La apuesta.

—Decir que conoces a estos desgraciados está a otro nivel. No estoy para bromas, niña. ¿Los conoces?

—¿No te estoy diciendo que sí, imbécil? Ellos eran conocidos de mi prometido, pero solo los ví una vez.

—¿Nunca supiste algo más de ellos?

—No, Ryan era tan reservado que ni me hablaba a qué se dedicaba luego de comprometerme con él. ¿Estos hombres violaron a tu hermana?

—Lo hicieron hasta que mataron a un alma alegre. Quieres vengarte de quienes mataron a tu prometido, ¿no?

—Si.

—Y yo de los que asesinaron a Ruth. Ayúdame a encontrar a esos cabrones, y prometo que el responsable de tu sufrimiento pagará con su vida. ¿Qué dices? — me extiende su mano —. ¿Socios?

Observo su mano al ver cómo luce tan seguro en esta propuesta.

Ryan era el amor de mi vida y me juré vengar su muerte que marcó mi vida completamente. ¿Ser socia del imbécil? Si analizaría esta propuesta varias veces, sería una pérdida de tiempo. Me urge vengarme de cada maldito que me ha hecho llorar, no me interesa si tengo que ensuciarme las manos; lograré mi objetivo.

Antes de que baje su mano la atrapo con firmeza.

—No confío en ti, tienes que prometerme que atraparemos a quienes mataron a Ryan.

—Todo depende de si sigues mis palabras. Si estás más tranquila, prometo traer a tus pies a esos cabrones.

«Massimo» ¿Por qué ese nombre no sale de mi cabeza? Esta mañana fue la última vez que nos vimos, si soy sincera, por primera vez no ha dejado un mal sabor de labios su compañía.

Todo lo hago por Ryan, por él no me importaría ser amiga del mismo diablo.

—¿Para dónde tan arreglada? — Layla ha llegado de visita, lástima que no me quedaré a escucharla.

—Saldré con un amigo — sostengo cada lado del vestido largo que se arrastra por el piso, siento que en algún momento el tacón se enredará en él.

—Un amigo, eh — sonríe.

—¡Deja de ser mal pensada, Layla!

—Ay, pues yo nada dije.

— Tú no dices, tú piensas; eso es lo peor.

—¿Y es guapo o qué?

—No me vengas con esas preguntas — me preparo para salir de casa.

—¡Oye no me dejes con esta curiosidad!

Subo al vehículo, marchandome en él.

No quise decirle a Layla que saldría con el Sr. Lombardo porque no tenía tiempo para escuchar sus palabras de doble sentido y subidas de tono. Solo quiero llegar al club donde me citó, hablar de nuestro primer negocio juntos, y nada más.

...MASSIMO...

—¿Ya llega? — me pregunta Marcel desde un rincón.

—No sé — muevo repetitivamente el pierna por la impaciencia.

—¿Se habrá arrepentido de hacer tratos contigo?

—No sé.

—¿Y si lo hizo? Por lo que ví la última vez, le caíste de la patada que capaz y se arrepintió de venir a verte. Si yo estuviera en su lugar, conociendo lo insoportable que eres, también no aceptaría verte...

—¡Ya cállate, Marcel! ¡Te dije que no sé si vendrá!

—Buenas noches, señores — por más extraño que parezca, la presencia de Zafira ha alumbrado el lugar, y es que detrás de su amargura hay una mujer sumamente bella.

—Siéntate — le brindo una silla —. ¿Te apetece una bebida?

—No, vine para negocios no para emborracharme — Marcel ríe mientras se fuma un cigarrillo.

—Perfecto — me siento en una esquina de la mesa —. Entonces empecemos a hablar de negocios. Mi amigo aquí presente será con quién realizaremos este negocio que aparenta ser bueno, y que sé que lo será. Estoy hablando con una de las mejores negociadoras del mundo; tú no defraudas, Zafira Petrov — pongo un mapa sobre la mesa —. ¿Te parece si empezamos por España?

—España, Brasil, China y Canadá — responde, ubicando otro mapa donde están las rutas señaladas de cada país —. Tenemos que pensar en grande para alcanzar el éxito.

No me equivoqué en asociarme con Zafira, ella es un ejemplo a seguir en los negocios por más celos que me tenga; es buena en lo que hace.

Entre charla y charla las horas pasaron, finalizamos de cerrar el trato para empezar mañana a ponerlo en marcha.

—Nunca he dialogado con los chinos para llegar a un acuerdo; sin embargo, confío en tus capacidades — me sonríe de lado —. Tu solo dime salta y yo salto.

—A ver, salta — me sonríe el idiota de Marcel, haciendo a Zafira reír.

—¿Podrías dejar de ser payaso por primera vez en tu vida? — musito.

—Los dejo, atenderé la llamada de mi mamá — se levanta, yendo de camino al baño.

—Hermosa, ¿no?

—¿Y eso a ti que te importa?

—Vamos, Massimo, sonríe. Me estresa verte amargado, recuerda que tienes a una mujer indomable a tu lado. Serás la envidia de todos. Respóndeme algo, ¿te parece bonita?

—Admito que tiene lo suyo.

—¿Y has pensado en cogertela? — me quedo en silencio —. Eso lo tomaré como un sí — pone dos mil dólares sobre la mesa—. Que esta noche sea el principio de una apuesta. Llévate a la cama a Zafira Petrov.

—Qué locuras dices, Marcel. Hace poco perdió a su novio.

—No creí que mi amigo sería un marica. Tú solo tienes miedo de que ella te descubra y te dé una madriza.

—Claro que no.

—Entonces apostemos a que en menos de un mes, esa nena estará en tu cama.

Estrechamos nuestras manos.

—Solo dame tiempo. Prometo tener a Zafira Petrov debajo de mí mientras le doy como un puto salvaje.

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