CAPÍTULO 16

—¿Por qué traes esa cara? —preguntó Macaria a Alonso, viéndolo entrar en extremo molesto a su casa—. ¿Qué fue lo que pasó?

—Pasó Erena, mamá —respondió Alonso, en serio furioso—. Te juro que no la entiendo nada y me está volviendo loco.

—¿Por qué no te tranquilizas y me explicas con calma? —cuestionó la madre de ese hombre y de otros dos—. Porque yo tampoco te estoy entendiendo nada.

Alonso dio un par de vueltas más en ese circuito imaginario en que caminaba en círculos, como si no supiera qué debía hacer, luego suspiró y se sentó frente a su madre, que le veía confundida por su actitud.

—Hablamos al fin sobre que soy el padre de los niños y tengo responsabilidades —explicó el joven tras tomar asiento—, pero, lejos de parecer que estaba compartiendo esas responsabilidades conmigo pareció que las dividió y nos dio a cada uno una parte... No es lo que quiero, no quiero tener parte de la responsabilidad, quiero que lo hagamos juntos y no me lo permite.

Macaria vio a su hijo con un poco de pena, se le notaba lo mucho que le consternaba la actitud de la joven.

» Además —añadió el joven—, como si no fuera poco su actitud tan fría, ahora que volvió Rebeca parece que no le interesa en lo más mínimo que yo haga una vida con alguien más. ¿Puedes creerlo?

—Puedo hacerlo, cariño, y me gustaría que lo entendieras también —dijo Macaria, tomando la mano de sus hijos—. Tú apenas estás decidiendo qué quieres hacer con tu vida, ella tiene una vida desde hace mucho tiempo. Sí, tal vez no una vida romántica, pero es una madre que mantiene una casa y educa a dos niños. ¿Crees que alguien así esté esperando un príncipe azul que haga su vida un cuento de hadas? A lo mucho creo que espera alguien que le dé un respiro de sus responsabilidades, y tienes suerte de ser tú.

—Mamá, ¿de qué lado estás? —preguntó Alonso, que no lograba sentir el apoyo de su madre, quien parecía apoyar a Erena mucho más que a él.

—No tengo un lado, aún —aseguró la mujer—, y si debiera tomar uno me haría hacia el tuyo; sin embargo, te estoy diciendo lo que veo para que tengas otra perspectiva del asunto y no te ahogues de ese lago en que estás, que en realidad no es tan profundo como lo estás sintiendo.

—Ella no me quiere, ni siquiera parezco caerle bien —confesó Alonso medio derrotado.

—Tal vez ella no tiene tiempo de quererte —sugirió Macaria basada en lo que había visto de esa joven—. Ella solo tiene el tiempo de ser ama de casa, empleada y madre... puede que no tenga tiempo ni de quererse a sí misma, porque, déjame confesarte algo, ser ama de casa y madre es muy demandante, tanto que las que lo somos ponemos incluso lavar los trastes antes que a nosotras mismas.

—Entonces, ¿qué se supone que debo hacer? —cuestionó Alonso—. ¿Debo esperar a que ella tenga tiempo?

—No, cariño, esperar no te va a servir de nada —informó la mujer mayor—, porque, como ya te dije, ella no es su prioridad, así que no se dará tiempo de nada que le robe energía. Lo que ella necesita es que le des tiempo, compañía y apoyo.

—No se deja apoyar —señaló el joven lo que era su problema principal.

—Sí se deja —aseguró Macaria—, solo que el apoyo que te está pidiendo no es el que quieres darle, así que te parece que no quiere aceptarte nada, aunque, desde el inicio, te ha estado aceptando todo lo que les das. ¿Acaso no te permite que los lleves cada noche a casa, les compres la cena y les des regalos a los niños?

—Madre, eso no es lo único que quiero hacer, quiero hacer más —declaró Alonso.

—Pues has más —respondió Macaria.

—Pero es que ella no quiere —dijo el abatido joven que no veía a dónde su madre quería llegar con lo que decía.

—Pues no le pidas permiso —recomendó Macaria y su hijo, que segundos antes se había puesto de pie y había comenzado a andar en círculos otra vez, se sentó de nuevo, mirándola fijo—. Sigue dándole cosas, estoy segura que no se negará a recibirlas.

—¿Y no crees que le moleste? —preguntó Alonso tras imaginarse dando más a sus pequeños—. Siento que me tomará por un metiche, haciendo cosas que no me corresponden.

—¿Y no te corresponden? —cuestionó Macaria, sacudiendo un poco a su hijo.

—Pues, sí —respondió él—, pero ella no lo considera así, al parecer.

—Pero si te toca hacerlo no debería poder reclamarte por tomarte atribuciones —declaró la madre de ese joven—, así que, aunque le molestara, tendría que aguantarse y, a la larga, estoy segura de que se acostumbraría a tener todo lo que das, incluso el tiempo y la compañía.

—Entonces, sigo ahí, aunque le moleste, hasta que forje mi lugar a su lado —concluyó Alonso, viendo al fin el punto de su madre.

—Esa es mi sugerencia —informó Macaria—, puedes tomarla si crees que te será de utilidad. Además, sigue buscando involucrarla con nosotros, así te ayudamos, aunque sin presiones, cariño.

Dicho eso, Macaria dejó su lugar en la sala y a su hijo sentado en un sofá meditando lo que habían comentado recién.

A Alonso no le parecía mala idea la sugerencia de su madre, pero no estaba seguro de poder ser capaz de seguir soportando sus rechazos por mucho tiempo, es decir, él tenía un ego que debía proteger, y era Erena quien más lo lastimaba.

—Ojalá pudiera entenderte un poco más —dijo él para alguien que no le escuchaba y decidió tranquilizarse antes de tomar alguna decisión, de todas formas, no podía hacer absolutamente nada en ese momento.

**

—¿Por qué estaba enojado papá? —preguntó Damián que, abrazado a su madre, dormitaba recargado a su pecho.

—No estoy segura, cariño —dijo la mujer, acariciando la cabeza de uno de los dos grandes amores de su vida—, pero parece que algo que dije le molestó.

—Yo creo que es porque no quieres que sea nuestro papá —sugirió el chiquillo, provocando una sonrisa en su madre.

—Él es su papá, y no es algo que podamos cambiar porque yo quiera o no; además, no me molesta que sea su papá —aseguró la mujer.

—Pero sí parece que no quieres, y seguro papá lo notó y por eso está triste —señaló el niño algo que Erena no había notado—. ¿Por qué no lo invitas a vivir en nuestra casa? Así seremos una familia normal y todos estaremos muy felices.

Erena escuchaba lo que su hijo decía, pensando que posiblemente eran sus deseos y los de Fabián los que la aconsejaban en ese momento. Sin embargo, aunque lo más probable era que les hubiera costado llegar a esa conclusión, lamentablemente, la vida de los adultos no era tan simple como la de los niños; y no sabía cómo explicarles eso.

—Cielo, ¿has visto la casa de tu padre? —preguntó y el chico respondió afirmativamente con un movimiento de cabeza—, ¿crees que quiera dejar ese lugar para vivir con nosotros?

—¡Entonces vámonos a vivir con él! —sugirió Damián, emocionado, dejando los brazos de su madre para terminar hincado en la cama de esta—. Su casa es muy grande, cabemos todos.

—Ay, amor, estás muy loquito —dijo la joven madre, sonriendo, acariciando el iluminado rostro del chiquillo—. Para hacer lo que quieres necesitamos que él esté enamorado de mí y yo de él, y eso no es así.

—¿Por qué no lo amas? —preguntó el niño—. Papá es guapo, es divertido y es muy rico. Dijiste que querías un novio así cuando platicabas con la tía Ángela.

—Ay, Dios. ¿Por qué te acuerdas de eso? —cuestionó la joven madre, riendo un poco apenada—. Estabas en el kínder cuando lo dije; además, estaba jugando. Soy una mamá muy ocupada, no tengo tiempo para tener novio.

—¿Y si nosotros preparamos la cena? —preguntó el chiquillo, buscando opciones para apoyar a su madre—. Entonces podrías salir a platicar con papá y ser su novia, además, podríamos cenar nosotros en nuestro cuarto y ustedes tener una cena romántica en el comedor. No los molestaríamos para nada, yo podría distraer a Fabián para que no los interrumpa.

—Ay, Damián, ya duérmete mejor, que estás delirando —dijo Erena divertida y complacida por lo inteligente y creativo que era su niño.

—Mami, no es tan difícil —aseguró el chiquillo, provocando una sonrisa compasiva en el rostro de su madre.

—Si lo es, cariño —aseguró la mujer—, pero no puedo explicarte por qué, así que mejor déjalo por la paz. Porque, aunque yo aceptara tus locuras, tu papá seguro tiene otros planes, ¿no viste que tiene una novia?

—Papá dijo que no era su novia, y que él no la quería —recordó el chico y su madre suspiró.

—Pues sí —aceptó Erena—, sin embargo, seguro viste lo bonita que era la señorita Rebeca, además, ella es rica también, y puede que sea divertida. Seguro que si fuéramos sus únicas opciones tu papá la elegiría a ella en lugar de a mí. ¿No crees?

—Pero tú eres más bonita —dijo Damián en medio de un puchero, abrazándose de nuevo a su madre, quien besó su cabeza y murmuró algo realmente triste que el chiquillo no entendió porque el latido del corazón de su madre lo arrulló.

—Ser bonita casi nunca es suficiente —murmuró Erena en voz muy baja, y besó de nuevo la cabeza de ese chiquillo que, a mitad de la madrugada, le había buscado porque no podía dormir; seguro de tanto pensar.

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Comments

Elvira Fretes

Elvira Fretes

Muy buen consejo de la madre de Alonso, los niños son tan lógicos

2024-04-29

0

Jessyy Shapparrita Nuño

Jessyy Shapparrita Nuño

hay que mujer tan exasperante no ve las cosas hasta su hijo en su inocencia se da cuenta del sentir de ellos 🤔🤔🤫🤫

2023-09-08

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