Enredé mis manos en su cabello, atrayendo su cabeza hacia mí, insinuando que quería ir más allá de eso. Llevé mis manos al borde de su camisa con la intención de quitársela lo antes posible.
Él me detuvo las manos con una firmeza gentil y dejó de besarme para decir algo.
—No creo que debamos hacer eso aquí. —me susurró.
—Eh, y... ¿Y por qué no? —titubeé.
Me recorrió los brazos con una caricia suave y tierna.
—Porque alguien nos puede oír, y sabrán que hay alguien más contigo.
—Eso no importa. —dije mientras me acercaba a su rostro.
—Claro que importa, creerán que sales con algún chico y querrán saber de quién se trata.
Lo pensé un par de segundos, lo que decía sonaba lógico. Pero deseaba seguir besándolo y poder quitarle la ropa de una vez por todas.
—¿Qué tal si tratamos de no hacer ruido? —sugerí inocentemente.
Él sonrió y me acarició la barbilla.
—Una parte esencial de esto es hacer ruido.
—Sí, —suspiré. —pero la ocasión nos exige ser silenciosos.
—¿Crees poder lograrlo? —preguntó en tono desafiante.
—¿Crees que no? —inquirí en el mismo tono.
Él sonrió y se mordió los labios.
—La verdad es que no, pero supongo que podemos intentarlo.
Se acercó y comenzó a besarme suavemente, fué bajando despacio hasta a mi cuello. Al sentir su aliento sobre mi piel me estremecí e hice un sonido al inhalar con la boca.
Oí una ligera risa cerca de mi oído. Se acercó a mi rostro nuevamente y comenzó a besarme, entonces sentí su mano deslizarse por mi abdomen. Eso aceleró mi respiración y mi piel se estremeció.
—¿Aún estás segura, corazón? —me susurró.
—Sí. —le respondí.
—Perfecto. —habló con satisfacción.
Comenzó a bajar su mano a la altura de mi pelvis para luego meter sus dedos lentamente dentro de la bata. Me observó el rostro con atención, mientras deslizaba sus dedos hasta llegar enmedio de mis piernas, y luego me frotó de forma delicada. Cerré los ojos y sus labios tocaron mi cuello, luego me besaron de forma delicada. Tan solo con eso, ya comenzaba a sentir la necesidad de gemir.
Al cabo de un par de minutos, mi respiración se volvió un caos, pero lo único que salía de mí era aliento. Era consciente de que apenas y estaba comenzando, pero se sentía tan bien, que empecé a dudar de mi posible capacidad de contenerme.
—¿Me detengo? —preguntó en medio de mi concentración.
—No, sigue. —le rogué en tono suave.
Comenzó a introducir sus dedos lentamente mientras me besaba cerca de la oreja. Tuve que forzarme a no emitir sonido alguno, traté de aguantar la respiración cada vez que sentía que estaba por hacerlo. Después de unos segundos sacó su mano y me quitó la bata muy deprisa pero teniendo la delicadeza suficiente como para no lastimar mi piel.
Yo puse mis manos en el inicio de su camisa y la levanté lentamente, esta vez él levantó sus brazos permitiendo que se la quitara. Observé su pecho y lo acaricié, después deslicé mis manos hasta sus hombros. Ambos nos acercamos el uno al otro para besarnos.
Él se detuvo, acarició mis labios con su pulgar y respiró profundamente.
—Date vuelta y pon las manos sobre la cama. —me pidió en voz baja mientras metía su mano al bolsillo de su pantalón.
Yo le obedecí. Me dí vuelta rápidamente, y me incliné hasta que mis manos tocaron la cama. Escuché como empezó a quitarse el pantalón y eso me hizo estremecer.
Separó mis piernas y acarició mi espalda muy suavemente con la palma de su mano. Se acercó y entonces comenzó a entrar; Al principio fué algo difícil, él me tomó de las caderas y me aferró a su pelvis muy despacio, tomé una bocanada de aire y contuve la respiración. Podía percibir que está era una sensacion diferente a las anteriores y era como si extrañamente me hubiera vuelto más estrecha o él más grande.
Comenzó a impactarse con suavidad, pero luego sentí rudeza en sus movimientos, era extrañamente placentero. Apretó mis caderas con fuerza mientras mis glúteos se impactában con su pelvis una y otra vez. Me sentía tan vulnerable y con altas probabilidades de gemir de placer.
Cubrí mi boca y apreté la mandíbula con fuerza, esa tortura placentera me duró unos cuantos minutos y justo cuando estaba a punto de darme por vencido, él se detuvo y me levantó.
Me dió media vuelta, y comenzó a besar mis labios como si esa fuera la última vez que lo haría. Me abrazó y me dejó sobre la cama, luego se puso sobre mí, justo enmedio de mis piernas.
Entró en mí con mucha más facilidad que al principio y comenzó a moverse a un ritmo moderado. Acarició mis pechos y los recorrió con su lengua. Mi respiración ya estaba completamente acelerada y sentía que en cualquier momento escaparía un ruido de mi boca, así que me la cubrí con una mano, mientras que apretaba las sábanas con la otra.
Él tomó mis manos y las presionó contra la cama a cada lado de mi cabeza.
—Puedes hacerlo, vas muy bien. —dijo mientras esbozaba una sonrisa que me atrajo con su encanto.
Me mordí los labios y luego inevitablemente abrí la boca como si estuviera a punto de gemir. Él sonrió, claramente satisfecho, mientras disfrutaba del espectáculo visual que mi rostro reflejaba en ese momento.
Comenzó a embestirme con fuerza, cada vez más rápido, como el ritmo de un torrente imparable. No podía más, ya estaba al borde del éxtasis, la sensación fué tan intensa que mientras lo besaba apreté los ojos y la mandíbula, entonces mi cuerpo comenzó a temblar de placer, mientras sin poder evitarlo, un ligero quejido de placer salió de mi garganta, luego abrí los ojos de golpe. Él me tomó del cuello, y exhaló profundamente frente a mi rostro completamente satisfecho, luego se quedó quieto.
Permanecimos frente a frente un par de segundos, luego él alejó su rostro un poco más, entonces pude notar que había sangre en su labio.
—No puede ser. —dije muy asustada.
—¿Qué? —preguntó confundido.
—Estás sangrando, es mi culpa. —dije mientras lo tomaba cuidadosamente del mentón
Se lamió los labios y probó su sangre.
—Lo siento, no quise...
Él sonrió y me acarició el rostro.
—Estoy bien, tranquila.
Se acercó a mi rostro y mientras me tomaba del cuello comenzó a besarme con suavidad. Pude percibir el sabor de su sangre y extrañamente fué como probar la cereza del pastel.
—Eres mía. —dijo de pronto y mirándome directo a los ojos.
Me encantaba como sonaba eso, y me hacía sentir especial. Asentí y coloqué mis manos en sus hombros con delicadeza.
—Toda tuya, —le acaricié el labio cuidadosamente con el pulgar. —y tú mío.
—Completamente suyo señorita Harrington.
Sonreí y acaricié su mejilla con delicadeza, luego me dió un pequeño beso en los labios y se acostó junto a mí.
Me giré sobre la cama y ahora estaba sobre mi pecho y con una mano sosteniendo mi mentón. Vi sus ojos con atención y vino a mi mente la expresión de su rostro al terminar.
—Hiciste cosas nuevas. —mencioné refiriéndome a la primera posición que había hecho.
Él sonrió, acarició mi barbilla, y luego observó mis labios.
—¿Te gustó? —preguntó mientras llevaba su pulgar a mis labios y los acariciaba.
—Sí. —dije suavemente.
—No sabes lo majestuosa que te ves desde ese ángulo, tu espalda es realmente sensual.
Sonreí con timidez. Y me acerqué a él para abrazarlo un momento, ocultando mi rostro en su pecho.
—¿Sabes algo? —preguntó en voz baja.
—¿Qué?
—Hace algunos años la estaba pasando muy mal, me sentía apagado y triste, pero ahora ya no me siento así. Eres exactamente lo que necesitaba para ya no seguir así, lo que tanto le he pedido a la vida, alguien que me haga sentir completamente lleno.
—Me alegra que sea así, yo creo exactamente lo mismo. —acaricié su pecho con mi mano. —Eres como un regalo del destino y honestamente no sé que hice para merecerlo.
Él sonrió y besó mi frente. Un par de minutos después, él comenzó a jugar con mi cabello.
Tomó un mechón de mi cabello y lo acercó a su nariz.
—Me encanta como hueles, es tan adictivo.—dijo mientras lo olía profundamente. —Desde que dormimos juntos por primera vez supe que sería difícil dormir sin él todas las noches.
—¿Qué hay de esta noche, te quedarás conmigo?
—Me encantaría hacerlo, pero no puedo, aún tengo algunas cosas que hacer en mi oficina.
—¿Más importantes que dormir conmigo esta noche? —bromeé.
Él me abrazó y puso su rostro frente al mío.
—No, claro que no, solo tengo que calificar los exámenes de los chicos de tercer grado, no es tan importante. —dijo con una sonrisa.
Me senté y cubrí la parte superior de mi cuerpo con la sábana.
—Está bien. —me dí por vencida. —Tal vez en otra ocasión.
Él se sentó también y acarició mi barbilla.
—Claro que sí.
Se acercó a mi rostro y me besó una vez más antes de ponerse de pié. Tomó su ropa del suelo y comenzó a vestirse mientras yo lo observaba en silencio.
Al verlo sonreí de alegría, estaba feliz de tenerlo en mi vida y me sentía afortunada, aún no lograba entender cómo es que habiendo tantas chicas mucho más lindas, se había fijado en alguien tan simple como yo.
Terminó de vestirse y se sentó en la orilla de la cama.
—Te veré mañana.
Me puse de rodillas sobre la cama y me acerqué a él. Tomé su rostro con mis manos y lo besé con una soltura de la que yo misma estaba impresionada.
—Descansa, mi amor. —dijo frente a mis labios y me dió un último beso.
—Tú también. —dije con una leve sonrisa.
Se acercó a la puerta y la abrió solo un poco, dió un vistazo y después salió; Antes de cerrarla me sonrió y agitó su mano para despedirse.
Cuando por fin se fué, me levanté de la cama y entré al baño para darme una pequeña ducha; al terminar me puse la pijama y me metí bajo las sábanas. Su olor seguía en ellas, y eso era maravilloso, pues parecía que él seguía conmigo y me sentía realmente cómoda con eso.
Al día siguiente, desperté de un humor espléndido, y me preparé gustosa para mis clases.
Salí de mi dormitorio con una gran sonrisa y cuando por fin llegué al salón, me dí cuenta de que no había absolutamente nadie, yo había sido la primera en entrar.
Me dirigí a mi asiento y puse mi mochila sobre mi pupitre para buscar mi teléfono, quería aprovechar para hablar con Dylan mientras esperaba a que el resto de la clase llegara.
Antes de poder encontrar mi teléfono, alguien me cubrió los ojos.
Mi corazón se aceleró al instante, sonreí y comencé a acercar mis manos para quitar las suyas.
—¿Qué haces? alguien podría verte. —dije en voz baja.
Quitó las manos rápidamente.
—No creo que a alguien le importe. —dijo una voz que para nada era la de Dylan.
Me dí vuelta con mucho temor y al verlo me quedé helada.
—Ben. —dije con un hilo de voz.
—¿Creíste que era alguien más? —preguntó con una sonrisa.
—No, bueno... es que no hablo con nadie de aquí, solo podías ser tú, así que... ya sabía que eras tú.—ni yo misma comprendí porque hablé así. Intenté remediarlo y fuí un poco más concreta.—La verdad no me gusta llamar la atención de las personas.
Él sonrió un poco confundido.
—Ya veo, lo siento.
—¿Qué haces aquí? —pregunté.
—Pues... es mi salón. —dijo con una sonrisa.
—Sí, creo que es bastante obvio, si no, ¿Qué más estarías haciendo aquí? —dije con algo de nervios.
—Probablemente venir a verte.
—¿Y por qué harías eso?
—Creo que no tengo respuesta para eso. —habló algo apenado. —Saludarte, tal vez.
—Me impresiona que me hayas reconocido incluso de espaldas.
Él acarició mi cabello, acto que me resultó realmente atrevido.
—Tu cabello es inconfundible, demasiado negro y ondulado.
Retrocedí con algo de nervios, y mi cabello escapó de sus dedos.
—Oye, ahora que vamos a ser compañeros, me gustaría poder conocerte mejor, ¿Por qué no almorzamos juntos? —dijo con su característico entusiasmo.
Seguramente el primer día de clases hubiese aceptado sin dudarlo, pero en ese momento me encontraba en un dilema.
—Es muy amable que consideres almorzar conmigo, pero estaré algo ocupada a la hora del almuerzo, le dije a mi madre que la llamaría y ella suele explayarse cuando charlamos.
—Vamos, —dijo con una sonrisa. —puedes llamarla después, eres la única persona que conozco aquí, y no quisiera almorzar sólo.
Me encontraba entre la espada y la pared, quería evitar a toda costa estar con él, pero no quería ser descortés al negarme rotundamente. Justo cuando estaba por decir algo, Dylan apareció frente a la puerta.
Nos miró a ambos y sonrió como si nada.
—Buenos días chicos.
Ben sonrió también.
—Buenos días profesor.
—Buenos días. —dije yo también, pero mi rostro no era precisamente de alegría.
Ben se giró en mi dirección y me tomó de la mano.
—¿Entonces, sí?
Ví a Dylan mientras tomaba asiento y ponía sus cosas sobre el escritorio. Miré a Ben nuevamente, quien esperaba mi respuesta con ansias.
—Lo voy a pensar. —dije finalmente.
Él sonrió.
—Bueno, ya es algo.
Puso su mochila en el asiento que estaba justo atrás del mío.
Dylan parecía analizar la situación; Buscaba en mis ojos alguna respuesta y yo no supe que hacer, así que me dí vuelta y me dirigí a mi asiento. No me atreví a levantar la mirada de mi cuaderno, me sentía bastante nerviosa, temía que mi rostro le enviara alguna señal errónea.
En cuestión de minutos el resto de mis compañeros entró, dando pié al inicio de la clase, que avanzó con bastante normalidad, a pesar de lo que acababa de suceder.
—Me parece que hoy es un buen día para entregarles unos cuadernillos que tengo preparados para darles a conocer los proyectos que vamos a realizar todo el ciclo.
Se levantó de su asiento y observó a todos de forma simultánea.
—Señorita Harrington. —dijo de repente.
Sentí un cosquilleo en la espalda y lo miré atentamente. Él se acercó y sonrió con amabilidad. Miré a mi alrededor rápidamente, y me dí cuenta de que a nadie parecía interesarle mucho lo que estaba pasando. Me puse de pié lentamente mientras me invadían los nervios.
—Ven conmigo. —me pidió.
Me indicó que fuera delante de él con la mano abierta, señalando la puerta.
—En unos minutos su compañera les traerá los cuadernillos, y se los entregará. Yo regresaré después. —le informó a la clase.
Salí del salón sintiendo algo de escalofríos, me sentía algo nerviosa, sabía que no estaba haciendo nada malo, y que por lo tanto debería estar tranquila, pero incluso para mí, que me encontrara junto a Ben, parecía algo más que una coincidencia.
Él me alcanzó de inmediato y puso su mano en mi espalda, y mi piel se erizó al instante. Al verlo, me sonrió como si nada y entonces pude sentirme tranquila.
—¿A donde vamos? —pregunté mientras caminábamos a lo largo del pasillo.
—A mi oficina, ahí tengo los cuadernillos.
Él se encontraba bastante tranquilo, y eso me inquietaba, tenía la sospecha de que era porque había algunas personas en los pasillos.
—¿Hay alguna razón por la que me hayas traído a mí y no a alguien más? —pregunte de una vez.
Él mantuvo la vista al frente.
—Si, ¿Quieres hablar de eso aquí?
Justo después de decir eso, un chico agitó su mano con una sonrisa.
—Buenos días, profesor.
—Buenos días. —respondió él muy amable y seguimos caminando en silencio.
—No. —dije respondiendo a su pregunta.
Al llegar a su oficina entramos y él aseguró la puerta para que nadie pudiera entrar sin avisar.
Se cruzó de brazos y me miró a los ojos con un rostro gentil.
—¿Hay algo que quieras contarme?
Asentí y agaché la cabeza.
—El chico nuevo me pidió que lo acompañe a la hora del receso para almorzar juntos.
—¿Aceptaste?
—Oíste lo que dije, dije que lo pensaría.
—¿Y vas a ir?
—Eso creo. —dije con algo de pena.
—No lo hagas. —dijo rápidamente, y luego pareció haberse arrepentido de decirlo. —Es decir, ve si quieres, pero él se la pasará coqueteando contigo.
—No creo que sea el caso, literalmente podría hacer eso con cualquier otra chica.
—No, eres cualquier chica, ninguna es como tú.
—¿Qué quieres decir con eso?
Me tomó de la mano y me hizo tomar asiento, él tomó otra silla y se sentó frente a mí.
—Hace un par de semanas, escuché a algunos de compañeros de tu clase hablar sobre tí. Créeme cuando te digo que tienes enamorado a más de uno.
Me reí y negué con la cabeza.
—No es posible.
Él se frotó el rostro con ambas manos.
—Es realmente molesto tener que escuchar lo que dicen de tí y no poder decir nada sin que parezca que me hierve la sangre al oírlos decir lo mucho que te desean.
—¿Y qué es lo que desean exactamente?
—Sin saberlo ellos desean ser yo y tener el privilegio de poder besarte, tocarte o acariciarte.
Me levanté de mi asiento y me acerqué a él, para luego sentarme sobre sus piernas. Puse mi rostro frente al suyo y le acaricié el cabello.
—Pero tú eres el único que puede hacer todo eso. Recuerda que eres todo mío, y yo toda tuya. —me alejé de su rostro y puse mis manos en su pecho. —¿No es así?
Él asintió y acarició mi rostro.
—Claro que sí.
Me tomó de las mejillas y me acercó a su rostro para besarme.
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Comments
✿ᐯᗩᒪᗴᖇIᗩ ᗰᗴᑎᗪOᘔᗩ✿🌻🌻🌠
Si que interesante novela
2023-10-31
1
✿ᐯᗩᒪᗴᖇIᗩ ᗰᗴᑎᗪOᘔᗩ✿🌻🌻🌠
No Dilan siempre la amo
2023-10-31
1
Nena Bastida Montaño
tienen que ser más discretos se van a meter en problemas pero cuidala para evitar un embarazo
2022-07-04
3