CAPÍTULO 5

Erena seguía dándole vueltas a su asunto en la cabeza, y es que, desafortunadamente, no creía que lo más viable fuera escapar de ese lugar para que Alonso no la pudiera encontrar, aunque eso era lo único que quería hacer, en realidad.

La joven de cabello castaño seguía pensando en todas las implicaciones de hacer maletas y salir corriendo justo en ese momento, pero había muchas fallas en su plan: la principal era que no tenía a donde ir; y también estaba el hecho de que no sabía cómo iniciar desde cero con un par de niños que ya tenían una vida propia también.

Intentó relajarse, pues la ansiedad la estaba matando, pero no podía hacerlo ni siquiera cuando incluso había considerado que Alonso no se interesaría por ella o por los niños luego de enterarse de la verdad, una verdad que le podía ocultar o negar por un tiempo.

Sus pasos la dirigieron de nuevo a la entrada de la habitación de Fabián y Damián, sus amados gemelos, y, al verlos dormir plácidamente en un lugar que les pertenecía, decidió que no saldría corriendo dejando todo atrás.

Aun así, en cuanto escuchó el timbre de su casa, deseó con todas sus fuerzas no haber regresado a ese lugar y haberse dirigido a la estación de autobuses como había sido su primer impulso.

Caminó a la puerta, temerosa, sus nervios estaban tan alterados que todos sus pensamientos, ideas y sentimientos eran un lío que estaba a punto de hacerla vomitar. Respiró profundo antes de abrir la puerta y cuando lo hizo se encontró con justo el hombre que no quería ver en ese momento.

El aire se agolpó en sus pulmones de tan brutal manera que el pecho le dolió, entonces sus labios temblaron y un par de traviesas lágrimas resbalaron por sus mejillas, eso además de que sus piernas se quedaron sin fuerza y por ello cayó rodillas al piso.

Alonso la miró aterrorizado, luego de eso caminó hacia ella para extenderle una mano y ayudarla a levantarse del frío suelo, pero Erena ni siquiera se dio cuenta de que el otro le tendía una mano, ella lloraba con los ojos fijos en sus temblorosos puños que se apoyaban con fuerza en el piso delante de sus rodillas.

El hombre no dijo nada, ni siquiera sabía qué decir, pues, aunque tenía una ligera idea de lo que había pasado esa chica que ahora era un mar de llanto, su cabeza también estaba hecha un lío, así que solo se sentó en el suelo, recargado a la pared a un lado de la puerta donde la chica se encontraba derrumbada.

«Debió ser difícil» pensó el hombre apartando sus ojos de ella y mirando al cielo más allá de la marquesina que les cubría del rocío de la noche, entonces aguardó en silencio a que la otra se serenara para poder hablar con ella.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó la joven mujer luego de algunos minutos de llanto silencioso.

—Lo que he hecho siempre contigo —respondió Alonso—: alterándote los nervios.

Erena le miró de reojo, molesta. Eso era justamente lo que siempre había hecho ese chico con ella en el pasado, y odiaba que en tantos años nada hubiera cambiado.

» Quiero saber qué ha pasado contigo —informó el hombre poniéndose de pie, sacudiendo su ropa y tendiendo una mano al frente, de nuevo—, quiero confirmar mis sospechas y escuchar la razón de que actuaras como lo hiciste.

Erena no aceptó la mano que el otro le tendía, se apoyó en sí misma y se levantó del piso por su propia cuenta; Alonso, por su parte, miró su mano extendida y negando con la cabeza la recogió hacia su cuerpo, pensando en que de verdad nada había cambiado: ella seguía siendo la misma chica que no aceptaba nada de los otros, mucho menos de él.

—¿Qué es lo que quieres saber? —preguntó Erena adentrándose en su hogar, sabiéndose seguida por ese joven que seguro no se iría sin conocer toda la verdad.

—Quiero saber qué fue lo que pasó contigo, por qué desapareciste sin decir nada y, sobre ellos, sobre tus hijos, quiero saber absolutamente todo.

—¿Por qué te tengo que decir algo? —cuestionó la joven, tomando asiento en la sala donde el hombre que la acompañaba también se había sentado—. Mi vida es mi vida y no tienes nada que ver con ella.

—¿Estás segura? —preguntó Alonso sin molestarse.

Hasta cierto punto, él entendía las acciones de esa joven mujer a la que no le caía para nada bien, y la que suponía le había odiado después de que él se aprovechara de la borrachera para intimar con ella; o al menos eso era lo que él creía que ella pensaba; y en parte le daba toda la razón.

» Porque sé que ellos son mis hijos —informó el hombre y otro par de lágrimas se escaparon de los acuosos ojos de la castaña, quien se encontraba menos alterada, pero no por ello más tranquila.

—¿Qué es lo que quieres de mí? —preguntó con la voz ronca y nasal Erena, apartando la mirada para evitar un poco el llanto.

—Por ahora, la verdad —dijo Alonso con calma—. Erena, sé que no soy santo de tu devoción, pero si crees que me aproveché de que estabas ebria te digo que no es así, fuiste tú quien inició aquel coqueteo que terminó con nosotros dos en la cama.

—Eso lo sé —informó la chica—, sé que lo inicié yo, por ello me hice cargo de todo yo sola y, solo para que lo sepas, en aquel entonces no quería nada de ti y aún ahora no lo quiero.

—Pues en aquel entonces yo quería ser tu amigo —informó Alonso—, y te juro que nunca entendí que te cayera como patada en el hígado, porque no te hice nada jamás; además, lo que quiero ahora es ser parte de la vida de mis hijos.

El ceño de Erena se frunció cuando esas palabras fueron mencionadas, eso le dio una pista al hombre de lo que la otra pensaba y continuó hablando para poder aclarar las cosas con esa joven que le miraba mal en ese momento.

» No quiero que pelemos por la patria potestad ni nada por el estilo, solo quiero evitar que te vayas a otro país solo porque yo estoy aquí —aclaró Alonso—. Mira, si te soy sincero, la verdad es que tampoco tengo claro nada, sigo en shock por saber que soy padre, y no entiendo cómo es que terminaste aquí de todos los lugares, pero te juro que me imagino lo difícil que debió ser todo para ti, y quiero que respires profundo y te tranquilices a tal grado que de verdad no salgas huyendo, que permanezcas en este lugar al menos en lo que mi cabeza se aclara y yo decido lo que quiero que, te repito, no es quitarte los niños.

Erena le miró confundida, pero ya no tan aterrada, entonces respiró tan hondo que al fin sintió que el aire llegaba a sus pulmones de lleno, y no a medias como lo había estado sintiendo desde esa tarde que se encontró de nuevo con Alonso Marín.

» Anda —continuó hablando el hombre, poniéndose de pie y andando hasta donde su excompañera de preparatoria y madre de sus hijos estaba sentada—, solo promete que no te irás de aquí y me iré a mi casa para que descanses. Hablemos de todo luego, con calma. Te vez agotada, pero si no pactamos una tregua en este momento ni tú ni yo dormiremos en paz. ¿Qué dices? ¿Aceptas?

Erena miró la mano que el joven de nuevo le tendía y pensó que él tenía razón en que ella estaba agotada y no dormiría en paz sin esa tregua, así que suspiró y aceptó el apretón de manos del otro.

—Igual no tengo ningún lugar a donde ir —respondió Erena y Alonso le sonrió de verdad complacido.

—Entonces no me saques la vuelta ni en la empresa —pidió él—, seamos como buenos excompañeros de preparatoria y tratémonos bien en lo que estamos listos para hablar de frente sobre lo que nos atañe.

Erena asintió y soltó la mano del joven, sintiendo como su tensión se desvanecía un poco y el cansancio se apoderaba de todo su cuerpo.

La joven agradeció que el otro se fuera pronto y, confiada en que las cosas posiblemente no saldrían tan mal, durmió en serio agotada esa noche, tan profundamente como nunca en su vida lo había hecho.

A la mañana siguiente todo fue como normalmente iría. Ella se levantó temprano a alistar desayuno y lonche, luego despertó a los gemelos y los ayudó a alistarse para el colegio al que los llevó después de alimentarlos y alimentarse.

Seguía sintiéndose incómoda por todo lo ocurrido el día anterior, pero su miedo había desaparecido completamente, solo quedaba esa espantosa incomodidad en su estómago que le había permitido ingerir la mitad de lo que se había servido para desayunar.

Erena dejó a los gemelos en la primaria y caminó lentamente hasta el edificio donde se encontraba la oficina donde trabajaba y a la que, aparentemente, ya no necesitaba renunciar. Eso era algo que agradecía, pues era un buen trabajo el que ahí tenía, así que le gustaba la idea de permanecer en él por mucho tiempo más.

Conforme sus pasos se acercaban al lugar donde, en realidad, no quería llegar, en su estómago parecía acrecentarse una especie de hoyo negro que succionaba todo a su paso, incluso esa pequeña ilusión de que todo estaría bien.

En la entrada saludó a Tony, que le preguntaba por su salud y le anunciaba que aún no se veía bien, que estaba pálida y ojerosa. Erena le sonrió, sabía cómo estaba, se había visto en el espejo esa mañana, pero no podía detener su vida laboral solo porque su vida personal y emocional eran un irremediable desastre.

—Si no trabajo yo, ¿quién mantiene mi casa y mis hijos? —cuestionó la joven y el chico que la escuchaba asintió.

Él también conocía la condición de su compañera de trabajo y casi amiga personal, pues pasaban tanto tiempo juntos que no había sido difícil encariñarse con ella y simpatizar con su situación como madre soltera y jefa de su hogar.

—Pues sí —concedió Tony—, pero, si te mueres, ¿quién atenderá ese par de hermosos niños?

—¡Cómo si yo tuviera tanta suerte! —ironizó la castaña y sonrió al chico que le había golpeado el brazo con delicadeza luego de su irreverente comentario.

—Que la boca se te haga chicharrón —le dijo el joven y la otra rio un poco más, despejando así un poco los pesares que cargaba en el alma, y que volvieron a ella cuando, desde su asiento en la recepción, vio entrar al joven hombre que le robaba la calma a su mente, la paz a su espíritu y el aire a sus pulmones.

—Buenos días —saludó Alonso con una sonrisa y, también con una sonrisa, pero incómoda, Erena le respondió el saludo.

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Comments

Elvira Fretes

Elvira Fretes

Muy razonable y maduro Alonso

2023-10-02

4

Dora Yaneth Granados

Dora Yaneth Granados

más capítulos por favor

2022-05-10

3

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