Visitando la ciudad de Durant Capitulo 4

Montamos en nuestro caballo unas alforjas con los tónicos, ungüentos y bálsamos y nos montamos, cabalgamos cómo unas dos horas, nos paramos unas dos veces en el camino para que el caballo descansara y nosotras también, veía esos paisajes, nunca en mi vida anterior había visto paisajes tan naturales y hermosos, yo vivía en una selva de concreto, con rascacielos, metros, carros, todo tan agitado, esto era el polo opuesto, todo tranquilo, veía árboles, pastos, un cielo tan azul que parecía una pintura de acualera, lo más divino era el aire que es tan puro, nada de smoke de los autos, ni olor a basura ni nada de eso, solo olor a pastos, veía los pájaros volar en ese hermoso cielo, estaba extasiada admirando todo.

Finalmente llegamos al pueblo de Durant, era un pueblo colonial con calles de piedra, casas bonitas, hay tiendas, boutiques, pastelerías, abastos, librerías, entre otras cosas. Amarramos nuestro caballo al frente del boticario y entramos. Allí estaba el señor William un hombre ya de edad, calculo unos 60 años, alto de contextura delgada, caucásico, ojos negros y cabello negro canoso, tenía una sonrisa dulce; se alegro al ver a mi madre le dijo que tenía tiempo esperando el encargo, ella le explicó que me había caído y lesionado muy fuerte y que este tiempo me había estado cuidando y no me pudo dejar sola para venir a traer los encargos, el señor me miró y me dijo que era una niña muy bonita y que tenía que portarme bien para no darle dolores de cabeza a mi mami, yo sonreí amablemente y le respondí que tendría más cuidado la próxima vez.

Ellos conversaron un rato sobre el precio, los productos que más se estaban vendiendo, cuáles producto sería el próximo encargó y cosas así, ya estaba un poco aburrida, pero no podía decir nada, observaba todo a mi alrededor, hasta que entró una señora muy pomposa, con vestido abultado y con muchas capas, cubierta de joyas, el sr William enseguida salió atenderla, le pidió unos tónicos y otras cosas que no me interesaban realmente, lo que me llamaba la atención era ver esas cosas nuevas para mí, la señora se dió cuenta que la observaba y enseguida me miró con desprecio, claro yo entendí me miraba así por ser una plebeya. El mundo siempre será el mundo y el que tiene dinero se cree mejor que el que no tiene... La humanidad no cambia estén en el mundo que estén. Yo la ignore y voltee para otra parte.

Después que la señora se fue, el señor William le entrego a mi mamá una bolsa con unas monedas de oro.

Salimos de allí y fuimos al abasto, era pequeño, ya que era uno especial para plebeyos, mami compro víveres básicos, leche y carne en salmuera. Salimos de allí y mi mamá me preguntó que quería que me regalará, yo le pedí que fuéramos a la librería, (a mi en mi antigua vida me gustaba mucho leer), llegamos allí y mami me compro dos libros.

Después nos fuimos y pasamos por una pastelería muy fina, mi mamá me dijo que esperara afuera, porque los plebeyos no podíamos pasar, ella entraba porque se hacía pasar por una doncella a la cual su "Lady" le había hecho un encargo, yo me reía, mi mamá era muy astuta, se notaba que había vivido mucho tiempo.

Salió de allí con una cajita con dos dulcitos, nos retiramos de allí y fuimos hacia nuestro caballo, y cabalgamos de regreso a casa.

Al llegar mi mamá me dijo que me diera un baño, me cambiara y bajara para cenar.

Llegué al cuarto de baño llene la bañera y me metí, dure un rato allí pensando en el privilegio que tenía al vivir aislada de la ciudad, sin los protocolos sociales, ni ver a esas mujeres tan odiosas, que se creen la gran cosa. Mi mamá y yo eramos tan felices juntas. En ese momento una pregunta cruzo mi cabeza, ¿quien sería mi padre ?, Desde que había llegado no había hecho esa pregunta, estaba tan concentrada en entender mi entorno que no pregunte sobre eso.

Salí del baño, me cambié y baje mi madre me esperaba con la cena, comimos un caldo de verduras muy rico y pan recién hecho. Después nos sentamos en el sofá frente a la chimenea mi madre me sentó en su regazo y me dió uno de los dulces, era de chocolate y estaba delicioso, me acariciaba mi cabello y mi cantaba una canción de cuna, ya me estaba dando sueño cuando me espabile y le dije

- madre ¿Quien es mi padre ?

Mi mamá de repente palideció, me miró, respiró hondo y me dijo:

- sabía que este día llegaría, pero a la verdad no estaba preparada, no se por donde comenzar...

Tomo nuevamente aire y me dijo:

Hace un poco más de 5 años conocí un hombre en mis viajes al pueblo de Durant, se llamaba Paul, era muy guapo, alto, delgado, con cabellos blancos como los tuyos y ojos dorados, en lo que ví quedé prendada de él, sin embargo, se veía que era el hijo de un Noble, así que seguí mi camino, pero él no, me siguió por todo el pueblo hasta que se paró justo enfrente de mi, me invitó a tomar una taza de té, en la pastelería dónde te compre ese pastel, a él también le encantaba el de chocolate como a ti, hablamos nos reímos un rato y así me invitó nuevamente a salir otro día, yo sabía que nuestra historia estaba condenada al fracaso, pero igual lo amaba y lo más importante deseaba tener un hijo que me acompañará en mi soledad en la cabaña, así que un día nos escapamos y vinimos a la cabaña le enseñe mi vida, se quedó aquí conmigo por un mes, después lo lleve nuevamente a la ciudad, quedamos que en una semana volveríamos a vernos, el iría dónde su padre y le diría que me amaba y que iba a dejar todo por mi, en verdad me ilusioné tanto, que a la semana fui al lugar de nuestro encuentro, pero él no apareció, los busque por el pueblo pero me enteré que se había casado con una joven marquesa, así que regrese destrozada a la cabaña, y al mes me enteré que estabas en mi vientre así que me sentí muy feliz nuevamente, porque de ese amor hermoso llegaste tu, mi niña Adrina.

La escuché atentamente, y sentí pena por ella, ese hombre jugo con ella, así que la abracé y no pregunte más. Solo le respondí:

- tienes razón mamá, no lo necesitamos, nosotras nos amamos y somos felices solas.

A mi mamá se le salieron las lágrimas y me abrazo, su abrazo era cálido, me hacía sentir segura. Comenzó nuevamente arrullarme hasta que me quedé dormida

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