¿Nerviosa?

Subo al avión donde partire rumbo a Venecia, y con una sonrisa me siento al lado de Marcel.

—Massimo me contó que harías el viaje con nosotros — hablo con una sonrisa al ver que el imbécil no ha llegado.

—Tengo negocios pendientes. ¿Y Massimo?

—Ni idea. ¿A poco no te ha llamado?

—No, y me parece muy raro que no haya venido con nosotros; estaba muy emocionado, porque después de un año volvería a ver a su hermana.

Mierda, así que quería ver a su pequeña hermana, que mal me siento... «No, Zafira. Hiciste lo correcto, ese imbecil se merecía que lo dejaras amarrado en aquella cama»

Después de largas, malditas, y estresantes horas de viaje, por fin el pinche avión aterriza. Apenas tocamos tierra, mis hombres empezaron a bajar las cajas con la mercancía dentro y a subirlas en camiones a velocidad de la luz.

Hoy estoy algo de mal humor, y el motivo es "Massimo"

Kiran se acerca a mí después de darle a mis hombres la dirección de la bodega donde tenían que dejar todo listo.

—Y... ¿Massimo? ¿Donde está? — mira por todos lados, situando al cabo de minutos sus ojos en los míos.

—Ni la más mínima idea. Y mejor que no haya venido, es más fastidioso que un puto calambre a las tres de la mañana— ríe y ladea su cabeza

—Alguien amaneció con un genio de los mil demonios, ¿no?

—¿Tú crees? — me brinda un cigarrillo, a lo que niego —. No fumo.

—Piero quiero verte.

—Entonces vámonos ahora — nos montamos en la camioneta.

No puedo quitarme a Massimo de la cabeza, en como pudo pasar la noche esposado en una cama. Es imposible evitar una sonrisa formarse en mis labios. Ese cabrón se la tenía merecida y jurada. Solo espero que no se venga a aparecer por acá, quiero llevar un negocio con tranquilidad, sin estorbos como lo es Massimo Lombardo.

—De todas las bellezas que he apreciado, eres la mejor de todas — el mismo Piero me brinda su mano, bajandome del vehículo—. Es un enorme gusto tener aquí, Zafira.

—Negocios son negocios, y aquí me tiene. ¿Listo para negocios?

—Siempre — besa mi mano, indicándome que entre a su mansión—. Mis hombres me dieron aviso de que la mercancía llegó a ambas bodegas como quedamos — me ofrece una copa de vino.

—Solo le pido que no la venda en grandes cantidades; los jóvenes cada vez están más perdidos y no quisiera que las muertes aumenten.

—No te preocupes, sé como manejar este negocio. ¿Y Massimo?

—Es la tercera persona que me pregunta por ese ser. Se quedó follando con un par de perras, eso es todo.

—Vaya, que directa.

—Así soy yo; me gustan las cosas sin rodeos.

Dejan una maleta sobre la mesa.

—Ese es el dinero por la mercancía, cuentalo para que veas si está completo.

Kiran abre la maleta y empieza a contar el dinero.

—Está completo — me hace saber, y respondo con un asentir de mi cabeza.

—Perfecto.

Una empleada se acerca a Piero.

—Patrón, el Sr. Lombardo está afuera, ¿lo hago pasar?

—Claro que sí.

Así que Massimo está aquí, ¿como se liberó de las esposas?

Estampo una sonrisa que se alarga al ver a mi queridísimo socio entrar por las puertas, notando de lejos que echa humo al mirarme.

—Lamentablemente llegaste tarde, Massimo; Zafira ya se encargó de entregrarme la mercancía.

Me levanto y Kiran agarra la maleta.

—Espero y sigamos haciendo negocios juntos, Sr. Piero.

—Eso es lo que más deseo — camino hasta la puerta y de paso toco el hombro de Massimo con una sonrisa.

Antes de subirme al auto, Massimo me agarra del brazo, alejándome de todos. Me presiona en la pared y pone sus manos en cada lado de mi cuerpo, para dejarme inmóvil.

—Sabes lo que hiciste, ¿no, nena? Pasé doce horas en esa puta cama, imaginando estar dentro de ti por los efectos de la maldita droga — reí—. Eres una mald... —puse mi dedo entre sus labios.

—Una maldita diabla que sabe jugar. Eso es para que en la otra, no apuestes por mí — dejé un beso en la comisura de su boca —. Cuando quiera coger contigo, será cuando se me dé la gana. Lindo día.

Le doy la espalda, en dirección al auto donde esta vez no hace nada por detenerme.

—¿Dónde vamos? — me pregunta Kiran.

—A un hotel.

...MASSIMO...

—Así que ella sabía de la apuesta — Marcel suelta una carcajada.

—¡Cállate, imbécil! Todo es tu culpa, jamás debí seguirte el juego.

—A ver, ¿acaso te apunté con un arma y te obligué? No me culpes por nada, recuerda que fuiste el que cedió.

—Lo peor del caso es que no me quiere ver ni en pintura.

—¿Y al Sr. Lombardo le duele saberlo?

—No debí jugar con ella de esa manera. Ni sé cómo acercarme a ella y pedirle perdón.

—Llévale un detalle. Jamás lo he hecho con una mujer, pero es lo que a todas les encanta.

—Hasta que usas la cabeza — sonrío—. Iré a verla.

—Suerte, con Zafira Petrov nunca se sabe.

...ZAFIRA...

Nunca había hecho un viaje tan largo como el de esta vez; recién llevo una semana aquí en Italia y ya extraño México, allá por lo menos tengo a mis hermanos, pero aquí solo estoy en un hotel a solas.

Me preparo un café, cuando ya está listo para ser tomado, me interrumpen tocando el timbre.

—¡Voy!

¿Será Kiran? Que yo recuerde, no lo he llamado.

Abro la puerta, estando cara a cara con Massimo.

—¿Ahora qué quieres, imbécil?

Pasa sin permiso el muy idiota.

—Hablar con mi socia, pero estoy aquí como tu amigo.

—Nunca te consideré como tal — cierro la puerta, cruzandome de brazos—. Vete.

—Perderás tu tiempo con insultarme, agredirme o con cualquier cosa. No me iré hasta que escuches mis sinceras disculpas.

Tomo mi celular, sentandome en el sofá.

—¿Qué haces? — me mira de lejos.

—No me estresare contigo, no pienso escucharte. Si quieres quedarte ahí parado como un estúpido ignorado, hazlo, me da igual.

...MASSIMO...

Saco una caja azul de mi pantalón, dejando sobre la mesa un collar de diamantes.

—Lo compré para ti, ¿te gusta? — me ignora, dejándome como un idiota que habla solo —. Oye, enserio, vine en son de paz.

Sacudo mi cabeza, hartandome y decidiendome en hacer que me mire a como dé lugar; arrebato el celular de sus manos.

—¡Oye, dame el celular! — al ser más alto que ella, me es fácil alzar mi mano para evitar que me lo quite —. Dame mi celular, o juro que te dejo sin dientes, Lombardo.

—Malik una vez me dijo que de todas sus hermanas, eras la más callada, y hasta la más rara. Que pasabas pegada las 24 horas en un celular, ¿por qué? Algo oculta la Srta. Petrov.

—¡Dame el maldito teléfono!

—¿Nerviosa? — miro la pantalla del teléfono, al estar desbloqueado voy a las pestañas recientes, sorprendiendome ante lo que mis ojos ven —. Vaya, vaya. Así que esto es lo que has visto siempre, pequeña extraña — sonrío, pero esquiva mi mirada con sus mejillas ruborizadas.

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Comments

silvia

silvia

Es cierto no le pusieron pistola, el por su ego lo hizo 🤨

2024-03-19

1

Beda Aleman

Beda Aleman

todavía quiere más el Massimo el segundo culazo. que se dará lo.va volver un trapo si sigue asi jaja pobre está vuelto un pelele

2023-08-06

0

Diana Quintero

Diana Quintero

jajajajajajaja estaba mirando el perfil de Massimo 🤣🤣🤣

2023-06-30

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