La Villana Desea Decir Adiós

Era una situación desconcertante para ambas sirvientas. No sabían que decir, solo se miraban con los ojos bien abiertos; aun atónitas por esas palabras.

—"Pero ¿Qué le han hecho a esta niña?"— Se preguntaba Beth. No podía creer lo que estaba pasando. Y ni siquiera podía creer que el duque le hiciera algo a la señorita Anya, pues siempre veía que la mimaba mucho.

Le compraba muchas cosas, objetos muy caros y lujosos que para muchos era casi imposible poseerlas. Básicamente a Anya Vertron no le faltaba nada, siempre estaba a la moda y tenía todo lo que era tendencia en los días.

Por ello, Beth ni podía imaginar que alguien le hiciera daño y aún más cuando ella era la que administraba siempre las compras de ambas señoritas.

Hasta muchas veces veía como lo presumía con su hermanita, quien el duque solo le daba regalos cuando la pequeña le pedía y eso era raro de ver, pues la señorita Alice no pedía mucho.

Por ello, hasta empezó a dudar si la señorita Anya estaba fingiendo para llamar la atención. Tal vez lo hizo con tal de convencer a su padre para que le consiguiera algo, ese era el pensamiento que albergaba Beth mientras la veía con lástima.

Y era de esperar tal razonamiento por parte de Beth u de otras personas cuando observaban situaciones así. La niñez de Anya como noble no era "normal", se trataba de hacer de casi todos los días un terremoto de quejas y rabietas, algo poco honorable para una Joven Señorita de la Nobleza.

Era cierto que antes Anya se comportaba de esa manera. Pero lo que pedía sólo tenía un objetivo y era llamar la atención de sus amados padres para que la miraran y recordaran que ella estába allí, que ella aún estaba viva.

Lamentablemente, por más que intentará llamar su atención, solo eran minutos para que él le dirigiera la mirada porque después se olvidaba básicamente de ella.

Beth no pronunció palabra, solo la abrazó y la cargó para llevarla hacia la cama. Al llegar, la recostó y la vistió para que no enfermara.

Mientras tanto, Leny estaba batallando en limpiar el baño. Pero también estaba preocupada pues ella era una sirvienta novata que apenas había llegado hace unos días y no sabía mucho acerca de la vida de la señorita Anya.

Mientras tanto. La situación no estaba mejorando, a pesar de que la indefensa niña se había calmado y estaba ¿durmiendo? Beth notó la frialdad y la palidez del cuerpo de la joven niña y la respiración forzada e inestable que tenía.

—A, ar... me mat...arás...—

El estado parecía agravar conforme los minutos pasaban, Anya empezó a sudor frío, a temblar y a decir incoherencias inaudibles. Algo que mostraba que verdaderamente no era actuación, pues por muy buena actriz que fuera, esto no podría ser actuado de esta manera.

Sus pequeños labios se tornaron morados, su cuerpo estaba temblando y Anya sin saber qué hacer, se acurrucó para apaciguar el frío que la consumía y que la aterraba.

—Leny, deja eso y ven. ¡Apresurate!— Pidió con desesperación Beth.

Leny rápidamente fue hacia ella, dejando su trabajo a medias. Al llegar llevó sus manos a la boca, dejando caer el trapiador que antes sostenía en sus manos.

No era de extrañar su reacción porque el aspecto de Anya estaba terrible. Parecía un cadáver.

— Ve y llama al Duque. Que sea discretamente, que nadie se entere.— Ordenó Beth.

Leny rápidamente captó su orden y se puso en marcha. Caminaba apresurada intentado fingir calma para que la demás servidumbre no notará su aflicción.

Al llegar al despacho del duque dejó escapar un suspiro, aliviada por haber llegado sin problemas.

—Pasa.— Se escuchó al tocar unas cuantas veces.

Al escuchar el permiso del Duque, entró apresuradamente convencida de que ya no debía ocultar su inquietud.

Por infortunio para ella, no había previsto que alguien más podría estar allí y cuando se dio cuenta, su pesadumbre ya había sido revelada ante los dos hombres formidables que se encontraban.

Aquel hombre misterioso y desconocido, solo la observaca interesado. Pues miró su alteración en sus ojos y sabía que algo estaba pasando en el ducado de Vertron.

La sirvienta no podía ocultar por mucho tiempo su preocupación, se le reflejaba tanto en sus ojos como en su expresión. Pues estaba nerviosa y agitada.

El Duque la miraba curioso porque ningun personal de la servidumbre había actuado de esa manera y por eso estaba claro, algo estaba pasando para que esta sirvienta actuará poco profesional.

Pero él no nopodía perder la cordura pues tenía visitas. Una visita no tan deseada para decir verdad pues el mismísimo Archiduque estaba sentado viendo con mucha curiosidad, analizando cada movimiento de la sirvienta.

Se veía interesado, pero el Duque no permitiría que interfiriera en asuntos que no tenían nada que ver con él.

Además, para que estuviera la sirvienta de esa manera, significaba que era grave el asunto. Y por su comportamiento anteriormente de disimulación cuando vio que había visitas, supuso que era algo que no debía saberse pues se debía a nada más que a la reputación del ducado de Vertron.

Era algo que no debía tomarse a la ligera, pero sabía que sí hacía un falso movimiento y el Archiduque se llegara a interesar más de lo que se veía. No sería fácil detenerlo.

El Duque de Vertron sabía cómo era el comportamiento y la actitud entrometida del Archiduque ante lo que le interesaba. "Metiche" y "Necio" son las palabras perfectas que lo definían y quizás también la palabra ¿Determinación...?

Porque así mismo fue con su amada esposa cuando se interesó en ella, no había algo que no hiciera con tal de que ella se casará con él. Hasta renunció al trono por ella, por eso fue una historia bastante romántica en ese tiempo.

Además había otro detalle importante que no se había tomado en cuenta. Y era nada más que el Rey del Norte, no tardaría en llegar al ducado pues precisamente este día habían hablado de que iban a verse para solucionar problemas de negocios.

Ya que como Anya le había convencido que era mejor hacer el acuerdo con los del Norte en vez con los del Oriente. Decidió volver hacer la propuesta y por ello, determinaron que este día se reunirían a hablar para llevar a cabo el acuerdo de comercialización.

Estaba preocupado, no sabía que hacer. Suplicaba que el rey del Norte tuviera un inconveniente y no llegara, así solo tuviera un individuo del cual preocuparse en idear cómo hacer que se largará del ducado.

El Duque vio al archiduque y rápidamente el Archiduque notó su mirada. Lo volteó a ver y le sonrío burlonamente como si estuviera retandolo con la mirada para ver si se atrevía a sacarlo.

Él ya estaba interesado y no iba ser fácil convencerlo para que se fuera.

El Duque se levantó de su asiento y cuando le iba hablar al archiduque, dos toques en la puerta lo interrumpió.

—Entra.— Dijo el Duque esperando que no se sumaran más problemas.

Al otorgar permiso, un señor que parecía de mediana edad por su cabello canoso y su serenidad; entró e hizo reverencia.

—Señor, el Rey del Norte ha llegado.— Habló mientras se componía sutilmente su monóculo, típico de un mayordomo.

El Duque no pudo evitar llevar su mano a su sien para masajearla ¡Estaba exhausto! No sabía que hacer ahora con otro individuo en el ducado.

Mientras tanto la sirvienta estaba inquieta. La atmósfera estaba incómoda pues la mirada fija por parte del archiduque la ponía más nerviosa y aún más cuando recordaba las órdenes de Beth —"Se discreta, nadie más debe enterarse aparte del Duque. " —

—¿No vas a atender a la sirvienta?, que hace un rato esta de pie allí.— Preguntó el Archiduque sonriendo, a lo que el Duque lo fulmina con la mirada.

—No te preocupes, no molestaré. Pero di a la sirvienta qué desea porque al parecer es algo muuuuyyy importante.— Prosiguió insistiendo el Archiduque.

El Duque suspiró, y se dignó a hablar.

—Ahorita la atenderé. Solo que le podía pedir a su majestad que fuera a ver al Rey del Norte, ya que esta esperando en la sala de estar y además, ¡¿No es ese el motivo de su visita aquí, Archiduque?!—

El Archiduque lo miró molesto. No esperaba que el duque se atreviera a derrotarlo de esa manera.

—Si, si, tienes razón. Entonces me voy.—

Respondió derrotado. Se levantó de su asiento y se dirigió a la puerta, sin embargo, antes de llegar a esta, alguien abre frenéticamente la puerta.

Y no era más que el mismísimo rey del Norte.