientos a la vez, me era difícil discernir cuál debía ser mi reacción, para empezar, solo tomé aire profundamente y dejé la carta sobre la cama, justo a un lado de mí.
Si bien no sabía cómo reaccionar, por lo menos estaba segura de que debía hablar con él en persona. Necesitaba decirle lo que había sentido cuando me besó, y decirle que no estaba asustada, sino todo lo contrario.
Me levanté y comencé a vestirme rápidamente para hablar con él antes de que iniciaran las clases. Tomé mis cosas y salí a toda prisa de mi dormitorio.
Con cada paso que daba me temblaban las piernas, y eso me retrasaba un poco. No podía creer que en serio estaba a punto de decirle todo lo que sentía.
Tenía planeado llegar y decirle que la rosa me había encantado, y que apreciaba su sinceridad en la carta que me había escrito. Luego de eso le diría que en todos estos días tampoco había dejado de pensar en él y que también estaba sintiendo algo, algo que jamás había sentido con nadie más.
Después de varios minutos de estar caminando por fin llegué a su oficina. El estar frente a su puerta hacía que mi corazón latiera muy rápido.
Respiré profundamente y exhalé despacio, luego toqué la puerta suavemente.
Mi corazón estaba como loco, incluso pensé en salir corriendo de lo nerviosa que estaba.
Pero antes de que pudiera hacerlo la puerta se abrió y lo vi. Su rostro al principio fue de sorpresa, después cambió drásticamente a uno de genuina alegría.
—Eres tú. —habló sorprendido.
Mi boca comenzó a secarse lentamente, y antes de que lo hiciera por completo, le respondí.
—¿Puedo pasar?
Él abrió su puerta un poco más.
—Claro que sí, pasa.
Me sentía muy nerviosa y traté de no aparentarlo, así que entré a su oficina con paso firme. Pero tan pronto como entré, mis piernas comenzaron a temblar. Me senté rápidamente antes de que él lo notara.
Aún estando junto a la puerta, me miró con nerviosismo.
—¿Quieres que deje la puerta abierta?
Lo miré a los ojos un par de segundos mientras reunía el valor para poder decir algo.
—No, será mejor que la cierres, no creo que alguien deba oír esto.
—Claro, tienes razón. —dijo y después cerró la puerta.
Se dio la vuelta en mi dirección y dio unos cuantos pasos.
—¿Quieres un café?
Tenía los nervios de punta y él me estaba ofreciendo café. Sabía que eso empeoraría la situación.
Moví la cabeza para negarme. Entonces él caminó minuciosamente hasta su escritorio y se recargó en el borde de éste.
—Te escucho, Némesis.
Él me miraba con cierto temor. Parecía estarme suplicando algo con la mirada, como si su mente tratara de predestinar mis palabras para que le dijeran exactamente lo que deseaba oír.
Más importante, no sabía qué era lo que quería oír con exactitud. Sin embargo, sabía lo que yo quería decir, solo que no tenía idea de cómo.
Todo lo que había planeado decir en el camino se me había borrado de la mente.
—Quiero decirte algo, pero no sé cómo empezar.
Él agachó ligeramente la cabeza y miró el suelo con cierta decepción.
—Creo que sé qué es lo que quieres decirme. Yo estuve mal y no debí actuar de esa forma. Mi comportamiento no tiene justificación que valga. Solo pido que por favor me perdones.
Lo observé mientras su mirada seguía fija en el suelo.
—Lo que decía la carta, ¿Era verdad? —inicié con esa pregunta.
Él levantó la cabeza rápidamente y me miró directo a los ojos. Yo hice el mayor de los esfuerzos por mantener la capacidad de seguir mirándolo.
—Claro que sí, todo es verdad. —me aseguró.
Quería quitarme la más grande de las dudas.
—¿Tú estás enamorado de mí? —me atreví a preguntar.
Sin apartar sus ojos de los mios, me respondió.
—Sí.
Yo abrí los ojos sorprendida y mi respiración comenzó a agitarse.
En su rostro apareció una expresión de tristeza y culpa.
—Por favor, perdóname. Yo...
Lo interrumpí al no comprender por qué seguía pidiéndome que lo perdonara.
—No dejas de pedir perdón.
Él agachó la cabeza nuevamente.
—Es que se que no soy alguien con quien deberías estar.
—¿Por qué lo dices?
Se enderezó por completo dejando ver una postura de autoridad.
—Porque soy tu profesor de veintisiete años, y tú solo tienes diecisiete años; Soy exactamente diez años mayor que tú.
—¿Eso te importa?
—Debería importarme.
—Pues a mí nada de eso me importa. —traté de sonar relajada, a pesar de que estaba totalmente nerviosa. —El próximo año cumpliré dieciocho y diez años de diferencia, no significan nada.
Al escuchar mis palabras me miró completamente asombrado. Comencé a jugar con mis dedos discretamente para aliviar mis nervios y me encomendé al sentir de mi corazón.
—Quiero que sepas que... yo quise besarte. —le confesé.
—¿En serio? —preguntó muy sorprendido.
—En serio. —repliqué.
Al principio me miró totalmente incrédulo, hasta que poco a poco una tierna y dulce sonrisa se dibujó en su rostro.
—No puede ser, tú... —balbuceo un poco. —Es imposible.
En ese momento me levanté de la silla y caminé hacia él muy lentamente.
—No debí salir corriendo, yo lamento eso, probablemente por eso crees que estoy asustada y no es así. —tomé un poco de aire antes de seguir hablando. —Desde ese día no he podido dejar de pensar en ti, no sé que es lo que me pasa; Cada vez te veo, mi corazón se acelerara y me siento realmente nerviosa, luego viene a mí mente el recuerdo de es beso y me pierdo en él.
Él se quedó solo observándome totalmente sorprendido, yo tomé su mano gentilmente y lo miré a los ojos.
—Han pasado muchos días, quise negarme creer que sentía algo, pero ahora lo acepto. —pasé saliva con mucha dificultad. —Estoy totalmente enamorada de tí.
Él me miró sorprendido y me tomó ambas manos.
—Dime que no estoy soñando. —habló suplicante.
Sonreí ligeramente y le negué con la cabeza.
Él me tomó del rostro de forma delicada y me miró directamente a los ojos.
—No puedo creer lo que dices. —acarició mi mejilla con su pulgar sutilmente. —¿Realmente sientes lo mismo que yo?
Agaché la mirada un momento. No podía resistir seguir mirándolo. Su rostro era verdaderamente imponente.
Tenía la respiración acelerada y mi corazón no dejaba de latir con intensidad.
—¿Quieres que pida perdón por ello?
Él llevó sus dedos hacia mi barbilla y sonrió.
—No, claro que no. —permaneció mirándome los labios. —Solo dímelo una vez más, quiero asegurarme de que esto realmente está pasando.
Miré sus ojos detenidamente y me perdí en ellos. El sentimiento era inevitable.
—Estoy enamorada de tí. —dije con seguridad.
Él sonrió ampliamente, después me abrazó, y luego me vió a los ojos. A pesar de tener mi rostro tan cerca del suyo, solo acarició mi mejilla con delicadeza.
—¿Puedo besarte ahora? —tuvo la gentileza de preguntarme.
Yo sonreí ligeramente mientras miraba sus ojos y luego sus labios. Estaba realmente ansiosa porque pasara otra vez, así que le respondí con el último aliento que me quedaba.
—Por favor, hazlo.
Entonces eso que tanto había estado esperando desde la última vez, sucedió, sus labios se encontraron con los míos obligándome a cerrar los ojos para disfrutar de la sensación. Su mano, que antes sostenía la mía, ahora estaba rodeando mi cintura. Me besaba con un poco más de rudeza, como si tuviera miedo de que lo que estaba pasando solo fuera un sueño. Me aferraba a él con tal fuerza que apenas podía respirar.
En cuanto se detuvo, aproveché para tomar un poco de aire. Sentí que las piernas me temblaban ligeramente, pensé que en cualquier momento cederían y caería al suelo, pero por suerte él me sostenía entre sus brazos.
—Por favor no te vayas de la escuela. —le pedí.
Él apartó el cabello de mi rostro y lo puso detrás de mi oreja.
—No lo haré.
Yo lo abracé y me recargué sobre su pecho un momento, después me aparté y contemplé su rostro unos segundos.
Sonreí y apreté los labios para contener mi emoción. Sabía que era algo atrevido para ambos, pero también pensé en la gran recompensa que significaría tenernos el uno al otro de esta manera.
—Lamento no haberte hablado antes, realmente estaba muy nerviosa, ni siquiera tuve el valor para mirarte más de lo que deseaba hacerlo.
Él sonrió y acarició mi mejilla.
—No te preocupes por eso, más bien yo me disculpo por no haberte dicho lo que sentía inmediatamente, eso nos hubiera ahorrado pasar estos días tan incómodos.
Sonreí ligeramente para aliviar la tensión y tomé su mano.
Tuve la oportunidad de seguirle diciendo todo lo que me hacía sentir y todo lo que significaba el siquiera poder mirarlo de cerca y tocar sus manos; En lugar de eso preferí guardar silencio, y disfruté de que ya podía hacer lo que antes solo había imaginado.
Miré a mi alrededor y me di cuenta de que no había apreciado su oficina con detalle.
—Tu oficina parece una biblioteca, tienes muchos libros. —dije de repente.
Él me tomó de ambas manos con suavidad y, con gesto amable, sonrió.
—Puedes venir las veces que quieras y leer lo que gustes.
Me emocioné al escuchar tal oferta. Podría venir a su oficina cuando yo quisiera y podría estar con él en mis ratos libres.
—Me encantaría. —y entonces recordé algo.
A pesar de que tenía muchas ganas de estar en su oficina todo el tiempo, parecía no ser algo seguro para ambos, seguramente alguien podría verme.
—Pero no quiero que eso nos ocasione un problema. —dije con cierto temor.
Él puso su mano en mi hombro.
—No te preocupes, eso no pasará. Solo hay que ser extremadamente discretos.
Apreté los labios ligeramente.
—Seré discreta. —hablé con certeza.
Él acarició mi barbilla mientras veía mis labios.
—Ambos lo seremos.
Él acercó su rostro al mío. Yo cerré los ojos y me quedé totalmente quieta, esperando sentir sus labios.
Su aliento me acarició y después me besó dulcemente, despacio y sin prisa alguna. Ahora teníamos la certeza de que habría tantos besos como quisiéramos.
Entonces, cerca de mi oído, escuché un sonido bastante agudo y suave, uno que se repetía en intervalos.
Dejamos de besarnos y él vio su mano, se trataba de la alarma de su reloj.
—Ya tenemos que ir a clase. —dijo mientras la apagaba.
Me arreglé un poco el cabello y asentí.
—Está bien. —apreté un poco los labios para contener la felicidad que sentía en ese momento, pues no podía creer lo que estaba sucediendo. —Iré primero.
Él sonrió.
—Claro, te veré en unos minutos.
Me acerqué a la puerta y después salí de su oficina.
Al salir, sentí un cosquilleo en el estómago. Mi corazón latía de emoción y sentía que mis pulmones se inflaban el doble de su tamaño.
Me dirigí al salón de clases. Cuando llegué, la mayoría ya estaba ahí. Caminé hasta mi lugar y tomé asiento.
Las dos primeras horas fueron dadas por él. En todo momento se portó con seriedad y no hizo nada que pudiera resultar incómodo.
Justo cuando llegó la hora del receso, él permaneció en el salón de clases hasta que todos salieron.
Una vez que todos salieron, se acercó a mi lugar, recargó ambas manos sobre la paleta de mi pupitre y me miró directamente a los ojos.
—¿Crees que puedas ir a mi oficina más tarde? —dijo con algo de nervios.
Sentí que mi corazón comenzó a ir con rapidez, la incógnita de lo que pasaría me mataba de forma lenta pero placentera.
—Eh... Claro, ¿A qué hora?
Miró hacia los lados rápidamente.
—Creo que será mejor de noche para que nadie te vea, así que, ¿Ocho y media te parece bien?
No vi problema alguno, de hecho me pareció que ir de noche era mejor. Nadie estaría en ese pasillo a esa hora, nadie iría a la biblioteca a las ocho de la noche.
—Sí, ocho y media está bien. —dije un poco nerviosa.
Él me sonrió, tocó rápida y sutilmente la punta de mi nariz con su dedo.
—Bien, te veré más tarde entonces.
Yo sonreí también y mientras él se dio vuelta, miré a todos lados para asegurarme de que nadie me hubiera visto hablando con él. No vi absolutamente a nadie.
Recargué mis codos sobre la paleta de mi pupitre y con ambas manos cerradas en puño, sostuve mi barbilla. Después solo lo vi mientras salía del salón de clases.
El receso y el resto de las clases pasaron. Fuí rápidamente a mí dormitorio, me senté un momento sobre mi cama y comencé a quitarme la ropa para meterme a la ducha.
Después de la ducha, hice mi tarea. No era demasiada, pero demoré en terminarla porque pasé cada minuto pensando en él, incluso mientras escribía, su nombre venía a mi cabeza, mientras leía, el recuerdo de su rostro me interrumpía; y casi al finalizar, la sensación de sus labios sobre los míos me provocaba mariposas.
Dejé el libro sobre la mesa de noche y me acerqué al armario para revisar la ropa que tenía a mi disposición. Era una muy buena cantidad de ropa y aun así, no sabía qué ponerme, quería verme linda, pero al mismo tiempo no quería lucir exageradamente arreglada.
Tomé un suéter ajustado color blanco. Esa blusa dejaba al descubierto la parte superior de mi pecho, eso me gustaba. Combiné esa linda blusa con un pantalón de mezclilla clara.
Dejé mi cabello suelto, realmente no sabía peinarme de otra forma, era eso o una simple coleta baja.
Una vez que oscureció por completo, revisé la hora y eran exactamente las ocho. Estaba muy nerviosa y a pesar del frío, mis manos sudaban.
No sabía si debía usar algo más o si debía ponerme un poco de maquillaje, nunca había estado en una situación así.
Vi sobre mi tocador y tomé el perfume nuevo que me había obsequiado mi madre, unos meses atrás. Entonces rocié un poco en cada lado de mi cuello, pero después de hacerlo sentí un ligero arrepentimiento, porque pensé que tal vez a él no le agradaría el olor.
Estaba comenzando a estresarme, así que me senté sobre mi cama un momento y respiré profundamente. Entonces hablé conmigo misma en voz alta.
—Tranquila, todo estará bien, seguramente le gustará.
Unos minutos después salí de mi dormitorio y me dispuse a ir de una vez.
Caminé entre los pasillos con discreción, como si no estuviera a punto de encontrarme con mi profesor en su oficina.
Una vez frente a su puerta toqué ligeramente.
Él abrió casi de inmediato, y me recibió con una linda sonrisa.
—Ya estás aquí. —dijo con emoción.
Abrió mucho más la puerta y se puso junto a ella para cederme el paso.
Al entrar sentí una extraña sensación en el estómago, y se incrementó cuando oí como cerraba la puerta.
Miré hacia todos lados, buscando hacer algo de tiempo porque no sabía si debía sentarme o esperar alguna indicación.
Él se puso de pié frente a mí y su rostro se veía ligeramente nervioso.
—Te ves hermosa. —dijo mientras me sostenía la mirada, entonces se acercó un poco más. —Y hueles delicioso.
En ese momento sentí que mi rostro se calentó ligeramente y sonreí para tratar de disimular.
—Gracias. —dije con algo de pena.
Él tomó mi mano y acarició mis dedos con su pulgar.
—¿Te gusta la lasaña?
La pregunta me tomó un poco por sorpresa.
—Sí.
El sonrió y me llevó a donde estaba la puerta corrediza.
La abrió y me dí cuenta de que era su dormitorio, y dentro de ella había una pequeña mesa, esta tenía dos platos con lasaña, dos copas y una botella de vino.
Se puso de pié junto a mí.
—Queria llevarte a cenar fuera, pero me pareció que sería mejor cenar aquí mismo y conversar.
—Aquí es mejor, es más privado.
Él sonrió y me tomó de la mano, me guió hasta mi asiento. Me senté y él se acercó a su armario, tomó algo de ahí y lo puso tras su espalda. Cerró el armario y se acercó a mí lentamente, una vez cerca, me mostró lo que venía ocultando. Era un hermoso ramo de tulipanes, cinco para ser exactos.
Sonreí de ternura y extendí mis manos para recibir los bellos tulipanes, una vez que los tuve en mis manos los miré con atención, y luego lo miré a él.
—Son hermosos, gracias.
Él sonrió ligeramente.
—¿Si te gustan los tulipanes? —preguntó.
—Todas las flores me gustan, pero ahora estas son mis favoritas, me encantan.
Se sentó y me miró directo a los ojos mientras su sonrisa se hacía más evidente.
Destapó la botella de vino y sirvió un poco en la copa frente a mí y después en su copa, para luego tomarla y extenderla.
—Salud.
Extendí mi copa también.
—Salud. —dije yo también.
Entonces la chocó ligeramente con la suya.
Ambos dimos un sorbo al vino sin dejar de mirarnos a los ojos.
El sabor del vino se impregnó en mi paladar, después en mi garganta. Chasquee ligeramente los labios para saborear.
—Este vino me gusta mucho, es suave e ideal para acompañar con algo de comida. —dijo, y mientras miraba su copa.
—¿Pinot? —pregunté lo que para mí ya era obvio.
Él me miró con curiosidad.
—¿Qué?
—Me refiero a la uva. —dije señalando mi copa.
Tomó la botella y dió un vistazo.
—Creo que sí.
Su rostro se veía totalmente sorprendido.
—Sí, es pinot, —me miró a los ojos—. ¿Sabes de vinos?
—Podría decirse que estoy familiarizada con ellos.
Dejó la botella sobre la mesa.
—¿En serio?
—Sí, en mi casa suelen servir merlot casi para todo, excepto en días especiales, esos días tienden a servir zinfandel o cabernet.
Sonrió y dejó su copa.
—Vaya, entonces me imagino que para tí es fácil distinguir su sabor.
Puse mi copa sobre la mesa.
—Sí, el merlot es dulce, el zinfandel también pero tiene un sabor más fuerte, como el cabernet por ejemplo.
Parecía maravillado con mis palabras y además me miraba con atención.
—¡Vaya! ¿Después me darás una clase de vinos, verdad?
Sonreí.
—Claro.
—Bueno, —tomó su tenedor. —vamos a cenar.
Cenamos tranquilamente e intercambiamos un par de palabras.
Por fin terminamos y tan solo unos cuantos minutos después, se levantó de la silla y me extendió la mano, yo la tomé y me puse de pié.
—¿Bailamos? —dijo mientras sostenía mi mano con la suya.
—¿Sin música? —pregunté.
—Imagina la que a tí te guste.
Tenía el corazón latiendo rápidamente, no fuí capaz de decir una palabra, pero asentí con la cabeza mientras veía sus hermosos ojos cafés.
Él puso su mano en mi cintura y acercó su cuerpo al mío.
Entonces mi respiración se aceleró un poco, agaché la cabeza y mordí mi labio ligeramente, después puse mi mano sobre su hombro.
Levanté la cabeza para tratar de mirarlo, y cuando lo hice, él dio un paso hacia la derecha, llevándome con sigo.
No había bailado sin música jamás, y aunque parecía algo simple, era algo nuevo, adivinar a donde iría sin que algo marcara el ritmo era complicado.
Él deslizó su mano hacia mi espalda, entonces sentí como mi piel se erizó, y mi corazón se aceleró al instante.
—Es como un sueño, apenas puedo creer que estoy bailando mientras veo un rostro tan hermoso, eres realmente bella, tus ojos me encantan.
Suspiré involuntariamente al oír sus palabras, entonces él me dio una vuelta.
Se quedó inmóvil y vio mis labios unos cuantos segundos, después se acercó lentamente.
Cerré los ojos y sentí sus labios sobre los míos.
Puse mis manos sobre sus hombros y la recorrí ligeramente hasta llegar al lado izquierdo de su cuello.
Él dejó de besarme y acarició mi barbilla, mirando alternadamente mis labios y mis ojos; tuve una sensación extraña en el estómago, era como un cosquilleo que se extendía rápidamente por todo mi cuerpo.
Tomó mis manos y les dio un beso a cada una.
—Tengo algo para ti. —dijo mientras me veía a los ojos.
Luego metió su mano a la bolsa de su pantalón.
Yo lo miré con atención.
Sacó una delgada cadena plateada, con un pequeño cristal rojo parecido a un rubí, en forma de gota.
Me miró a los ojos.
—¿Te gusta?
Asentí inmediatamente, ¿A quien no le gustaría algo así?, se veía sumamente divino.
—Permite que te lo ponga.
Respiré profundamente y me di vuelta, luego levanté mi cabello.
Él pasó su mano por el hueco que había entre mi cuello y mis brazos, sentí como sus manos rozaban ligeramente mi nuca y eso me generaba escalofríos.
Mordí mi labio con algo de fuerza para dejar esa sensación en segundo plano.
—Listo. —me avisó.
Observé mi pecho durante unos segundos y luego me di la vuelta. Él vio el collar y luego mi rostro.
—Te queda perfecto. —dijo con una sonrisa.
Toqué el collar con mi mano y después sonreí.
—Gracias.
De repente, él tomó mi mano, y me miró a los ojos con cierta seriedad.
—¿Todo bien? —pregunté.
Él sonrió, algo nervioso.
—Sí, es solo que tengo una petición.
Lo vi con curiosidad.
—¿Cuál?
Acarició mis brazos y me miró a los ojos con dulzura.
—Quiero salir contigo oficialmente. Quiero que esto sea algo serio para ambos.
Mi corazón se volvió loco y latió con rapidez.
Me tomó de la cintura y me miró con un rostro decidido.
—Sé mi novia.
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Comments
Solano Ochoa
es, romántico y raro a la vez ojalá no sea para algo malo
2024-08-17
0
Lita Wellington
wow, vas muy rápido
2024-01-21
1
Ytamar Lucena
había
2023-11-30
0